En contraste con la doctrina del monarquianismo, Arrio, presbítero en la iglesia de Alejandría, sostenía que Cristo había sido creado por el Padre antes que toda otra criatura; que no era eterno y que, por lo tanto, no podía ser mirado como igual a Dios. Él afirmó: "El Hijo tiene principio. Dios es sin principio."
Sin embargo, los arrianistas enseñaban que, al haberle dado Dios tanta gloria y honra, los hombres debían considerarlo como Dios y rendirle culto. Arrio no intentaba de ningún modo aminorar la gloria de Cristo, sino dar énfasis al monoteísmo. Sin embargo, su doctrina niega todo lo que el Nuevo Testamento enseña sobre la divinidad de Cristo. Este pensamiento doctrinal, es seguido al pie de la letra por los modernos "Testigos de Jehová".
Si la Iglesia se hubiera convencido de que la enseñanza de Arrio era correcta, habría quedado con la idea de que hay dos dioses, uno superior al otro. Habría sostenido la doctrina pagana de que debemos adorar a una criatura. Si sus ideas hubieran prevalecido hasta llegar a formar parte del credo del cristianismo ortodoxo, se habría destruido el fundamento de la fe cristiana. No habría un mediador adecuado entre Dios y el hombre, pues Jesús no sería ni Dios ni hombre. Habría significado que Dios mismo era inaccesible, inabordable y apartado del hombre.