Cómo ser un predicador extraordinario

Predicador con libro en la mano

Predicador apto y sermón extraordinario van de la mano. No existe sermón poderoso independiente de la vida y la persona de quien lo predica. Así como el vaso limpio hace posible que el contenido que se deposite en él permanezca libre de contaminación, así el predicador idóneo hace posible que el sermón fluya con vigor y pureza.

Requisitos del predicador extraordinario

Es llamado por Dios

Ningún ministro auténtico se ha llamado a sí mismo, tampoco ha sido empujado por otros para que se dedique a esa santa tarea. Es el Señor mismo quien lo ha decidido. Veamos algunos ejemplos bíblicos: "Dios me dijo: «<Yo te elegí antes de que nacieras; te aparté para que hablaras en mi nombre a todas las naciones del mundo»" Jeremías 1:4-5 (TLA), "El Señor le dijo: - Ve, porque él es mi instrumento elegido para llevar mi mensaje a los gentiles y a reyes, como también al pueblo de Israel". Hechos 9:15 (NTV).

Dios hace apto a quien llama al ministerio de la predicación. Se encarga de que quienes le oigan reconozcan que tiene un llamado. Lo paradójico para muchos es que cuando Dios llama al creyente, al principio se rehúsa, se confiesa incapaz, que no califica, pero el Señor tiene sus métodos para a atraerlo con cuerdas de amor, hablarle al oído y convencerlo de tal manera que finalmente le es imposible resistirse. Por contraste, quien se llama a sí mismo fracasará tarde o temprano. El que no es llamado y juega a ser predicador tiene perdida la batalla por anticipado. Sabemos que en el sentido amplio todo creyente es sacerdote y por tanto puede y debe anunciar de alguna manera el mensaje. Todos, en ese sentido, somos heraldos. Pero aquí estoy refiriéndome al llamado específico del ministerio de la Palabra, el ministerio de la predicación y su relación vital con el predicador.

Es convertido

Esta declaración parece innecesaria, porque se da por sentado que el predicador es salvo. Pero la historia demuestra que desde los tiempos bíblicos hubo falsos apóstoles, falsos predicadores, falsos maestros, falsos profetas, falsos pastores.

Hay evidencia en la historia de la iglesia y de la predicación cristiana que hombres impíos han ocupado los púlpitos y las cátedras en las congregaciones y seminarios cristianos. Ello concuerda con la palabra profética en el NT de que los falsos ministros y predicadores aumentarán en los últimos tiempos. Siempre los tendremos. Predicadores vemos, conversiones no sabemos.

Así las cosas, es vital comenzar en casa. Es obligatorio para los que ya predicamos sabernos a nosotros mismos como nacidos de nuevo y que no somos predicadores por herencia o por una especie de sucesión apostólica sin más. No podemos predicar con autoridad la salvación si nosotros no hemos sido salvos. "La mano que trata de limpiar algo es menester que esté limpia...si vuestra sal no tiene sabor cómo podemos sazonar con ella". El predicador no convertido es como nube sin agua, como un árbol sin frutos. "Dios nunca ha salvado a nadie porque sea predicador, ni porque tenga habilidad para ello, sino porque ha sido un hombre justificado y santificado y en consecuencia fiel en el trabajo de su Señor", (Spurgeon, 1987).

Juan Wesley manifestó que dentro de las congregaciones hay personas que asisten, pero no son salvas. Comenzando con algunos predicadores. Con esta alusión se refería a su experiencia de haber nacido en un hogar cristiano, crecido en la iglesia y haber predicado, pero sin haberse sentido salvo. Hasta que ocurrió aquel gran momento en el cual se percató que era un pecador impenitente, se arrepintió de corazón y sintió la seguridad de que era salvo y que todos sus pecados habían sido perdonados.

Es imprescindible que todo predicador se sepa a sí mismo como un pecador arrepentido, perdonado, transformado y tenga la seguridad de salvación.

Conocimientos fundamentales del predicador sobre la predicación

Conoce que Jesucristo es el paradigma de la predicación En la persona de Jesucristo han conocido el culmen la comunicación, el diálogo, el encuentro entre Dios y el hombre medio de la proclamación. Él es Dios y hombre. por Como Dios puede tomar la iniciativa de salvar al hombre, y como hombre conoce la realidad humana y puede llevar al hombre a Dios.

La función reveladora de Jesús el Cristo no se limita a la encarnación como una base doctrinal fundamental teología. Se extiende a sus enseñanzas, su didáctica, su predicación, su ejemplo, que son un modelo singular de para la comunicación y predicación. A Jesús se le puede llamar "El gran comunicador". Es un verdadero maestro y un excelente orador.

Jesús es maestro en técnicas de comunicación. Jesús conoce perfectamente a su interlocutor. Conoce el alma humana, sus necesidades, sus conflictos, sus decepciones, sus frustraciones y sus anhelos. Sobre la base de este conocimiento utilizó los mejores recursos de comunicación a su alcance.

Hoy sabemos que los evangelios contienen la narración de la vida y el ministerio del carpintero de Galilea. Pero al principio estas enseñanzas se impartieron en forma de diálogos y conversaciones. Jesús nunca escribió un libro. Pero se comunicaba perfectamente con eruditos, sabios, amas de casa, pastores de ovejas, artesanos, tejedores, comerciantes y pescadores. Todos sus oyentes comprendían sus enseñanzas. Rompió con los moldes tradicionales de la enseñanza y la oratoria encajonadas. Los evangelios lo muestran como el predicador que lleva el mensaje a todas partes: "Y Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia" (Mateo 9:35)

El lenguaje que Jesús utilizó era el que la gente común y corriente entendía. Jesús les habló en forma de dialogo amigable y con palabras de uso cotidiano para que comprendieran la importancia del mensaje que les trasladaba. Por ello sus parábolas, historias y ejemplos inquietan aún al hombre de hoy. Invitan a ser leídas por los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos. Estas suenan como noticias del día que se escuchan a través de la radio, la prensa, la televisión e internet. (Jaramillo, 1998)

Aunque en los tiempos de Jesús no existían esos medios de comunicación masiva, Jesús supo cautivar a sus oyentes con un lenguaje imágenes inigualables. Fue e extraordinariamente efectivo en su predicación. La hermosura, nobleza, sencillez y profundidad de su mensaje llegó a los corazones de todas las personas que lo escucharon. Es cierto que unos rechazaron su mensaje, pero no fue porque no entendieron, sino porque endurecieron su corazón. Pero éstos mismos, admiraban la doctrina de Jesús y la forma de comunicarla. Algunos de ellos dijeron frases como éstas: "Nadie ha hablado como este", "Jesús enseña como con autoridad y no como los escribas."

Jesús utilizó los mejores recursos didácticos y las mejores técnicas de comunicación para ser efectivo en su mensaje de las "buenas noticias" que trae el evangelio. Usó las parábolas, que son ejemplos terrenales de la vida diaria para enseñarnos verdades espirituales del Reino. Parábolas tan reales y conmovedoras para los oyentes como la del sembrador, la del hijo pródigo, la moneda perdida, la oveja perdida. Usó el símil, que consiste en una comparación formal entre dos objetos, tal como lo muestra el pasaje en que Jesús se lamenta sobre Jerusalén: "¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!" (Lucas 15, Mateo 23.27)

Jesús también utilizó la metáfora, que es una comparación implícita que no se extiende formalmente como el símil, no aparece la palabra "como", pero si es más breve y, en consecuencia, más aguda. (Martínez, 1987)

Jesús usó principalmente las metáforas para describir características esenciales de su persona: "Yo soy la luz del mundo", "Yo soy la puerta", "Yo soy el Buen Pastor" (Juan 6:35, 8:12, 10:7). La hipérbole fue una de las figuras del lenguaje preferidas por Jesús. La hipérbole es una exageración evidente que tiene por objeto aumentar el efecto de lo que se dice, (Martínez 1987). Unas de las más conocidas son las siguientes: "Hay también muchas otras cosas que Jesús hizo, las cuales, si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrian" (Jn. 21:25). "Y ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?" (Mt. 7:23) "Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello!" (Mt. 23:24).

Además, Jesús usó de la alegoría. Esta es una sucesión de metáforas, generalmente combinadas en una forma de narración, de cuyo significado literal se prescinde. En el ejemplo de la alegoría del buen "pastor" en Juan (10:7-18) se observa que las palabras claves son otras metáforas: "oveja", "rebaño", "ladrones" y "bandidos", "asalariado". Cada una de estas expresa figuradamente una realidad de diferente tipo.

Aun cuando el Señor usaba figuras e imágenes en su enseñanza, buscaba las más sencillas: el lenguaje de los niños. Hablaba de manera atractiva, original, positiva, al corazón de las personas, desafiándolas a que tomaran decisiones, para la trasformación de sus vidas. Basta leer la manera en que hablaba con los pescadores acerca de cosas tan comunes para ellos: "Remiendos nuevos en vestidos viejos", "Lámparas que no se encienden para luego colocarlas debajo de la mesa o la cama, o cajón", "Sal de la tierra y luz del mundo."

Otros de los recursos que usó Jesús frecuentemente fueron el diálogo y los proverbios. En cuanto al primero, El tenía la tremenda capacidad para escuchar, interrogar, inquietar y provocar respuestas. Dentro de los diálogos que Jesús llevaba a cabo siempre hizo sacar a sus mismos interlocutores la conclusión de su enseñanza, simplemente preguntándoles. Tal es el caso de Simón el fariseo al cual le contó la historia de los dos deudores a quien el prestamista condonó sus deudas de 500 y 50 denarios o monedas de plata, al final Jesús le preguntó: "Ahora dime, ¿cuál de los dos lo amará más?" Así como este ejemplo existen otros en los evangelios: Cómo el de aquellos que se acercaron para tentarlo preguntándole: "¿Es licito dar tributo al César?" Él les respondió con una petición y una pregunta: "prestadme una moneda" y luego les dijo: "¿De quién es esta inscripción?" Ellos le respondieron: "del César, a lo que Él les contestó:" "Dad, pues al César lo que es del César." En cuanto al segundo, Él utilizó proverbios que se decían antes de que Él naciera. El proverbio es un refrán, terso, breve, punzante y refleja la experiencia popular, algunas veces es jocoso (Virkler, 1981). Por ejemplo, el referido a la enfermedad del cuerpo en aquellos que se dedican a curar las enfermedades: "Médico curate a ti mismo."

Jesús también es un comunicador maestro del contraste. Este funciona a la perfección cuando se refiere a los religiosos legalistas de su tiempo. Los religiosos imponen pesadas cargas a los demás, pero ellos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. Estos mismos son los que "cuelan el mosquito y se tragan el camello". Por eso vienen a ser como sepulcros blanqueados: "limpios por fuera y sucios por dentro". Con estas frases lapidarias enmudeció a los legalistas religiosos.

Jesús es el predicador maestro especialista en el uso de comparaciones e imágenes tomadas de la vida real. El habla de los cuervos que ni siembran ni siegan, ni recogen en graneros, pero que Dios los alimenta. Menciona a los lirios blancos del campo, que no hilan ni tejen, pero que se visten aun con más gloria que Salomón. Echa mano de las imágenes del rayo que resplandece de un extremo a otro extremo, los zorros del campo con sus cuevas, y de los pájaros con sus nidos. Jesús saca de la vida humana una cantera de imágenes como instrumento de su comunicación. En sus relatos aparecen los siervos fieles e infieles, los mayordomos, los pastores, las viudas, los trabajadores, los labradores, los muchachos, los padres y los hijos.

Jesús no solamente ha sido el mejor predicador y maestro que ha existido por sus técnicas y recursos empleados, sino porque su comunicación lleva una implicación "vivencial". Es una comunicación existencial. Esta corre pareja con la vida y la actividad de los oyentes. Invita a vivir el mensaje. Es parte misma del que comunica y del que está dispuesto a recibirlo. Expresiones como estas: "Ve tú y has lo mismo", "Vengan a ver con sus propios ojos" cuando se referían a la forma y el lugar donde vivía Jesús; "Vayan y cuentenle a Juan lo que están viendo y oyendo" cuando las personas estaban recibiendo beneficios al creer en el evangelio. La comunicación vivencial de Jesús se manifestó vívidamente cuando tuvo un encuentro con la samaritana, en el pozo de Jacob; con Zaqueo, el recaudador de impuestos arrepentido de su mala actuación, con la mujer adúltera, con Bartimeo el ciego. En fin, Jesús vive lo que predica (Hoff, 1989). Porque la proclamación de su mensaje no se limita a enseñar verdades o teorías que el mismo no vive. Él afirma ser el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. Tanto sus palabras como sus hechos demuestran hombre para salvar al hombre. que Él es el Dios que se hizo

Toda la comunicación de Jesús estuvo orientada al hombre. Todos podían sentir como tales ante Jesús. Tanto los nobles como los plebeyos, los ricos como los pobres, judíos y griegos, sanos y enfermos podían encontrar comprensión, misericordia gracia y amor. Incluso las mujeres y los niños eran tomados en cuenta por Jesús, pese a que la sociedad de ese tiempo los marginaba. A todos comunicaba con sabiduria su mensaje de oportunidad y salvación. En Jesús pueden encontrar perdón, salud y esperanza. Por todo ello el evangelio que predicó Jesús no pierde vigencia hoy. Todavía siguen siendo buenas noticias para el que las quiere escuchar. El mensaje de Jesús conserva todavía su elocuencia comunicativa que fascina por su sencillez y claridad. Jesús es el auténtico maestro, predicador. Jesús es el paradigma perfecto para todos los predicadores y maestros del evangelio que enfrentan el desafío de predicar el antiguo, pero no anticuado, y poderoso mensaje del evangelio al hombre de hoy.

Conoce la primacía de la predicación

La proclamación del evangelio es el punto focal de la misión del predicador. Es la tarea más sublime sobre la tierra que se le ha concedido. Es en ella que deben concentrarse sus fuerzas espirituales, mentales y físicas. Su llamado exige estudio, ejercitación, dominio sobre el arte y la ciencia de la predicación. Debe extenderse al disfrute de la cooperación con el Espíritu santo, la consagración y al crecimiento en la comunión con Jesucristo para encontrar el mensaje oportuno para cada ocasión. (Blatter, Walker, 1994)

El apóstol Pablo sabía de la importancia de la predicación. En el ocaso de su ministerio terrenal el encargo que le da a Timoteo se relaciona directamente con ésta: "Te encargo solemnemente, en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por su manifestación y por su reino: Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción." (2 Timoteo 4:1-2 LBLA)

La predicación ha sido la columna vertebral de la iglesia y su misión. En los escritos post apostólicos, de los padres de la iglesia, y de todas las épocas, hay abundantes testimonios: en la Didajé: "... Allí se leen... los recuerdos de los apóstoles o los escritos de los profetas... luego el que preside, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos a estos bellos ejemplos"; Justino Mártir: "Nos reunimos para leer nuestros escritos sagrados, con las palabras sagradas nutrimos nuestra fe"; Obispo de Lyon: "Nos exponen las Escrituras a nosotros sin ningún peligro, sin blasfemar a Dios, sin deshonrar a los patriarcas o rechazar a los profetas"; Eusebio de Cesarea: "...los discípulos...emprendían viaje y realizaban obra de evangelistas, empeñando su honor en predicar a los que todavía no habían oído la palabra de fe..."; Juan Crisóstomo, llamado el predicador "pico de oro" escribió: "Solo un medio y una cura nos ha sido dado... y ello es la enseñanza de la Palabra"; Francisco de Asis: "...a menos que uno predique donde quiera que vaya, no sirve ir a predicar a ninguna parte"; John Wycliffe: "El servicio más elevado que los hombres pueden alcanzar es predicar la Palabra de Dios"; Erasmo: "La función más importante del sacerdote es la enseñanza, por la cual puede instruir, advertir, reprender y consolar".

La reforma colocó la predicación en un lugar central, porque comprendió que la salvación acontece mediante la Palabra de fe que se predica. Por ello instaló el púlpito más elevado que el altar. Lutero afirmó "Porque predicar a Cristo es alimentar el alma, hacerla recta, liberarla, y salvarla, si ella cree en la predicación"; el puritano Irvonwy Morgan: "Que otros sean obispos, yo tomaré el oficio de predicador, o bien ningún otro"; Cotton Mather: "...el gran designio e intención del oficio de un predicador son restaurar el trono y el dominio de Dios en las almas de los hombres..."; Charles Hodge: "Temo que ninguno de nosotros aprende como debiera el valor del oficio del predicador... el púlpito seguirá siendo el más grandioso medio de alcanzar a la masa humana"; Charles Horne: "El predicador, el cual es mensajero de Dios, es el verdadero señor de la sociedad; no ha sido elegido por la sociedad para gobernarla, sino por Dios para formar sus ideales, y por medio de ellos guiar y regir la sociedad"; Karl Barth, uno de los teólogos más destacados de todos los tiempos declaró "...no existe nada más importante, urgente, de mayor ayuda, o redención, más curativo... que el hablar y escuchar la Palabra de Dios"; Bonhoeffer: "El mundo y todas sus palabras existen por causa de la palabra proclamada. En el sermón se asientan los fundamentos de un nuevo mundo... el predicador debe tener la certeza de que Cristo entra en la congregación mediante las palabras que proclama de la Escritura" (Stott, 2006)

Definiciones de predicación

Así, viene al caso que conozcamos algunas definiciones importantes de predicación:

"La predicación es la comunicación de la verdad divina por un hombre a otros hombres" (Garvie, 1987)

"La predicación es la Palabra de Dios pronunciada por él mismo, utilizando como le parece el servicio de un hombre, que habla en su nombre a sus contemporáneos" (Barth 1980)

"Es la comunicación en forma de discurso oral, del mensaje divino depositado en la Sagrada Escritura, con el poder del Espíritu Santo y a través de una persona idónea, a fin de suplir las necesidades de un auditorio" (Martínez, 1977)

"La predicación es el mensaje de Dios extraído de la Biblia por un hombre, correctamente interpretado, explicado y aplicado a las personas" (Gálvez, 2018)

La predicación bíblica como vemos en esas definiciones, contiene tres elementos: Dios, verdad y personalidad. "Dios, la Biblia y el predicador".

a) Dios en Cristo creador del mensaje.

b) La Biblia que contiene la verdad revelada.

c) El hombre con su propia personalidad difunde el mensaje que recibe, no lo inventa. 

La predicación de la verdad del evangelio es proclamada por un hombre con su personalidad.

Sabe que Dios quiso salvarnos por la locura de la predicación

A Dios se le ocurrió salvar a los hombres de la manera más absurda para la mente humana: "La Predicación". Si fuera el hombre a quien le tocara decidir el modo de salvarse, propondría que fuese por: obras, conocimiento, sabiduría, virtud, comportamiento. También elaboraría una lista de requisitos que la mayoría no llenaría.

En 1 de Corintios 1:21 Pablo expresa como el Señor decide salvarnos: "Pues ya que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los griegos locura".

La predicación es "el acto divino-humano" en el cual los seres humanos en su perdición, son llamados con la palabra de Dios a través de las palabras de un testigo convertido. El mensaje es de procedencia divina, la elaboración del sermón es humana.

Se caracteriza por ser una necesidad impuesta por Cristo. 1 de Corintios 9:16 deja en claro esta urgencia: "¡Ay de mi si no predicare el evangelio!". La predicación está fundamentada en la gran comisión. Mateo 28:19 registra las palabras del Señor a su iglesia al encomendarle la tarea: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio....".

El propósito de toda predicación es la comunicación de la Palabra de Dios a los hombres. Por una parte, es compartir conceptos, actitudes, o experiencias en común con otras personas. Por otra, es comunicar y persuadir, con la ayuda del Espíritu, a personas que todavía no comparten lo que creen los cristianos. (Costas, 1989)

Sabe que la predicación es en esencia comunicación

La predicación como comunicación en sí, involucra un proceso mental y emocional dentro de un contexto de referencia, basado sobre la experiencia de interacción social en la que se comparten ideas, actitudes, sentimientos y emociones. Todo esto con el propósito de influir y cambiar actitudes o comportamientos. En ese sentido, la predicación como proceso de comunicación implica dinámica, movimiento y acción. Además, abarca la generación, la recepción, la interpretación y la integración de ideas. Esto viene a ser una prueba tangible de que los seres humanos se hallan en relación entre sí. Por ello necesitan compartir con otros sus situaciones interiores y externas. El punto es que la finalidad de toda predicación es influir sobre alguien o modificar su conducta, si no se logra ese fin pierde sentido. Cada texto predicable de la Biblia fue inspirado para que ministrara a alguna necesidad humana.

La predicación no es una simple transmisión de ideas respecto a Dios y lo que piensa acerca del mundo. Por el contrario, se encuentran inmersas las actitudes y predisposiciones del predicador hacia sí mismo, la congregación, Dios y su palabra. En ella también participan de manera dinámica las actitudes de la audiencia hacia el predicador y su entorno. En otras palabras, la predicación como proceso comunicativo nunca será un mero dar o recibir estáticos, es una actividad dinámica y una experiencia de interacción social que afecta el espíritu, cuerpo, los sentidos, el pensamiento, la palabra, la conciencia, actitudes, movimientos y acciones, tanto de que predican como los que reciben la predicación. (Costas,1989)

Conoce que la predicación ha de ser bíblica

Es obligatorio que el predicador reconozca que la predicación debe ser bíblica, de un carácter teologal, cristológico, evangélico, antropológico, eclesial, escatológico, persuasivo, espiritual y litúrgico. Debe abarcar los más variados aspectos, comenzado con el amor de Dios, la encarnación, muerte, crucifixión, ascensión, resurrección y glorificación de Cristo, el Espíritu Santo, la iglesia, los eventos futuros profetizados para la consumación del reino, la ética cristiana. La predicación no consiste meramente en sermones moralistas, legalistas, sino en dar a conocer la revelación de Dios en Cristo de la cual da testimonio la palabra de Dios en el poder del Espíritu Santo.

Es oportuno aclarar que, además de la palabra griega Kerigma, que se traduce como predicación o proclamación, existen otros verbos griegos que se traducen al español para indicar el anuncio del evangelio: predicar, hablar, evangelizar, divulgar, pregonar". También se usan otros verbos relacionados con los discursos cristianos que se traducen como "Exhortar, disputar, testificar, afirmar, persuadir, amonestar, profetizar, disertar, enseñar, alegar" (Crane, 1991)

En este escrito la predicación la tomamos en el sentido de una proclamación con autoridad de parte del Señor, de la Escritura, a una audiencia que reconoce la predicación como "La Palabra de Dios proclamada". No la usamos en el sentido de un discurso informal, de un diálogo espontáneo, o de evangelización de persona a persona. 

Conoce los métodos de la predicación

Existen varios métodos para predicar. Los más conocidos son:

a) Predicación sin notas

Se puede predicar esta modalidad de irresponsable y responsable. Aquí me refiero a la manera responsable. El predicador ha invertido mucho tiempo en la lectura, meditación y estudio. Ha elaborado el sermón con esmero, orden, estructura, buen contenido, belleza, eficiencia. Domina el contenido y puede predicarlo sin notas. El predicador que logra usar este método obtiene grandes resultados. Carlos Finney (1792-1875), es un gran ejemplo de este tipo de predicadores. Una de las formas de obtener ideas para elaborar sus sermones era el acercarse a la gente para saber de sus necesidades. Luego determinaba los temas, los meditaba, los estudiaba a profundidad, confiaba en el poder del Espíritu. A la hora de la predicación iba sin notas. Su forma de predicar individual, personalizada, era apasionada con gran capacidad imaginativa para aplicar su mensaje a los oyentes. Se calcula que quinientas mil personas se convirtieron durante su ministerio, (Saint, 1988).

b) Predicación de memoria

En este caso, el predicador ha seguido todos los para una buena elaboración del sermón. Lo memoriza y lo traslada a su audiencia. Es privilegiado el predicador que domina este método.

c) Predicación leida

El predicador lleva a cabo todos los pasos en el orden de elaboración del sermón. Lo escribe completo. Lo lee ante la congregación, haciendo el énfasis necesario y la modulación de la voz en la lectura.

d) Predicación con bosquejo

El predicador sigue los mismos pasos que los anteriores. Se inclina por escribirlo completo, dominarlo, luego escribe un bosquejo que resume el sermón y se guía por éste de manera discreta en la predicación. (Vila, 1990)

Sabe escoger el método adecuado para la predicación

Después de escuchar, ver, y analizar, a varios predicadores, incluyendo una autocrítica; creo que el método ideal, si se realiza bien, es el de predicar sin notas de manera responsable. Pero no todos tenemos ese talento. Lo ideal sería predicar sin notas, elaborar un bosquejo, dominarlo por completo y predicarlo libremente. Pero eso es difícil de lograr, solo algunos predicadores dotados lo pueden realizar.

Desaconsejo el método de la predicación leída. En la historia de la predicación algunos lo usaron con éxito, hoy es más usual en el ámbito de la academia, en conferencias, ponencias, paneles, dentro del contexto de una facultad, en aulas, en congresos. Es provechoso escribir integro el sermón, leerlo y releerlo. Pero a la hora de predicarlo no tendrá el mismo efecto si usted lo lee. Un sermón leido da la impresión que no se domina el tema, que no se vive, que se traslada pura información.

La predicación de memoria es efectiva, pero con alto grado de dificultad para la media de los predicadores. Puede hacerse acompañar de la monotonía y la rigidez oratoria.

A mi criterio, el método más aconsejado para la mayoría es el de predicar con la ayuda mínima, discreta, del bosquejo. Ayuda a trasladar fielmente el contenido de lo elaborado en el sermón, sin hacer digresiones, ni olvidar partes esenciales. Permite un mejor manejo del tiempo, da seguridad al predicador porque trasladará exactamente lo que ha preparado.

Eso sí, el bosquejo debe ser un resumen fiel de todo el sermón preparado, con rasgos definidos, proporcionados y ya en el púlpito el predicador se guía de manera prudente por los puntos del bosquejo.

Es pertinente que los predicadores que usamos notas debemos predicar sin una dependencia absoluta del bosquejo. Es solo una guía. Nuestra comunicación visual con la audiencia es importante, mirándola panorámicamente de manera constante, esto no es posible si tenemos pegados los ojos sobre el bosquejo.

Conoce las necesidades de su congregación

Aquí me refiero al pastor predicador. Aquel que cuida, guía, acompaña, visita, aconseja a sus ovejas y las alimenta los domingos por medio de la predicación. Se interesa por sus necesidades, sus problemas, inclinaciones y desafíos. Procura ser efectivo en dar respuestas desde la Biblia a través de la elaboración y la presentación del sermón.

"Para mí es importante entender los intereses de las personas y así poder hablar en su propio idioma. Si quiero decir algo que resulte interesante para mis oyentes." (Briscoe, 2008)

El elaborar sermones destacados y ser bien recibidos por la audiencia, se asemeja a la buena semilla de la parábola del sembrador con la clase de tierra en la que cae. Es pertinente que el predicador sepa, hasta donde sea posible, sobre qué tierra caerán las semillas de sus predicaciones.


Libro: "Consejos para convertir sermones ordinarios en extraordinarios" del Dr. Rigoberto Galvez

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