Basada en 2 Timoteo 2:2
Podemos ver esta verdad desde el Antiguo Testamento. Apenas en el segundo libro de la Biblia, el libro de Éxodo, encontramos a Jetro aconsejando a Moisés que escogiera a un grupo de hombres que fueran capaces, temerosos de Dios, veraces, no amigos de ganancias deshonestas para ponerlos a resolver casos menores. Luego, si nos movemos al Nuevo Testamento, nos encontramos a Cristo haciendo énfasis en el desarrollo del carácter santo, y encontramos a Pablo instruyendo a su discípulo Timoteo: “Lo que has oído de mí, en presencia de muchos testigos, esto encarga a hombres fieles, que sean idóneos para que ellos también puedan enseñar a otros” (1 Timoteo 2:2).
La realidad es que lo que las personas escuchan de ti es lo que tienden a recordar, pero lo que las personas ven es justamente lo que van a cambiar. Tenemos que modelar lo que predicamos y enseñamos; no podemos olvidar nunca que quienes queremos relacionarnos con Dios necesitamos ser caracterizados por la santidad. La Palabra de Dios es llamada santa, Jerusalén es llamada santa, los profetas de Dios son llamados santos, los hijos de Dios son llamados santos, porque no hay nada con los que Dios se relacione que Él no quiera que tenga el carácter de santidad. ¡Recuérdalo!
Este artículo forma parte de la serie «95 tesis para la iglesia de hoy» del Pastor Miguel Núñez
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