SALVACIÓN DE PECAR | CHARLES SPURGEON


Persona, libertad

Capítulo 4

Quisiera decir unas cuantas palabras sencillas a los que comprenden la idea de la justificación por la fe en Cristo Jesús, pero cuya dificultad consiste en no poder dejar de pecar. No es posible que nos sintamos felices, descansados y espiritualmente sanos hasta que llegamos a ser santificados. Es preciso que seamos librados del dominio del pecado. Pero, ¿cómo se realiza esto? Es este un asunto de vida o muerte para muchos. La naturaleza vieja es muy fuerte y la han procurado refrenar y domar; pero no quiere ceder, y aunque deseosos de mejorarse, se hallan peor que antes. El corazón es tan duro, la voluntad tan rebelde, la pasión tan ardiente, los pensamientos tan ligeros, la imaginación tan indomable, los deseos tan incultos que el hombre despierto siente que lleva en su interior una cueva de bestias salvajes que acabaran por devorarle antes que él logre ejercer dominio sobre ellas. Respecto a mestra naturaleza caida podemos decir nosotros lo que dijo el Señor a Job, del monstruo marino: Jugarás tu con él como con un pájaro, o lo atarás para tus ninas?» (Job.41:5). Más fácil seria para el hombre poder detener con la mano el viento que refrenar por su propia fuerza los poderes tempestuosos que moran en su naturaleza caída. Esta es una empresa mayor que cualquiera de las fabulosas de Hércules: aquí se necesita a Dios, el Todopoderoso.

«Yo podría creer que Jesús me perdonara el pecado, dice alguien, pero lo que me molesta es que vuelvo a pecar y que existen inclinaciones terribles al mal en mi ser. Tan cierto como la piedra arrojada al aire, pronto vuelve a caer, así yo, aunque por la predicación poderosa sea elevado al cielo, vuelvo a caer de nuevo en mi estado de Insensibilidad. Fácilmente quedo encantado por los ojos de basilisco del pecado permaneciendo bajo el encanto, solo la providencia me hace escapar de mi propia locura.

Estimado amigo, si la salvación no se ocupara de esta parte de nuestro pecado de ruina, resultaria una cosa por demás tristemente defectuosa. Como deseamos ser perdonados, deseamos también ser purificados. La justificación sin la santificación no sería salvación de ningún modo. Tal salvación llamaría al leproso limpio, dejándole morir de lepra; perdonaría la rebelión, dejando al rebelde permanecer enemigo del soberano. Alejaría las consecuencias descuidando y sin fin. Impediria por un momento el curso del río, dejando abierta la fuente de contaminación. de modo que más o menos pronto se abriría una salida con mayor fuerza. Acuérdate que el Señor Jesús vino a quitar el pecado de tres maneras: vino a salvar de la culpa del pecado, del poder del pecado, y de la presencia del pecado. En seguida te es posible llegar a la segunda parte: el poder del pecado se puede quebrantar inmediatamente; y asi estarás en el camino a la tercera parte, la salvación de la presencia del El ángel dijo del Señor. «Llamarás su nombre Jesus, porque el salvará a su pueblo de sus pecados» (Mat 1:21). Nuestro Señor Jesus vino para destruir en nosotros las obras del diablo. Lo que se dijo en el nacimiento de nuestro Señor, se declaró también en su muerte; porque al abrirse su costado, salió sangre y agua para significar la doble cura por la cual quedamos salvos de la culpa y la contaminación del pecado.

Si no obstante te apenan el poder del pecado y las inclinaciones de tu naturaleza, como bien pude ser el caso, aquí hay para ti una promesa. Confia en ella, porque forma parte de ese pacto de gracia que está en todo ordenado y firme. Dios que no puede mentir ha declarado en el libro de Ezequiel 36:26: Os dare corazón nuevo, y pondré espiritu nuevo dentro de vosotros, y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne.» Como ves, en todo entra el Yo Divino: Yo dare pondré quitaré daré. Tal es el modo real de actuar del Rey de reyes, siempre poderoso para ejecutar al punto su soberana voluntad. Ninguna de sus palabras quedara sin cumplir.

Bien sabe el Señor que tu no puedes cambiar tu propio corazón, ni limpiar tu propia naturaleza, pero también sabe que el él es poderoso para hacer ambas cosas. Dios puede cambiar la piel del etiope y extraer las manchas del leopardo. Oye esto, cree y admiralo, él te puede crear de nuevo, hacer que nazcas de nuevo. Esto es un milagro estar al pie de las cascadas del Niagara, y con una palabra manda a la corriente volver atrás y subir arriba el gran precipicio sobre el cual hoy se lanza con poder fantástico. Únicamente el omnipotente poder de Dios podía hacer tal milagro; sin embargo, ese no sería más que un paralelo adecuado a lo que sucedería, si se hiciera retroceder del todo el curso de la naturaleza. Para Dios todo es posible. Él es poderoso para volver atrás el curso de tus deseos, la corriente de tu vida, de modo que en lugar de bajar alejándote de Dios, tengas la tendencia de subir acercándote a Dios. Esto es en realidad lo que el Señor ha prometido hacer con todos los incluidos en el pacto, y sabemos por las Escrituras que todos los creyentes están incluidos en el. Leamos de nuevo sus palabras en Ezequiel 36:26. Os daré corazón nuevo, y pondré espiritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne

Cuan maravillosa es esta promesa! Y en Cristo es el si» y «el amen» para la gloria de Dios por nosotros. Hagámosla nuestra, aceptandola como verdadera, apropiándonosla bien. Asi se cumplira, y en días y años venideros tendremos que cantar del cambio maravilloso que ha obrado la soberana gracia en nosotros.

Muy digno de consideración es el hecho de que, quitando el Señor el corazón de piedra, queda quitado, y cuando esto una vez sea hecho, ningún poder conocido podria jamás quitarnos ese corazón nuevo que nos da y ese espiritu recto que nos infunde. «Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios» (Rom. 11:29), es decir, sin arrepentimiento, o cambio de parecer, de parte de Dios, no quitando lo que una vez ha dado. Permite que te renueve y quedarás renovado. Las reformas y limpiezas que emprende el hombre, pronto terminan, porque el perro vuelve a su vómito; pero cuando Dios nos da corazón nuevo, este nos queda para siempre, ni se volverá piedra otra vez. En esto debemos regocijarnos para siempre, entendiendo lo que crea Dios en su reino de gracia.

Para aclarar este asunto de un modo sencillo, has oido la comparación del señor Rowland Hill, acerca del gato y el puerco? Te lo contaré al estilo propio para llustrar las palabras gráficas del Salvador: «Os es necesario nacer otra vez (Juan 3:17). ¿Ves ese galo? ¡Cuán limpio es! ¿Ves cómo hábilmente se lava con la lengua y las patas? De verdad, ofrece una vista bonita. ¿Has visto alguna vez a un puerco hacer lo mismo? Claro que no! Tal cosa seria contra la naturaleza del puerco. Este prefiere revolcarse en el lodo. Ensetta al puerco a lavarse, y verás cuán poco éxito tendrás. Sería mejora sanitaria, de gran valor si los puercos aprendieran limpieza y asco. Enséñales a lavarse y limpiarse como hacen los gatos. (Trabajo inútil! Puedes limpiar al puerco a la fuerza, pero en seguida volverá a enlodarse, quedando tan sucio como antes. El único modo de hacer que se lave el puerco, como el gato, consiste en transformarlo en gato. Solo así, entonces se lavará y se limpiara, pero no antes supongamos realizada la transformación; lo que antes era imposible o dificil, ahora es fácil, muy fácil, el puerco será de ahora en adelante capaz para entrar a la sala y dormir sobre la alfombra al lado de la chimenea. Así sucede con el impio; ni le puedes forzar a hacer lo que el hombre renovado hace de muy buena voluntad. Puedes enseñar al impio, proporcionandole buenos ejemplos, pero es incapaz de aprender el arte de la santidad, por cuanto carece de facultad y mente para ello; su naturaleza le lleva por otro camino. Cuando Dios le transforma en hombre nuevo, todo cambia de aspecto. Tan marcado es tal cambio que of a un convertido decir «O todo el mundo ha cambiado o he cambiado yo. La nueva naturaleza sigue en pos del bien tan naturalmente como la vieja naturaleza anda en pos del mal. ¡Cuán grande bendición es obtener esta naturaleza nueva! Unicamente el Espiritu Santo te lo puede infundir.

¿Te has fijado alguna vez en lo maravilloso del caso cuando el Señor imparte un corazón nuevo y espíritu recto al hombre perdido? Has visto, quizá una langosta que, peleándose con otra, ha perdido una pata, habiéndole crecido después una nueva. Cosa admirable es esto, pero muchísimo más maravilloso es que al hombre se le de un corazón nuevo. Esto, sí que es un milagro, un hecho que sobrepasa todo poder de la naturaleza. Allí está un árbol. Si cortas una de sus ramas, otra podrá crecer en su lugar; pero ¿puedes cambiar su naturaleza, puedes volver dulce la savia amarga, puedes hacer que el espino produzca higos? Podrás injertarle algo mejor. siendo esta la semejanza que la naturaleza nos ofrece de la obra de la gracia; pero el cambiar en absoluto la savia vital del árbol, esto sería un milagro de verdad. Tal prodigio y misterio de poder actúa en Dios en todos los que creen en Cristo Jesus.

Si te sometes a su operación Divina, el Señor transformará tu ser. Él someterà la naturaleza vieja, y te infundira vida mueva. Confía en el Señor Jesus y él quitará de tu carne el corazón duro de piedra, dándote corazón blando como de carne. Todo lo duro será blando, todo lo vicioso, virtuoso, toda inclinación hacia abajo se elevará con fuerza viva hacia arriba. El león. furioso dará lugar al cordero manso; el cuervo inmundo huirá de la paloma blanca; la serpiente engañosa quedarà aplastada bajo el pie de la verdad.

Con mis propios ojos he visto tales cambios admirables del carácter moral y espiritual que no desespero de la maldad de nadie. Si no fuera indecoroso, Indicaria a mujeres impuras, hoy puras como la blanca nieve, y a hombres blasfemos que actualmente alegran a todos por su conducta y devoción. Los ladrones se transforman en personas honradas, los borrachos en sobrios, los mentirosos en veraces, los burladores en personas sensatas celosas por la causa del Señor. Dondequiera que la gracia de Dios se haya manifestado, ha enseñado al hombre a renunciar a la impiedad y los deseos mundanos, y a vivir templado, justo y santamente en esta época mala; y estimado lector, lo mismo hará la gracia para ti.

Yo no puedo efectuar este cambio, me dirás. ¿Quién ha dicho que puedes? Las Escrituras que hemos citado, no hablan de lo que hará el hombre, sino de lo que hará Dios, y a él corresponde cumplir su Palabra en ti, y ciertamente lo hará.

¿Pero como se hará? ¿Para que lo quieres saber? ¿Será necesario que Dios explique su modo de actuar antes de que creas en él? Su proceder en este caso es un gran misterio, el Espíritu Santo lo lleva a cabo. El que ha hecho la promesa es el responsable de su cumplimiento, y su capacidad corresponde perfectamente al caso. Dios que promete efectuar tan asombrosa operación, lo llevará a cabo, sin duda alguna, en todos cuantos por fe reciban a Jesús, porque leemos que «a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:11).

¡Qué Dios haga que lo creas! ¡Ojalá que dieras al Señor de gracia el honor merecido de creer que él puede y quiere hacer esto en ti, por gran milagro que fuera! ¡Ojalá que creyeras que Dios no puede mentir! ¡Ojalá que confiaras en él, a fin de que te diera un corazón nuevo y un espíritu recto, ya que él es poderoso para hacerlo! ¡Que el Señor te conceda fe en sus promesas, fe en su Hijo., fe en el Espíritu Santo, fe en él mismo! Así sea. Y a él serán dadas alabanza, honra y gloria para siempre. Amen.


Referencia Bibliográfica
Extraído del libro Solamente por gracia de Charles Spurgeon


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