El carácter de Jesucristo (1) | Lección 17 | Cristología

El carácter de Jesucristo (1) | Lección 17 | Cristología

El análisis del carácter de Jesucristo requeriría un volumen aparte. Sólo podemos trazar aquí sumariamente algunos rasgos, como su fortaleza, su ternura, su libertad, su santidad admirable, etc.

1. Personalidad de Jesucristo.

Al hablar ahora de la personalidad de Jesucristo, no entendemos el término «personalidad por lo que significa para la unidad de Cristo como ser individual, sino en el sentido en que se toma cuando decimos de alguien que tiene mucha personalidad». En esta acepción lo toma el Prof. Griffith Thomas cuando dice que «la personalidad es la cosa más alta en la vida, y también la más interesante, atractiva, fascinante». En Jn. 1:14 leemos: «Y vimos su gloria.... lleno de gracia y de verdad». Aunque este binomio equivale a «misericordia y fidelidad», puede, no obstante, admitirse que Jesús poseía también una gracia inimitable que resplandecía en todo su ser y obrar y que encarnaba la verdad de tal forma y en tal grado, que toda su vida estaba caracterizada por una realidad total, sincera y genuina.

2. El equilibrio psíquico-moral de Jesús.

Hay un proverbio que dice: «No hay hombre grande para su ayuda de cámara». También podría acuñarse otro proverbio de la manera siguiente: «No existe un verdadero genio sin alguna rareza». Sin embargo, los que escribieron la vida de Jesús, inspirados por Dios, nos presentan, dentro de la sincera sobriedad de sus relatos, algo así como «un cuadro de perfección», sin extenderse, por otra parte, en alabanzas o ditirambos. Las gentes decían de él: «Todo lo hizo bien. ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!» «Más éste nada impropio hizo», etc.

La coexistencia de contrarios difíciles de compaginar dentro de un ser humano, nos da también la medida del carácter sobrehumano de Jesucristo. En efecto, es muy difícil que se dé la gracia sin debilidad; la verdad sin severidad; la fuerza sin violencia; la autoridad sin imposición: la proporción sin exageración meticulosa; la grandeza sin altivez; la integridad moral sin falso puritanismo; la fortaleza sin opresión; la alegría sin ligerezas; la sociabilidad sin disipación: la espiritualidad sin ascetismo; la responsabilidad sin preocupación excesiva; la libertad sin libertinaje; la tristeza sin depresión; el fervor sin fanatismo.

Unir a un mismo tiempo, en una misma persona, fortaleza y prudencia, ternura y coraje, amor y pureza, etc., sólo es dado a los grandes paradigmas de rectitud moral y de equilibrio psicofísico. Unir todos los contrarios virtuosos en perfecta conjugación es propio exclusivamente del Dios-Hombre. El fallo, por mínimo que sea, aflora en cualquier instante. Como dice Santiago (3:2): «todos ofendemos (ptaiomen tropezamos) muchas veces» (mejor, en muchas cosas).

3. El equilibrio psicofísico de Jesús.

Hay quienes se han atrevido a tachar a Jesús de homosexual, quizá por lo del «discípulo amado», ignorando que el verbo griego índica amor superior, celestial, no el eros de la concupiscencia, y que a Jesús también le solían acompañar mujeres, quienes le cuidaban y servían.

Por otra parte, es falsa y distorsionada la imagen que de su relación con la Magdalena nos han presentado biografías y filmes (Renán, Miró, Jesucristo Superstar, etc.), como si se tratara de dos amantes cualesquiera. No hay un atisbo siquiera, en el texto sagrado, que de pie a tachar a Jesús ni de lo primero ni de lo segundo.

Como perfecto reflejo del Padre (Jn. 14:9), Jesús unía en sí todo lo mejor de la virilidad y de la femineidad: cabeza y corazón, raciocinio y sentimiento, iniciativa y receptividad; era el HOMBRE TOTAL, sin ser hermafrodita: la perfecta imagen y semejanza de Dios (V. Gen, 1:27).

Una pregunta curiosa: ¿Por qué no se casó Jesús? «No porque el matrimonio sea deshonroso (V. Heb. 13:4), ni aun siquiera para estar así siempre y en todo disponible para todos, enteramente comestible», en frase de P. Claudel. La raíz es mucho más honda, como ha mostrado A. Ma. Javierre: «... el Hijo es virgen porque el Padre tiene una paternidad tan radical y absoluta que no deja lugar para otra generación ni en el interior de la Trinidad ni en la misión del Hijo. En efecto, no podemos olvidar que en Jesús había una sola persona: la del Verbo de Dios. Si Jesucristo hubiese engendrado hijos según la carne, éstos habrían sido realmente hijos del Hijo de Dios y, por tanto, nietos del Padre. Demasiado grotesco!».

4. Libertad de Jesucristo.

Jesucristo, como ya dijimos en otro lugar al hablar de su voluntad humana, poseía, perfecta libertad verdadera, pues su constitución psicofísica era perfecta. Cómo se compagina su libertad perfecta con su obediencia absoluta al Padre y con su impecabilidad metafisica lo veremos en la lección siguiente.


Únete a nuestros Canales de Difusión en Instagram o WhatsApp, para adquirir más recursos cristianos. También puedes seguirnos en Facebook y suscribirte a nuestro Canal de YouTube.

Publicar un comentario

Gracias por comunicarte con nosotros.

Artículo Anterior Artículo Siguiente