Arminianismo moderado o wesleyano

Jacobo arminio

El Arminianismo

Al hablar de Arminianismo, es preciso distinguir entre el típico y radical, surgido en Holanda, y el moderado o wesleyano, del que nos ocuparemos a continuación.

Arminio (Jacobo Hermandzoon, 1560 - 1609), fue un teólogo holandés, discípulo de T. Beza y en un principio fue calvinista estricto, pero después se convirtió en un ferviente opositor del Calvinismo, llegando a tomar una posición cercana al Semipelagianismo. En algunos puntos, el Arminianismo se parece a la posición molinista; en otros, a la posición defendida por Alfonso de Ligorio. Podemos resumir así la doctrina arminiana:

A) El pecado de Adán no se imputa a sus descendientes como pecado propiamente dicho, sino como una enfermedad de la naturaleza, por la que el hombre no queda condenado, aunque sí inhabilitado para alcanzar la vida eterna y descubrir por sí mismo el camino de la salvación. Le queda, sin embargo, el libre albedrío suficientemente sano como para disponerse en alguna medida a la conversión.

B) El Espíritu Santo da a todos los hombres la gracia suficiente para poder contrarrestar los efectos del pecado y cooperar a la regeneración espiritual. El que hace buen uso de esta gracia común o suficiente, recibe la gracia eficaz de la obediencia evangélica. Si resiste a la gracia, el hombre se hace responsable de su no-regeneración. El que progresa por el camino de la obediencia evangélica, puede llegar a participar de la gracia, todavía mayor, de la perseverancia final.

C) Por consiguiente, el arminianismo no cree en la predestinación ni en la reprobación, sino que la elección divina se basa en la presciencia de la fe, obediencia y perseverancia, mientras que la reprobación se basa en la presciencia de la incredulidad, desobediencia y persistencia en el pecado.

John Wesley

John Wesley (1703-1791) defendió un arminianismo moderado. Su doctrina puede resumirse así:

A) El pecado original no es meramente una enfermedad de la naturaleza, como Arminio pretendía, sino pecado en toda su realidad y, por tanto, constituye al hombre reo en la presencia de Dios. Así que el pecado de Adán es imputado de verdad a sus descendientes. Pero este reato original ha quedado cancelado por la expiación general llevada a cabo por Jesucristo en el Calvario.

B) El hombre, por naturaleza, está totalmente depravado y no tiene capacidad alguna para cooperar con la gracia de Dios, pero, en virtud de la redención universal llevada a cabo por Jesucristo, todos los hombres tienen a su alcance la gracia suficiente para poder volverse hacia Dios con fe y arrepentimiento.

C) Existe en Dios una voluntad antecedente universal de salvación, o sea, Dios quiere que todos los hombres sean salvos; por eso, aunque por naturaleza no pueden usar su albe-drío para el bien, Dios ofrece a todos, en virtud de la obra de Cristo en el Calvario, la gracia que les hace libres y con la cual pueden aceptar o rechazar el mensaje de la salvación. No existen decretos divinos que predestinen infaliblemente, desde la eternidad, al Cielo o al Infierno.

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