Hemos visto que la regeneración es obra del Espíritu Santo mediante la cual se cambia la inclinación del alma. Pero el Espíritu Santo no solo nos cambia a través de la regeneración, sino que hace otras cosas que son importantes para nuestra seguridad de salvación. En 2 Corintios 5:1-5 leemos:
"Bien sabemos que si se deshace nuestra casa terrenal, es decir, esta tienda que es nuestro cuerpo, en los cielos tenemos de Dios un edificio, una casa eterna, la cual no fue hecha por manos humanas. Y por esto también suspiramos y anhelamos ser revestidos de nuestra casa celestial; ya que así se nos encontrará vestidos y no desnudos. Los que estamos en esta tienda, que es nuestro cuerpo, gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desvestidos, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Pero Dios es quien nos hizo para este fin, y quien nos dio su Espíritu en garantía de lo que habremos de recibir."
Otras versiones de la Biblia traducen la palabra garantia como arras o anticipo. Aquí el lenguaje proviene del mundo comercial de los antiguos griegos. Hoy en día, la palabra arras se usa en algunos países en el ámbito de los bienes raíces. Si alguien está interesado en comprar una casa y quiere firmar un compromiso de compraventa para que el vendedor retire la casa del mercado, este último pedirá una cantidad de dinero en arras. El vendedor no quiere hacer un trato con personas que solo estén jugando con la idea de comprar una casa; quieren personas que garanticen la compra, personas que esté hablando en serio. La idea en 2 Corintios 5:5 es que el Espíritu, cuando nos regenera, no solo cambia la disposición de nuestro corazón y la inclinación de nuestra alma, sino que para nosotros se convierte en las arras o garantía del pago total y final.
Cuando compro algo durante cierto plazo, tengo que dar un anticipo. Ahora bien, sabemos que hay muchas personas que entran en contratos, hacen algunos pagos, y luego dejan de cumplir con el compromiso. A veces la casa de alguien es embargada o el auto es recuperado porque esa persona falla en cumplir con los términos del contrato. Con el anticipo, la persona promete pagar la suma total, pero la gente no siempre logra cumplir. Sin embargo, cuando Dios da un anticipo por algo, ese anticipo es su palabra. Es su promesa de que efectivamente pagará la cantidad total. Este es el lenguaje que utiliza Pablo al decir que cuando nacemos del Espíritu, este no solo cambia nuestro corazón, nuestra alma y nuestra voluntad, sino que nos da la promesa la garantía de que se llevará a cabo la plenitud de nuestra salvación.
Las personas pasan por alto este hecho cuando dicen: "Bueno, puede que hoy sea salvo, pero mañana podría perderlo". Esto ignora la verdad bíblica de que Dios completa lo que comienza. Cuando él da un anticipo, el resto será pagado; eso está garantizado. Esta es una firme base para nuestra seguridad.
Extraído del libro "¿Puedo estar seguro que soy salvo? – PREGUNTAS CRUCIALES –" del Dr. R.C. Sproul