No vamos a ir descaminados en nuestro sumario de este sublime Salmo si lo llamamos el «Salmo del Mesías Principe», porque presenta, como en una visión maravillosa, el tumulto o motín de los pueblos que se levantan contra el Señor ungido, el propósito decidido de Dios de exaltar a su propio Hijo, y el reinado final de este Hijo sobre todos sus enemigos. Leámoslo con los ojos de la fe, contemplando, como en un espejo, el triunfo final de nuestro Señor Jesucristo sobre todos sus enemigos.
Tenemos en los tres primeros versículos una descripción del odio de la naturaleza humana en contra del Cristo de Dios. No se puede hacer mejor comentario sobre ello que el cántico apostólico de Hechos 4:27, 28: «Porque verdaderamente se aliaron en esta ciudad contra tu santo Siervo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu designio habían predestinado que sucediera.» C. H. S.
Vers. 1. ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? El Salmo empieza abruptamente con una interrogación airada; y con razón: no es para menos que asombrarse a la vista de las criaturas en actitud hostil en contra de su Dios, y esto es lo que deja atónito al Salmista. C. H. S.
Cosas vanas. En España hay dos columnas monumentales que fueron erigidas en el pasado, en las cuales se halla escrito: I. «A Diocleciano Joviano Maximiano Hercúleo César Augusto, por haber extendido el Imperio Romano en el este y en el oeste, y por haber extinguido el nombre de los cristianos, que trajo la ruina a la República.»
II. «A Diocleciano Joviano Maximiano Hercúleo César Augusto, por haber adoptado a Galerio en el este, por haber abolido por todas partes la superstición de Cristo, por haber extendido el culto a los dioses.»
«Tenemos aquí un monumento erigido por el paganismo sobre la tumba de su enemigo vencido, pero en esto “el pueblo se imaginaba cosas vanas”. Ni en España ni en parte alguna puede señalarse la tumba del cristianismo; “no existe, porque los vivos no tienen tumbas”.»
Vers. 2. Se levantan los reyes de la tierra. Con malicia decidida se organizaron en oposición contra Dios. No era un alboroto y furia pasajeros, sino que era un odio profundo, porque habían resuelto de modo claro resistir al Príncipe de Paz. C. H. S.
Y los príncipes conspiran juntamente contra Jehová y contra su ungido. Se preparan para su campaña de guerra con astucia, no con prisas e improvisación, sino de modo sistemático y deliberado. Hacen uso de todas las artes de la guerra. Como Faraón exclaman: «Los trataremos con astucia y prudencia.» Ojalá que los hombres sirvieran a Dios con la mitad del cuidado y tesón con que sus enemigos atacan su reino astutamente. Los pecadores son sagaces en esto, y los santos son lentos y torpes. C. H. S.
¿Por qué se juntaron en armas en contra del Señor y en contra de su Ungido? ¿Querían derramar su sangre? Sí, «hicieron consejo» dice Mateo «y decidieron darle muerte». Tenían al demonio en su mente, que no se satisfacía sino con la muerte. ¿Y cómo se las ingeniaron? Dice: «conspiraron juntamente contra El». Henry Smith.
Vers. 3. Rompamos sus ligaduras. Seamos libres para cometer toda clase de abominaciones. Seamos nuestros propios dioses. Desembaracémonos de todo freno y restricción.
Echemos de nosotros su yugo. Hay monarcas que han hablado de esta manera, y todavía hay algunos que son este tipo de rebeldes sentados en tronos. Por loca que sea la resolución de rebelarse contra Dios, el hombre, desde la creación, ha perseverado en ella y continúa en ella hasta este día. El glorioso reinado de Jesús en los últimos días no quedará consumado hasta que una lucha terrible haya convulsionado las naciones. Para la cerviz sin la gracia, el yugo de Cristo es intolerable, pero para el pecador salvado es fäcil y ligero. Podemos juzgarnos a nosotros mismos en esto: ¿Amamos este yugo o procuramos echarlo lejos de nosotros? C. H. S.
Vers. 4. El que mora en los cielos se reirá. Según nuestra capacidad, el profeta describe a Dios presentándole, lo mismo que nosotros haríamos en este caso, en una actitud de desprecio, burlándonos de los vanos intentos. Se ríe, pero con desprecio. Desprecia, pero con venganza. Él permite que su templo sea saqueado, que sean profanados los santos vasos y se emborrachen bebiendo de ellos, pero, ¿no hizo temblar la sonrisa de Dios a Belsasar cuando vio el mensaje en la pared. ¡Oh que terrible ha de ser su ceño cuando su sonrisa es tan severa! THOS, ADAMS.
El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos. Esta tautología, o repetición de la misma cosa es un signo de que la cosa ha quedado establecida: según la autoridad del patriarca José (Génesis 41:32), cuando, habiendo interpretado los sueños de Faraón, dijo: «Y al suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla.» Y, por tanto, aquí también «se reirá » y «se burlará de ellos». Y es una repetición para mostrar que no hay duda posible de que estas cosas van a suceder. MARTIN LUTERO.
Vers. 5. Luego les hablará en su furor. Después de haberse reído, les habla, no les hiere; pero con el aliento de sus labios basta. C. H. S. Y les turbará con su ira, sea por medio del horror en su conciencia o por medio de plagas corporales; de una forma u otra Él les hará comprender bien lo que Él piensa de ellos, como siempre ha hecho a los que han perseguido a su pueblo. JOHN TRAPP
Vers. 5, 9. Es fácil para Dios destruir a sus enemigos. De los treinta emperadores romanos, gobernadores de provincias, y otras personas con cargos elevados que se distinguieron por su celo y malicia en perseguir a los cristianos primitivos, uno de ellos se volvió loco después de cometer una crueldad terrible a otro le dio muerte su propio hijo; uno se volvió ciego; a otro se le salieron los ojos de la cabeza; otro murió ahogado; otro, estrangulado; uno murió en la cautividad abyecta; otro cayó muerto; otro murió de una enfermedad asquerosa, de modo que sus médicos tuvieron que darle muerte porque no era posible resistir el hedor que llenaba la habitación; dos se suicidaron; un tercero lo intentó pero tuvo que pedir ayuda para poder hacerlo; cinco fueron asesinados por sus siervos u otros; cinco murieron en circunstancias de extremo sufrimiento: varios de ellos de complicaciones de enfermedades; ocho murieron en batalla o después de haber caido prisioneros.
Entre ellos se hallaba Juliano el Apóstata. En los días de su prosperidad, se dice que amenazó con su espada al cielo, desafiando al Hijo de Dios, a quien llamaba comúnmente el «galileo». Pero cuando fue herido en una batalla y vio que todo había terminado para él, echó un grumo de su propia sangre al aire y exclamó: «Has vencido, “galileo”» Wm. S. PLUMBER
Vers. 6. Yo mismo he ungido a mi rey sobre Sión, mi santo monte, a pesar de vuestra malicia, a pesar de vuestras algaradas, a pesar de la sabiduria de vuestros consejos y a pesar de la astucia de vuestros legisladores. El ha hecho lo que sus enemigos intentaban impedir. En tanto que ellos estaban proponiendo algo, Él ya habia decidido la cuestión. La voluntad de Jehová se hace, y el hombre se revuelve y agita en vano. C. H. S.
Cristo es un Rey por encima de todos los reyes. ¿Qué son todos los hombres poderosos, los grandes y honrados de la tierra, al lado de Cristo Jesús? No son más que una burbuja de agua; porque si todas las naciones, comparándolas con Dios, son como una gota de agua en un cubo, o el polvo en unas balanzas, de que habla Isaias 40:15, ¿qué poco han de ser los reyes de la tierra! Wm. DYER en Los titulos famosos de Cristo.
Vers. 7. Yo publicaré el decreto. Contemplando el rostro airado de los reyes rebeldes, el Ungido parece decir: «Si esto no basta para reduciros al silencio, yo publicaré el decreto». Ahora bien, este decreto está en conflicto directo con los planes del hombre, porque su intento es el establecimiento del mismo dominio contra el cual las naciones están haciendo planes. C. H. S.
Tú eres mi Hijo. Ésta es la noble prueba de la gloriosa divinidad de nuestro Emmanuel. Yo te he engendrado hoy. Si esto se refiere a la divinidad de nuestro Señor, no intentemos sondearla, porque es una gran verdad, que ha de ser recibida con reverencia, pero no ha de ser investigada con irreverencia. Al intentar definir la Trinidad, o desvelar la esencia de la divinidad, muchos hombres se han perdido; aquí grandes navios han naufragado. ¿Qué hemos de conseguir en este Mar con nuestros frágiles esquífes? La discusión referente a la filiación eterna de nuestro Señor no hace más que manifestar curiosidad presuntuosa, no fe reverente. Es un intento de explicar aquello que es mucho mejor adorar. Podríamos dar exposiciones opuestas de este versículo, pero no vamos a hacerlo. La controversia es una de las tareas menos provechosas en que se han ocupado las plumas de los teólogos. C. H. S.
Vers. 9. Los quebrantarás con cetro de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás. Los que no se doblan han de ser quebrantados. La vasija del alfarero no puede ser restaurada una vez ha sido desmenuzada, y la ruina de los pecadores será sin esperanza si Jesús los hiere y desmenuza. C. H. S.
Vers. 10. Sed sensatos. ¡Oh, qué sabiduría infinita es la obediencia a Jesús, y qué espantosa es la locura de aquellos que siguen siendo sus enemigos! C. H. S.
Vers. 11. Servid a Dios con temor. Temor sin gozo es tormento; y gozo sin santo temor sería presunción. C. H. S.
Vers. 12. Besad al Hijo para que no se enoje. Judas traicionó a su Maestro con un beso, y, con todo, Dios lo manda, y expresa amor en esto; aquello de que es posible abusar no por eso tiene que ser abandonado; el que se pueda tergiversar una cosa no significa que tenga que ser abandonada, sino que las cosas buenas que han sido desviadas para usos impropios por algunos pueden ser vueltas a su bondad primitiva. Por tanto, consideremos y engrandezcamos la bondad de Dios, que nos ha traído a este punto en que podamos besar al Hijo; y que el expresar este amor se halla en nuestras manos.
Dios, que es amor, puede estar airado; y, entonces, este Dios que está airado aquí es el Hijo de Dios, el cual ha hecho tanto por nosotros, y por tanto está airado justamente; Él es nuestro juez, y por tanto con razón hemos de temer su ira; y, finalmente, podemos ver lo fácilmente que se aparta su ira: basta con un beso.
Si eres despreciado por amar a Cristo en su evangelio, recuerda cuando David fue mirado con desprecio porque danzaba tras el arca. «Cuanto más afligido te veas por los demás por causa de Cristo, mayor será la paz que tendrás en Cristo.» De los sermones de JOHN DONNE
Para hacer las paces con el Padre hay que besar al Hijo. «¡Oh, si él me besara con besos de su boca!», era la oración de la iglesia (Cantares 1:2). Besémosle, que ésta sea nuestra empresa. En realidad, hay que ser besado por el Hijo primero, antes que nosotros le besemos a Él en nuestra piedad. Señor, concédenos, en estos besos mutuos y en estos abrazos ahora, que podamos entrar en la fiesta de las bodas plenamente más adelante, cuando el coro de los cielos, incluso las voces de los ángeles, cantarán el cántico de boda, el epitalamio, en las bodas de la esposa del Cordero. THOS, ADAMS
Y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Es algo terrible perecer en medio del pecado, en los caminos de la rebelión; y con todo ¡qué fäcilmente puede destruirnos su ira súbitamente! No es necesario que su ira se caliente siete veces más que de ordinario; basta con que se encienda un poco para que seamos consumidos. ¡Oh pecador! Vigila y teme los terrores del Señor; «porque nuestro Dios es un fuego consumidor» C. H. S.
La ira de Dios ha de ser indescriptible, si se enciende plenamente ya que la perdición puede sobrevenir con sólo que se encienda un poco, JOHN NEWTON
En el primer Salmo vimos al malvado arrebatado como si fuera tamo; en el segundo vemos que es quebrantado y desmenuzado como una vasija de alfarero. En el primer Salmo contemplamos al justo plantado como un árbol junto a corrientes de agua; y aquí contemplamos a Cristo, la Cabeza Ungida de los justos, hecho mejor que un árbol plantado junto a corrientes de agua, porque es hecho rey de todas las islas, y todos los paganos se inclinan ante Él y besan el polvo, en tanto que Él mismo da su bendición a todos los que han puesto su confianza en Él. C. H. S.
Fragmento extraído del libro El tesoro de David, Devocionales sobre los Salmos, por Charles Spurgeon.