Yo participaba de un encuentro con los presidentes de diferentes denominaciones de mi país, y un experimentado pastor pentecostal, puesto de pie, expresaba esta necesidad a viva voz. Recientemente, yo había asumido el cargo de Director General de la Sociedad Bíblica Argentina (SBA, 5/48 entidad que sirve a las iglesias traduciendo, publicando, difundiendo y exaltando la Palabra de Dios. Aquel llamado vehemente causó un gran impacto en mi mente y en mi corazón, porque eran los líderes de las iglesias quienes estaban confesando la necesidad de un regreso a la Palabra. La pregunta era obvia: ¿Podía la Sociedad Biblica desentenderse de ese clamor?
Todo cristiano evangélico estará de acuerdo con que la Biblia debe estar en el centro de la vida y la misión de la iglesia; de hecho, tal premisa es parte de las convicciones más profundas de nuestra fe. Entonces, la pregunta que surge es: ¿cómo podemos dar evidencia de esta convicción?
Uno de los grandes redescubrimientos de la Reforma protestante fue que la Palabra de Dios llega a nosotros en forma de libro. Los reformadores comprendieron que Dios. no preserva Su mensaje para la humanidad, en todos los tiempos, por medio de una autoridad eclesiástica o de la experiencia y revelación de algún personaje místico, sino por medio de un Libro. La Reforma reafirmó a la Biblia como la máxima regla de fe y conducta.
Martín Lutero declaró: «La Palabra puede existir sin la iglesia, pero la iglesia no puede existir sin la Palabra. Y la Palabra no necesita de la autoridad de la iglesia; en cambio, la iglesia necesita indispensablemente de la autoridad de la Palabra». La Palabra de Dios es objetiva, fija y no depende de los seres humanos; por tanto, no cambia. Ninguna jerarquía eclesiástica ni ningún profeta iluminado puede reemplazarla o modificarla.
Las implicaciones son evidentes: la iglesia encuentra su mensaje en un libro que fue fijado hace muchos siglos atrás y que no cambia. Así que la misión de la iglesia es transmitir esas verdades inmutables a todas las naciones y culturas, en todos los tiempos.
Algún cristiano bien intencionado podría presentar el siguiente argumento: «En realidad, nuestro mensaje es Cristo, no un libro. Esto es verdad. Sin embargo, solo a través de la lectura, el estudio, la meditación y la predicación de la Biblia podemos tener una visión clara de Jesucristo.
John Stott escribió: «Hay una sola manera de obtener conceptos claros, verdaderos, elevados de Cristo, y es mediante la Biblia. La Biblia es el prisma que descompone la luz de Jesucristo en sus muchos y hermosos colores. La Biblia es el retrato de Jesucristo».
Así que me remito de nuevo al llamado que escuché aquella tarde: ¡Debemos regresar a la Biblia! En aquel momento, fui consciente de que debíamos dar una respuesta desde la SBA, con la convicción de que nuestro Dios ha engrandecido Su nombre y Su Palabra sobre todas las cosas (Sal 138:2).
Durante los últimos dos siglos, nuestra misión central ha sido permitir que cada persona tenga acceso a la Biblia en su primera lengua, en el formato que pueda utilizar y al precio que pueda pagar. Por otro lado, las iglesias locales han distribuido millones de ejemplares a lo largo y a lo ancho de nuestra América Latina. ¡Gloria a Dios por la Palabra sembrada!
Sin embargo, estaremos de acuerdo en que no alcanza con que la gente tenga una Biblia en la mano. ¡No! Queremos ver personas que creen en el evangelio a través de la Biblia; cristianos que leen y comparten la Palabra de Dios y que encuentran su deleite en ella; hogares con Biblias abiertas, como parte de la mesa familiar; iglesias que, convencidas del poder y la suficiencia de la Escritura, la predican y enseñan con fidelidad; y un espacio público donde los cristianos encarnan sus valores. En definitiva, queremos ver naciones transformadas por la Palabra de Dios.
Entonces, ¿por dónde comenzamos? ¿Cómo podemos manifestar la centralidad de las Escrituras en nuestras iglesias? Más allá de los énfasis de cada denominación o de las diferentes tradiciones eclesiásticas, ¿cómo podemos demostrar que la Biblia está en el centro de nuestras vidas, familias e iglesias?
En este recurso se desarrollan siete propuestas o acciones concretas que, por así decirlo, expresan «el sueño de una revolución bíblica en nuestro continente
1. Apartar un tiempo en todos nuestros cultos para la lectura pública de las Escrituras.
2. Promover la predicación expositiva de la Biblia: ¿qué dice el texto?
3. Fomentar la memorización biblica.
4. Ayudar a las nuevas generaciones a desarrollar una cosmovisión bíblica.
5. Revitalizar la enseñanza de toda la Palabra en la vida de toda la iglesia.
6. Incentivar la lectura devocional diaria de las Escrituras en el seno del hogar.
7. Hacer visible el poder de la Palabra, mediante vidas transformadas que vencen el pecado y aman al prójimo de manera práctica y sacrificial.
Te invito a pensar en cada propuesta a la luz de las siguientes reflexiones escritas por hermanos de diferentes contextos del mundo hispano, con el deseo de animarnos a descubrir y atesorar más el valor de la Palabra de Dios. ¡Buena lectura!
Extraído del libro La Biblia en el centro: Cómo exaltar la Palabra de Dios en tu vida, familia e iglesia.
Sobre el autor
Ruben Del Ré.
Es el Director General de la Sociedad Bíblica Argentina, y miembro del Comité Ejecutivo de las Sociedades Bíblicas Unidas. Antes ocupó posiciones de dirección financiera en empresas multinacionales. Sirve junto a su familia en la Iglesia Bautista Misionera de Quilmes, en el sur del Gran Buenos Aires.