"...en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia a ustedes y paz" (1 Tesalonicenses 1:1).
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El saludo conocido con el que Pablo inicia sus cartas, «gracia y paz», son palabras que comunican mucho más que un simple saludo.
En el pensamiento de Pablo, la palabra «gracia» es una realidad profunda e insondable. El concepto de gracia para este siervo de Dios era tan vasto que saturaba todas sus cartas. Pero desde una perspectiva general, «gracia» hace referencia al favor inmerecido que Dios mostró en la salvación de los pecadores, es Su bondad y misericordia mostradas a personas indignas.
Gracia es esa condescendencia que Dios muestra por los pecadores para darles lo que no merecen y tratarlos con bondad. Gracia es lo que Dios otorgó a los hombres en la persona de Cristo. Finalmente, la gracia es una persona: Jesucristo.
La paz, por otro lado, es el resultado de la obra de gracia efectuada por Cristo. La paz es el efecto del movimiento de la gracia. El ser humano está enemistado con Dios a causa de su pecado. El pecador es un enemigo de Dios, pero en virtud de esa obra de gracia, Cristo ha obtenido paz para nosotros. Cristo llevó la ira de Dios por nuestros pecados y nos ha reconciliado con Él. La paz con Dios es el fruto y efecto de la gracia.
Ahora bien, estas dos gloriosas realidades están tan presentes en la mente y el corazón de Pablo, que las ha incorporado en algo tan sencillo y cotidiano como un saludo. Pablo está tan tomado por esta gracia y por su efecto, que no puede evitar ser desbordado por ella. La gracia lo sobrepasa, lo sobrecoge y lo domina.
Entonces, ¿por qué Pablo empieza sus cartas diciendo: «Gracia a ustedes y paz»? Creo que podemos decir que su razón para este saludo puede ser descrita de tres maneras.
Primero, porque lo hace como una descripción del evangelio. En este saludo se está haciendo hincapié en lo que mueve a Dios para salvarnos (gracia) y en el efecto de esa salvación (paz).
Segundo, es una celebración del evangelio. Cuando Pablo dice «gracia y paz», celebra que ahora tenemos lo que antes no teníamos. Antes estábamos condenados por el pecado y enemistados con el Creador. En Cristo, hoy estamos bajo los nuevos beneficios de un nuevo estado de cosas: «Gracia y paz».
Tercero, estas palabras reflejan un deseo por una mayor y más profunda experiencia de la gracia y la paz de Dios. Un llamado a procurarla y a depender de ellas. Este saludo también supone un llamado a ser dominados por la realidad de nuestra redención; una invitación a dejar que todo lo que somos y tenemos en Cristo sea lo más fundamental de nuestra vida.
¡Gracia y paz a ustedes!