Leer: Mateo 7:12-20
El Señor Jesús nos da una advertencia general sobre los falsos maestros en la Iglesia. Tenemos que “guardarnos de los falsos profetas”. La relación entre este pasaje y el que le precede es sorprendente. ¿Queremos mantenernos alejados de ese “camino espacioso”? Entonces debemos guardarnos de falsos profetas. Se levantarán entre nosotros; comenzaron a hacerlo en los días de los Apóstoles; ya en aquel tiempo se sembraron las semillas del error. Han seguido apareciendo desde aquel entonces. Debemos estar preparados para enfrentarnos a ellos, y estar vigilantes.
Esta es una advertencia que hace mucha falta. Hay miles de personas que parecen dispuestas a creer cualquier cosa en el ámbito de la religión, con tal de oírlo de la boca de alguien que haya sido ordenado como ministro. Olvidan que los clérigos se pueden equivocar, tanto como los legos; no son infalibles. Su enseñanza se debe pesar en la balanza de la Santa Escritura; se les debe escuchar y creer siempre que su doctrina concuerde con la Biblia, pero no si se desvía siquiera un centímetro. Debemos ponerlos a prueba “por sus frutos”. La buena doctrina y una vida santa son las señales de los verdaderos profetas. Recordemos esto. Los errores de nuestros ministros no servirán de excusa para los nuestros. “Si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo 15:14).
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¿Cuál es la mejor defensa contra la enseñanza falsa? No puede caber duda de que es el estudio regular de la Palabra de Dios, pidiendo en oración que el Espíritu Santo nos enseñe. La Biblia nos fue entregada para que fuese una lámpara a nuestros pies y una luz para nuestro camino (Salmo 119:105). Al hombre que la lea bien, nunca se le dejará errar mucho. El descuido de la Biblia es lo que hace a tantos ser una presa fácil para el primer falso maestro al que escuchan. Tales personas querrían que creyésemos lo que nos dicen: “No soy un erudito, y no pretendo tener opiniones categóricas”; la pura verdad es que son perezosos y pasivos para la lectura de la Biblia, y no les gusta tomarse la molestia de pensar por sí mismos. No hay nada que proporcione tantos seguidores a los falsos profetas como la pereza espiritual cubierta por un manto de humildad.
¡Ojalá recordemos todos la advertencia de nuestro Señor! El mundo, el diablo y la carne no son los únicos peligros en el camino del cristiano; hay otro, que es el “falso profeta”, el lobo vestido de oveja. ¡Dichoso aquel que encomienda en oración la lectura de su Biblia, y conoce la diferencia entre la verdad y el error en la religión! Existe una diferencia, y se espera de nosotros que la conozcamos, y que utilicemos nuestro conocimiento.
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