Dios también odia el pecado y castigará con eterno tormento a los pecadores no arrepentidos. Ninguna presentación del evangelio está completa si elude o esconde estos hechos. Cualquier mensaje que deje de definir y de enfrentarse a la gravedad del pecado personal es un evangelio deficiente. Y cualquier “salvación” que no cambie una forma de vida pecaminosa y transforme el corazón del pecador no es una salvación auténtica.