El Calvinismo sostiene la elección y la predestinación divinas como lógicamente anteriores a la presciencia y hace énfasis en la libre y soberana iniciativa de Dios. Dios llama y atrae irresistiblemente a los que quiere salvar, otorgándoles una gracia eficaz que quiebra la resistencia de la voluntad humana. Comoquiera que el hombre, por el pecado, es un cadáver en el orden espiritual y nada puede hacer por sí mismo, ni para disponerse a la justificación ni para cooperar a ella, el Espíritu Santo produce la regeneración espiritual en el interior de los que se han de salvar. Una vez vivos, pueden ver (Jn. 3:3) el Reino de Dios, o sea, creer con fe salvífica y ser justificados. La iniciativa divina se mantiene a todo lo largo de la obra de la salvación.
El Calvinismo auténtico, o sea, el que sigue en todo la línea doctrinal de Calvino, suele resumirse en los siguientes cinco puntos:
(a) La total depravación del hombre por la caída original.
(b) La elección eterna e incondicional de los que han de ser salvos.
(c) La redención limitada: Cristo murió sólo por los que han de ser salvos.
(d) El llamamiento eficaz a la salvación.
(e) La perseverancia final de los elegidos, debida a la preservación divina.
En el Calvinismo suelen distinguirse dos tendencias:
A") Los Supralapsarios o Ultracalvinistas (llamados también Hipercalvinistas) que ponen el decreto de elegir a los que han de ser salvos como lógicamente anterior al decreto de crear al hombre y de permitir el pecado original. De este modo, Dios destina a unos hombres al Cielo y a otros. al Infierno en un decreto lógicamente anterior al de la existencia de la raza humana (incluso, anterior a la creación del mundo). Por tanto, admite no sólo una predestinación, sino también una reprobación positiva. No se otorga otra gracia que la gracia eficaz que salva a los elegidos, a los que Dios mira con complacencia desde toda la eternidad. Este sistema hace del Dios infinitamente bueno, justo y misericordioso, un tirano arbitrario que destina a la condenación a seres humanos antes de que sean previstos como existentes y, por tanto, como pecadores merecedores de condenación. Tampoco se compagina con Ef. 2:3, donde Pablo se incluye a sí mismo (un elegido) entre los que "en otro tiempo... éramos por naturaleza hijos de ira". Una cosa es ser objeto de la benevolencia divina, cuando alguien ha sido elegido desde la eternidad para ser salvo; y otra cosa muy distinta es ser objeto de la complacencia divina cuando todavía se es pecador y rebelde. Confundir ambas cosas es confundir el orden de la intención con el de la ejecución.
B") Los Infralapsarios ponen el decreto de crear al hombre y de permitir el pecado original como lógicamente anterior al decreto de elegir a los que han de creer y ser salvos. De esta forma, hay una predestinación eterna para los elegidos, pero la reprobación de los condenados es negativa, es decir, no es intentada directamente, sino permitida a consecuencia del estado de perdición en que Dios contempla ya a la raza humana. En otras palabras, para evitar una confusión frecuente, diremos que Dios no distribuye en dos montones a los hombres que determina crear: unos, para el Cielo; otros, para el Infierno; sino que, suponiendo ya a toda la raza humana caída en la corrupción ("infra lapsum" = después de la caída), elige con soberana libertad y por pura misericordia el salvar a algunos, dejando justamente a otros en el camino de la condenación a la que voluntariamente se dirigen. Esta es la tendencia que mejor se compagina con las enseñanzas de la Escritura y con la auténtica doctrina de Calvino. Los infralapsarios, en general, admiten una gracia común, no eficaz ni salvífica, y una oferta común de salvación mediante la predicación del mensaje de la Buena Noticia a todos los hombres.
Un Calvinismo rebajado
Partiendo precisamente de esta común oferta de salvación, patente en el Nuevo Testamento (baste con citar 1.ª Tim. 2:4), un grupo de Calvinistas moderados, llamados también Fuleristas (de Andrew Fuller), introducen una importante variante en el orden de los decretos divinos, negando el punto 3.º del Calvinismo clásico (la redención limitada) y poniendo el decreto de proveer salvación para todos los hombres por delante del decreto de elegir a los que han de creer y ser salvos. De esta forma se salvaguarda la voluntad salvífica antecedente universal de Dios y el valor absoluto de la redención de Cristo, de acuerdo con 2 Cor. 5:19, que establece una reconciliación universal en tiempo pasado ("estaba..."). en contraste con el "Reconciliaos con Dios", del versículo siguiente. De esta forma se puede decir que Jesucristo murió por todos, aunque no a todos se aplica eficazmente el fruto de la Redención.
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