"Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable. Generación a generación celebrará tus obras, y anunciará tus poderosos hechos". Salmos 145:3-4
El Dios soberano de nuestros padres y de quien cantamos no puede compararse con aquel al que hoy llamamos Dios. Hemos perdido el sentido de lo que es Dios en realidad, reemplazando al Dios de nuestros padres con uno artificial que tan solo calma nuestra conciencia de manera temporal.
Este nuevo Dios es el Dios de la conveniencia y el entretenimiento. Lo único que le interesa a este Dios es hacernos felices y que nos sintamos bien con nosotros mismos. Lo que yo quiero sentir, sin embargo, es lo que Dios siente respecto de mí.
Lo que quiero es volver a que creamos en que nuestro Dios es más grande de lo que pudiéramos necesitar jamás. Si no puedo respetar a alguien, no puedo adorarle. El Dios de la Biblia es ese Dios al que puedo respetar. Con mi Biblia abierta y postrado en el suelo ante Él, empiezo a percibir que ese Dios es lo suficientemente grande; lo que resuelve las cosas.
La fe de nuestros padres aún vive a pesar de cárcel, fuego y espada; cómo laten nuestros corazones con tanto gozo doquiera oímos esa gloriosa Palabra. Frederick W. Faber (1814-1863).
Querido Dios de Abraham, Isaac y Jacob, no el Dios del científico, ni del filósofo ni incluso el del psicólogo. Tú eres el Dios al que hoy adoro en la belleza de tu santidad. Amén.