La parábola del sembrador | R.C. Sproul

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Jesús aborda la cuestión de quién es genuinamente salvo y quién no lo es en su parábola del sembrador: Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a la orilla del lago. Como mucha gente se le acercó, él se subió a una barca y se sentó, mientras que la gente se quedó en la playa. Entonces les habló por parábolas de muchas cosas. Les dijo: El sembrador salió a sembrar. Al sembrar, una parte de las semillas cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra, y pronto brotó, porque la tierra no era profunda; pero en cuanto salió el sol, se quemó y se secó, porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre espinos, pero los espinos crecieron y la ahogaron. Pero una parte cayó en buena tierra, y rindió una cosecha de cien, sesenta, y hasta treinta semillas por una. El que tenga oídos para oír, que oiga" (Mateo 13:1-9).

Es importante observar el contexto de esta famosa parábola, Inmediatamente antes de ella, alguien le dijo a Jesús: "Tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar" (Mateo 12:47). Pero Jesús responde: "¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?" (v. 48). Entonces, señalando a sus discípulos, dijo: "Mi madre y mis hermanos están aquí. Porque todos los que hacen la voluntad de mi Padre que está en los cielos son mis hermanos, mis hermanas, y mi madre" (vv. 49-50). Jesús dice que su verdadero hermano es aquel que hace la voluntad del Padre, no alguien que simplemente toma la decisión de seguirlo.

Siempre deberíamos tener en cuenta que nadie obligó a Judas a hacerse discípulo. Judas eligió seguir a Jesús; él tomó su propia decisión de entrar a la escuela de Jesús, y se quedó con nuestro Señor durante su ministerio terrenal durante tres años. No obstante, se nos dice que él era un diablo (Juan 6:70). No era que Judas estuviera auténticamente convertido y luego cayó de la gracia y se perdió; más bien, aunque estuvo cerca de Jesús, nunca fue un hombre convertido. Eso debe hacernos pensar mientras consideramos el estado de nuestra propia alma.

Un poco más adelante en el libro de Mateo, Jesús da una explicación de su parábola del sembrador. Es una de las pocas ocasiones de los relatos del Evangelio en que se nos da una explicación de una parábola. Esa explicación es de suma utilidad porque esta parábola difiere de la instrucción parabólica normal. La mayoría de las parábolas solo tienen un punto central. Por lo tanto, generalmente es peligroso convertir las parábolas en alegorías, las cuales tienden a tener significados simbólicos esparcidos a lo largo de la historia. Pero la parábola del sembrador se aproxima al nivel de una alegoría, pues Jesús señala varios puntos de aplicación.

Jesús comienza su explicación diciendo: "Escuchen ahora lo que significa la parábola del sembrador: Cuando alguien oye la palabra del reino, y no la entiende, viene el maligno y le arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Ésta es la semilla sembrada junto al camino" (Mateo 13:18-19). El primer grupo del que habla está representado por la semilla que cayó junto al camino. En la antigüedad, en el tiempo de plantación, un agricultor sembraba primero su semilla, luego labraba el terreno. Pero cualquier semilla que caía sobre un camino o una senda no era labrada por debajo. Al permanecer sobre el camino endurecido, no tenía forma de echar raíces, y era devorada por los pájaros. Jesús compara los pájaros con Satanás. Muchas personas son como esta semilla. Escuchan la predicación del evangelio, pero este no causa ningún impacto en ellos. No echa raíces en la vida de ellos.

Jesús continúa: "El que oye la palabra es la semilla sembrada entre las piedras, que en ese momento la recibe con gozo, pero su gozo dura poco por tener poca raíz; al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, se malogra” (vv. 20-21).

Si uno asiste a un encuentro evangelístico o ve uno por televisión, se puede ver a una enorme multitud abarrotando la parte delantera de la iglesia en respuesta al llamado del evangelio. De hecho, una vez vi un informe acerca de una masiva campaña evangelística internacional en la que supuestamente millones de personas habían tomado una decisión por Cristo. Cuando lo leí, me pregunté cuántas de aquellas decisiones por Cristo eran verdaderas conversiones y cuántas eran fingidas. A la gente le gusta lo que escucha en estos eventos y puede ser emocionalmente impulsada a tomar una decisión de seguir a Cristo. Sin embargo, es un hecho establecido que muchos de aquellos que pasan al frente en un encuentro evangelístico pronto abandonan totalmente su compromiso. Sus respuestas impulsivas suelen carecer de fundamento.

No quiero ser demasiado áspero en mi respuesta a los informes sobre el éxito de los eventos evangelísticos. Reconozco que todos los ministerios que llegan a la gente enfrentan el problema de la medición de su efectividad. Las iglesias por lo general lo hacen informando el número de miembros de sus congregaciones y cuánto han crecido en determinado periodo. Los ministerios evangelísticos a menudo lo hacen informando el número de personas que pasaron al frente, levantaron la mano, firmaron una tarjeta, o hicieron una oración. Estos ministerios quieren tener algún tipo de estadística para medir la respuesta de la gente.

¿Pero cómo se mide una realidad espiritual? Cualquiera que haya estado involucrado en evangelismo sabe que no podemos ver el corazón, de manera que lo mejor que se puede hacer a continuación es contar el número de decisiones que la gente toma. Pero Jesús nos advierte sobre esto aquí en la parábola del sembrador cuando dice que mucha gente oye el evangelio con gozo pero no persevera en la fe. Este segundo tipo de semilla cae en terreno pedregoso, un suelo tan delgado que la semilla no puede echar raíces, y en cuanto sale el sol, lo brotes comienzan a marchitarse. El resultado es que se mueren y jamás producen fruto. Jesús nos dice que estas personas se apartan a causa de las tribulaciones y persecuciones que inevitablemente surgen en el camino de la fe.

En su explicación del tercer tipo de semilla, Jesús dice: "La semilla sembrada entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, por lo que ésta no llega a dar fruto" (Mateo 13:22). Esta semilla representa una categoría de personas que también escuchan y reciben la Palabra, pero los afanes de este mundo las abruman. Al igual que los espinos, los afanes mundanos "ahogan la palabra". Finalmente, Jesús dijo: "Pero la semilla sembrada en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto" (Mateo 13:23). Claramente, entonces, hay muchos que responden al mensaje del evangelio con gozo pero finalmente no perseveran en la fe. No todos los que oyen la Palabra de Dios son salvos, y lo mismo es cierto de muchos que al comienzo responden a ella. Los que son genuinamente salvos son los que demuestran ser hacedores de la Palabra. Cuando la semilla echa raíz y crece, hay fruto.



Referencia Bibliográfica
Extraído del libro "¿Puedo estar seguro que soy salvo? – PREGUNTAS CRUCIALES –" del Dr. R.C. Sproul 

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