“Y a Aquél que es poderoso para guardarlos a ustedes sin caída y para presentarlos sin mancha en presencia de Su gloria con gran alegría”, Judas 1:24.
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De vez en cuando volvemos a escuchar de la caída de alguien más que en su momento fue una persona de impacto a nuestra propia vida espiritual. Nos sorprende, entristece, y afecta anímicamente. Esto sucede porque muchas veces no hemos sido preparados en nuestro discipulado lo suficiente para esta realidad.
Estos momentos nos deben llevar a orar por esas personas, para que el Señor les traiga de regreso a Su camino. Nos consuela saber que ninguno de los hijos de Dios se perderá, y que Él nos ha prometido llevarnos a casa al final del día, sanos y salvos.
Sin embargo, este tipo de momentos son también importantes para examinar nuestro propio corazón. ¿A qué dirección apunta nuestra vida? Quizá este tipo de situaciones no se da de la noche a la mañana. Más bien, se trata de una serie de momentos en los que, en lugar de estar sensibles a la obra de Su Espíritu, endurecemos nuestros corazones y lo contristamos al resistirnos a Su obra.
Es importante reconocer que, así como no podemos salvarnos a nosotros mismos, tampoco podemos guardarnos a nosotros mismos de caer. Ambas cosas son evidencias de la gracia de Dios. Sin embargo, debemos ser intencionales en nuestra lucha contra el pecado, y con humildad encomendarnos continuamente al Señor.
Ante esta misma realidad de la vida de fe, Judas (no el Iscariote) le dice a los hermanos: “consérvense en el amor de Dios” (Jud 1:21). Demos gracias a Jesucristo por la obra hecha en nuestro favor y en nuestro lugar. Permanecer en el amor de Dios nos ayuda a reconocer que Él es el único poderoso para presentarnos “sin mancha delante de Su gloria” y guardarnos “sin caída”.
Piensa en esto y encuentra, como Judas, gran gozo y descanso en Él.
Este fragmento fue extraído del libro Descanso en Dios: 31 reflexiones diarias para recordar el evangelio de Juan Marcos Gómez.
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Juan Marcos Gómez