Protegido por el Espíritu | David Wilkerson

El Espíritu Santo

Te puedes preguntar como yo: "¿Cómo puedo estar seguro que estoy escuchando la voz del Espíritu, y no otra?"

Primeramente, el Espíritu Santo no puede gobernar a ningún creyente que no esté totalmente rendido a su voluntad, y no lo hará. El Espíritu le habla a aquellos que están preparados para obedecer su voz. Y algo más me preocupó cuando estaba pensando sobre caminar en el Espíritu. Si este caminar en el Espíritu implica total confianza en escuchar su voz y ser guiado por ella, ¿cómo podemos estar protegidos contra el engaño? ¿Cómo podemos saber si estamos escuchando la voz del Espíritu, y no la nuestra o la del diablo?

Estoy convencido que multitudes de cristianos han desarrollado dudas acerca de escuchar al Espíritu debido a malas experiencias en el pasado. Se preguntan: "¿Cómo puedo saber si es el Espíritu el que me está hablando esta vez? Creí haberlo escuchado claramente la última vez, pero resultó que no era él después de todo. Me sentí engañado". Otros se han desviado por las extrañas excentricidades de aquellos que van por ahí diciendo: "Dios me dijo esto. Dios me dijo aquello."

Este tema importante requiere otro enfático "Amén" a confiar en la promesa de Dios por protección. Pablo señala que tal confianza demanda un acto de fe "Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno" (Efesios 6:16). Esta es una promesa del Señor de que Él nos protegerá del engaño y el error.

La voz de Satanás constantemente nos grita todo tipo de acusaciones. Y la única manera de rechazar estos dardos de fuego es volviéndonos a la promesa que Dios nos ha dado: que ninguna arma forjada contra nosotros prosperará (Ver Isaías 54:17). Las armas de Satanás incluyen la condenación y las mentiras, y el Espíritu Santo es fiel en exponérnoslas todas. La voz del enemigo te urgiría a actuar impulsivamente, sin verificar con la palabra de Dios. Cada palabra del Espíritu será confirmada por la Biblia.


30 LECTURAS DEVOCIONALES TOMO III -- POR DAVID WILKERSON [COMPILADO POR TEOLOGIA SANA]

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