Alisa Childers, quien ha tenido a bien escribir acerca del cristianismo progresista, enumera cinco características para identificarlo.
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1. La Biblia se tiene en poca estima. La Biblia, de principio a fin, deja de ser la Palabra de Dios con autoridad. Queda reducida a un libro que contiene la Palabra de Dios. Cuando dejamos de decir que es la Palabra de Dios para decir que contiene la Palabra de Dios, ¿cuál parte del libro es entonces la Palabra de Dios y cuál no?
2. Los sentimientos son más importantes que los hechos. Los sentimientos, las opiniones y las experiencias personales son más valorados que la verdad objetiva revelada por Dios.
3. Las doctrinas cristianas esenciales son objeto de reinterpretaciones. Se reinterpreta la Biblia en temas polémicos como la homosexualidad y el aborto, y en temas doctrinales como el nacimiento virginal y la resurrección física de Jesús y la existencia de un infierno literal.
4. Los términos históricos son redefinidos. Se redefine el amor de Dios, el pecado se vuelve algo diferente o menos grave de lo que la Biblia afirma que es, y la inspiración y la autoridad de la Biblia se reformulan.
5. El corazón del mensaje del evangelio ya no es el pecado y la redención sino la justicia social. Hay importantes mandatos bíblicos para que el pueblo de Dios sea agente de la misericordia de Dios en defender la causa de los oprimidos. Sin embargo, el mensaje central del cristianismo, el evangelio, es que por causa de nuestros pecados Jesús vino a vivir una vida justa, a morir en nuestro lugar y a resucitar para darnos vida nueva y reconciliarnos con Dios.
El resultado final es algo que no se parece en nada al cristianismo acerca del cual han escrito, han definido y explicado los teólogos cristianos a lo largo de generaciones y han atesorado los creyentes a través de los siglos. Los elementos del cristianismo progresista expuestos por Childers dejan ver que se trata de otro evangelio, uno que se levanta en contradicción y oposición al verdadero evangelio de Jesucristo que las Escrituras nos revelan de forma clara y extensa.
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¿Qué tiene que ver esto con nuestro progreso en la santificación? ¡Todo! En el cristianismo progresista, la meta de la vida cristiana es que seas feliz, que te sientas satisfecho, que estés cómodo contigo mismo y que ames a los demás en la medida en que te sientas bien. La aceptación de ti mismo reemplaza la confesión de pecado, y la autocomplacencia reemplaza el ocuparte de tu salvación con temor y temblor. La autoridad y la gloria de Dios son reemplazadas por la autoridad y la gloria del yo. El cristianismo progresista constituye una reescritura seductora de nuestra fe que nos tienta a ponernos en el centro de todo y a basar todo en nuestros deseos, necesidades y sentimientos. Lo hace al tiempo que se presenta como una lectura de lo que enseña la Biblia superior a lo que la iglesia ha enseñado a lo largo de su historia.
Fragmentos tomados del libro «¿Realmente crees? del pastor Paul D. Tripp
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