Cuando estemos sufriendo, jamás acusemos a Dios | Thomas Brooks

Cuando estemos sufriendo, jamás acusemos a Dios | Thomas Brooks

Esta verdad considera amargamente a aquellos que acusan a Dios neciamente en el día de su adversidad. «¿Por qué ha de quejarse el ser viviente?» (Lm. 3:39 NBLH). Aquel que ha merecido ser ahorcado, no tiene ninguna razón para acusar al juez de crueldad si escapa con azotes.

Y nosotros, que hemos merecido una condenación, no tenemos ninguna razón para acusar a Dios de ser muy severo si escapamos con azotes paternales

Salmos 1:2: «En la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche».

Salmos 77:7: «¿Desechará el Señor para siempre, y no volverá más a sernos propicio?»

Lamentaciones 1:12: «¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor».

En vez de que el hombre acepte la culpa y se avergüence silenciosamente por su propia necedad, se la atribuirá a Dios mismo (cf. Gn. 3:12). Es algo muy malo que vayamos a acusar a Dios para que podamos excusarnos a nosotros mismos y nos libremos de la culpa para que culpemos a nuestro Dios o echemos la culpa en cualquier parte en vez de sobre nuestros propios corazones y caminos. Job fue un hombre de un espíritu más noble: «En todo esto Job no pecó ni culpó a Dios» (Job 1:22 NBLH).

Cuando Dios castiga a algunos hombres para traerlos a casa, entonces acusan a Dios neciamente. Estos lo ponen a llevar el peso y la culpa de todo. Pero esto será amargo al final. Cuando están bajo la aflicción, pueden humildemente decirle a Dios que sienten Su mano pesada, pero no deben culparlo porque Su mano está pesada. Ningún hombre ha sido capaz todavía de irle bien acusando a Dios, ¿y ustedes serán capaces? ¡Ciertamente no!

Al acusar a Dios neciamente en el día de sus calamidades, no hacen sino provocar al Señor a que los castigue de pies a cabeza, más intensa y furiosamente, con sus dardos más mortíferos de renovada miseria. Es su mayor sabiduría que culpen a sus pecados y que pongan sus manos sobre sus bocas, pues ¿por qué la insensatez acusa a la inocencia? El hombre que se atreve a acusar a Dios mismo por poner Su mano sobre él, está lejos de enmudecer o guardar silencio bajo la mano de Dios.

Tomado del libro de Thomas Brooks “El cristiano enmudecido bajo la disciplina de Dios”, vea detalles del libro HACIENDO CLIC AQUÍ.



* Thomas Brooks (1608-1680): Predicador congregacional; autor de Preciosos remedios contra las artimañas de Satanás (Precious Remedies against Satan’s Devices).

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