“La semilla que cayó entre los espinos, son los que han oído, y al continuar su camino son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y su fruto no madura.”, Lucas 8:14.
En ocasiones hablamos de la parábola del sembrador enfocándonos únicamente en llevar la semilla del evangelio a aquellos que aún no conocen a Dios, sin saber las condiciones de su corazón, la respuesta que obtendremos, o el fruto que veremos.
Sin embargo, me sorprendí al reconocer que la descripción de este tipo de corazón está más cerca de mí de lo que me gustaría reconocer. Me sorprendí al considerar cómo “las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida” pueden afectar la obra del Espíritu Santo en nosotros.
Muchas veces, aun siendo hijos de Dios, podemos vivir como si la provisión divina no fuera suficiente para nuestra necesidad o no fuera una realidad para nosotros hoy. Esto simplemente evidencia que nuestro corazón está girando alrededor de nuestras propias vidas, pensamientos, sueños, y especialmente nuestras “preocupaciones” materiales y felicidad.
Si somos del Señor, habiendo experimentado Su obra de gracia en nuestras vidas al poner nuestra confianza y esperanza en Él, y hemos recibido el perdón de nuestros pecados, entonces estamos seguros en Él. Nuestra salvación descansa en Su obra a nuestro favor, y no en nuestros esfuerzos.
Sin embargo, las “preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida” pueden estar afectándonos de tal manera que nuestro fruto no madura. Puede ser que simplemente estemos inmersos en un activismo religioso que se ha convertido en una carga y que no lleva “gracia” del Señor para ser de bendición.
Todo esto puede llegar a “ahogar” nuestra madurez en la vida cristiana y nuestra lucha contra el pecado, así como también nuestra valoración de la obra de Dios en nuestras vidas.
Al concluir la parábola, Jesús explicó cuál era Su mensaje al apuntar a la importancia de responder en arrepentimiento y fe ante la presencia de estas fuerzas en nuestro corazón, sabiendo que “todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Ro 14:23). Nuestra fe debe estar en Aquel a quien los vientos y las aguas obedecen (Lc 8:25).
Las buenas noticias para ti y para mí son que, gracias a la obra de nuestro Señor Jesucristo en nuestro lugar y a nuestro favor, podemos experimentar tener corazones que “retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia” (Lc 8:15).
Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.
Este fragmento fue extraído del libro Descanso en Dios: 31 reflexiones diarias para recordar el evangelio de Juan Marcos Gómez.