La seguridad de la salvación

Hombre orando

¿Qué dice el Nuevo Testamento?

La seguridad de la salvación es una doctrina característica de la Reforma, y anatematizada como herejía en el Concilio de Trento. De ahí que, en el momento en que un católico romano admite esta enseñanza bíblica, ha dejado prácticamente de pertenecer a la Iglesia de Roma.

Sólo un inveterado prejuicio teológico puede impedir a una persona el ver claramente esta doctrina tan manifiesta en la Sagrada Escritura:

A) En Jn. 6:37, el Señor dice que de ninguna manera (ésta es la fuerza del original griego) echará fuera a quienquiera que vaya a Él. Dos versículos más adelante, asegura que la voluntad del Padre es que no pierda nada de todo lo que el mismo Padre ha dado a Cristo (v. 39), porque el que cree, tiene vida eterna (v. 40). La misma seguridad ofrece Juan (1.ª Jn. 5:13) a los que han creído.

B) En Jn. 10:14, Jesús asegura que sus ovejas le conocen (conocimiento experimental, afectivo) a Él como Él las conoce a ellas. En los vv. 27-29, Jesús afirma que sus ovejas le siguen, y que nadie podrá arrebatarlas de su mano, que es la misma mano omnipotente del Padre, ya que Él es una misma cosa con el Padre (v. 30). Por tanto, la seguridad de pertenecer a Jesús lleva consigo la seguridad de no ser arrancados de Su mano.

C) En Rom. 8:16-17, el Apóstol nos asegura que el Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también seguros herederos de la vida eterna. ¿Desheredará Dios Padre a sus hijos? ¡No! Porque Dios no se arrepiente jamás de sus dones ni de su llamamiento (Rom. 11:29). Por eso, Pablo podía asegurar confiado: "Sé a quién he creído, y ESTOY SEGURO que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día" (2.a Tim. 1:12).

D) En un arranque de cristiano optimismo, Pablo se pregunta en Rom. 8:35: "¿Quién nos separará del amor de Cristo?"; para responderse (vv. 37-39) que él está seguro de que ninguna cosa creada podrá separarnos del amor que Dios nos tiene en Jesucristo.

Seguridad de salvación y convicción subjetiva de seguridad

Antes de exponer la opinión que juzgamos bíblicamente correcta, diremos algo respecto a las diferentes opiniones sobre este tema. Es cierto que el que cree, se salva; pero, ¿puede uno estar seguro de poseer la verdadera fe que salva? Hay, pues, dos modos de considerar este tema: uno, desde la objetiva seguridad que la Palabra de Dios presenta a todo creyente arrepentido; otro, desde la subjetiva y refleja certeza de poseer la fe salvífica. La gama de opiniones sobre la adecuación de la seguridad objetiva con la certeza subjetiva se extiende de la siguiente manera:

A') Según la doctrina oficial de la Iglesia de Roma, definida en el Tridentino, nadie, a no ser por personal revelación de Dios, puede estar seguro de su salvación final, ni siquiera de su justificación inicial.

B') El Nomismo pietista sostiene que la seguridad de la salvación no es consecuencia obligada de la fe, sino que requiere una continua introspección para ver si nuestra conducta se ajusta al modelo de santidad que nos presentan los buenos cristianos. Es una opinión equivocada, pues es en la Escritura, no en otros hombres, donde encontramos las señales que denotan la experiencia de una genuina conversión.

C') El Metodismo admite, y requiere, la seguridad de la justificación para todo aquel que, convicto de pecado ante Dios, se decide a aceptar a Cristo como su Salvador, sin mérito alguno de su parte. El que cree, puede estar seguro de que es un cristiano, pero no de que perseverará hasta el fin, pues los metodistas (siguiendo en esto a Lutero) piensan que el verdadero creyente puede apostatar un día y perder la salvación final. Es una concepción arminiana, con énfasis en el libre albedrío (en esto, están muy lejos de Lutero). del cual depende en último término, tanto la aceptación del Evangelio, como la perseverancia final.

D') En el extremo opuesto están los antinomianos, para quienes la certeza subjetiva de la salvación es esencial a la fe. Toda la salvación depende, así, de aceptar mentalmente la siguiente proposición: "Tus pecados te son perdonados". Esta opinión reduce la seguridad a un asentimiento mental, y pasa por alto otras actividades de la fe, en cuanto que ésta es una entrega personal y amorosa a Jesucristo, con el propósito de cumplir Sus mandatos.

E') Hay un sector extremo dentro de los Bautistas Estrictos y Particulares, que exige una iluminación interior. personal y refleja, del Espíritu Santo, para que una persona tenga evidencia de haber nacido de nuevo y estar, por tanto, en el camino seguro de la salvación. Esta opinión, fundada quizás en una abusiva interpretación de Rom. 8:16, no es conforme a la Escritura (V., por ejemplo, 1.ª Jn. 5:13) y tiene además el gravísimo inconveniente de poner la seguridad de la salvación en una experiencia demasiado subjetiva, que se presta, por un lado, a la ilusión y, por otro, a la desesperación.

F") Finalmente, la posición correcta, común entre los Reformados y entre cuantos se esfuerzan en recibir y analizar el mensaje completo del Nuevo Testamento, es que la verdadera fe comporta un sentimiento de seguridad, en mayor o menor grado según sea la fortaleza de la fe. Sin embargo, Dios puede permitir que la seguridad subjetiva (refleja), que es fruto de la introspección, se vea obnubilada por baches de duda y crisis de desolación espiritual, como una especie de "noche oscura del alma", según la llaman los místicos, y que Dios usa para purificar nuestros corazones de pequeños ídolos y de malignas adherencias. "

Objeciones a la doctrina de la seguridad de la salvación

M. Fernández, en su libro ¿Tu Camino de Damasco?, me preguntaba si creo en el pecado, si creo en la libertad humana, y en que el mayor de los santos puede caer en pecado. Respondo: Creo en el pecado, y en que cualquier creyente puede caer en él, pero el cristiano no puede perder ante Dios su posición legal de justo con la justicia de Cristo, ni tampoco puede perder su salvación, pues ésta no se halla en manos de su defectible voluntad, sino en las manos omnipotentes de Dios; y su perseverancia no depende de su amor a Jesucristo, sino del amor que Dios le tiene a él en Jesucristo.

Otras objeciones se basan en una equivocada interpretación de textos como Rom. 11:22; 1.a Cor. 4:3-4; 9:26-27; 10:12 y Flp. 2:12.5

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