En Deuteronomio 11 se encuentra Israel en el Río Jordán alistándose para cruzar a la tierra prometida.
Antes de que el pueblo de Dios entrara a Canaán, Moisés los reunió para darles un mensaje especial del Señor. Cabe recordar que esta no era la generación que estaba condenada a morir en el desierto por sus actos de desobediencia y falta de fe, sino que era la generación que venía a continuación. Cuando sus padres cruzaron el Mar Rojo, ellos eran todavía jóvenes, con edades que iban entre la infancia y los veinte años. Ahora muchos de ellos tenían más de cincuenta años de edad, y sus hijos componian la tercera generación.
ESCÚCHENME
Moisés comenzó su exhortación a ésta generación "intermedia" con las siguientes palabras:
"Y comprended hoy, porque no hablo con vuestros hijos que no han sabido ni visto el castigo de Jehová vuestro Dios, su grandeza, su mano poderosa, y su brazo extendido" (Deuteronomio 11:2).
Moisés lo dejó en claro: "El mensaje que estoy a punto de darles no está dirigido a vuestros hijos. No es para aquellos que no han visto los milagros que ustedes vieron. No es para aquellos que no han conocido la disciplina del Señor. No es para los que no han sido probados, para los que no han experimentado la poderosa fuerza de Dios en medio de las pruebas".
UN MANDATO CLARO
Dios le estaba diciendo a esta generación intermedia, en otras palabras: "Este es su llamado como siervos mios. Tienen que estar siempre firmes, sin titubear en la confianza que tienen en mi. De esta manera, sus hijos verán mi poderosa mano obrando en las vidas de ustedes.
Ellos serán alentados al ver la paz que ustedes tienen en medio de sus aflicciones."