Vivimos en un mundo de malas noticias. Cada mañana, nos despertamos y las vemos en los titulares de nuestras aplicaciones de noticias. Por la noche, volvemos a ver malas noticias en los noticieros locales. Los informes diarios son implacables y abrumadoramente negativos; parece que la proporción de malas noticias con respecto a las buenas es de diez a uno.
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Algunos sugieren que la razón de esta disparidad es simplemente el énfasis, pero yo creo que las malas noticias llevan las de ganar. Siempre aparecen en el horizonte de la vida. Cada vez que ocurre algo bueno, le sigue un «Sí, eso es bueno, pero…». Esto no es pesimismo, es la realidad de un mundo roto.
Como resultado, todos necesitamos oír más buenas noticias. No solo del tipo temporal que nos hace sentir mejor por un momento fugaz. Seamos creyentes o no, todos necesitamos una dosis diaria de buenas noticias que trasciendan todo lo malo y lo sitúen en un marco lleno de esperanza. Necesitamos un mensaje que dé vuelta al guión de nuestro mundo de malas noticias.
Eso es precisamente lo que hace el evangelio de Jesucristo. Su mensaje es tan bueno que ninguna mala noticia puede derribarlo. Estas son cinco razones para compartir sus buenas noticias hoy.
1. El evangelio consuela las conciencias atribuladas
Toda persona que ves hoy ha hecho algo malo. Para algunos de ellos, su pecado está tan fresco en sus mentes que parece como si les siguiera a todas partes, persiguiéndoles. Están consumidos por el remordimiento y no pueden escapar de los recuerdos. Tienen ansiedad por lo que Dios les va a hacer por lo que hicieron.
Las personas cargadas de culpa y vergüenza necesitan saber que Jesús perdona a los pecadores. Necesitan saber que hay más misericordia en Dios para ellos que pecado en su interior.
Ante la conciencia atribulada, comparte 1 Juan 1:9: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad». Esa buena noticia será una influencia reparadora para las almas atribuladas.
2. El evangelio sana los corazones dañados por el pecado
Todas las personas que ves hoy han sido dañadas en algún momento de su vida. Han sido heridas, quizá profundamente, por las acciones o las palabras de otras personas.
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Las personas que han sido dañadas necesitan saber que Jesús va a juzgar a todos por cada pecado. Nadie se saldrá con la suya. Dado que Jesús era totalmente inocente y, sin embargo, fue castigado por todos nuestros pecados, los que han sido heridos por los pecados de otros pueden confiar esas heridas a Su juicio perfecto, justo y misericordioso. Cuando lo hacen, pueden experimentar la liberación del deseo de venganza y el alivio del dolor de la amargura. Incluso pueden recibir fuerzas para perdonar tal como han sido perdonados por la obra de Cristo en la cruz.
A los heridos, explica la breve afirmación de Pedro: «Por Sus heridas fueron ustedes sanados» (1 P 2:24). Esa buena noticia será un bálsamo para las heridas de sus espíritus.
3. El evangelio provoca un cambio de vida
Todas las personas que ves hoy se han sentido mal por dentro en algún momento. Se han sentido insatisfechas con su propio carácter o han luchado por abandonar malos hábitos. Algunos han conocido la angustiosa impotencia de la adicción. Han querido cambiar algo de sí mismos, pero han sido incapaces de hacerlo.
Necesitan saber que Jesús tiene el poder que necesitan para parecerse más a Él. Él da a los creyentes el poder para cambiar a través del Espíritu Santo que mora en ellos. Podemos decir estas palabras de 2 Pedro 1:3 a quienes luchan por cambiar: «Pues Su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de Aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia». Esa buena noticia les motivará a crecer en la virtud cristiana.
4. El evangelio ayuda a las personas en nuestro mundo caído a tener esperanza
Todas las personas que ves hoy luchan contra lo que está mal en el mundo. Algunas luchan contra la enfermedad o ven cómo sus seres queridos sucumben ante ella. Puede que experimenten conflictos que no parece que vayan a resolverse. Puede que sus cuerpos se estén quebrando de alguna manera, o que sus almas estén sumidas en la confusión. Puede que la tragedia haya golpeado a personas que conocen o que hayan estado recientemente ante la tumba de seres queridos.
Cuando trabajamos juntos para proclamar las buenas nuevas a otros, nos acordamos de todo lo bueno que Dios ha hecho, está haciendo y hará por nosotros en Jesús.
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Necesitan saber que Dios ha prometido deshacer todos los efectos del pecado original y conducir a Su pueblo a un cielo nuevo y una tierra nueva. Háblales de las palabras de Jesús en Juan 16:33: «En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo». Esa buena noticia les dará la fuerza que necesitan para perseverar en las pruebas.
5. El evangelio refresca tu alma mientras lo compartes con otros
No solo cada persona que ves hoy necesita escuchar el evangelio. La persona que miraste en el espejo esta mañana también lo necesita. Aunque es bueno predicarte el evangelio a ti mismo, las palabras de Pablo en Filemón 6 indican que la mejor estrategia para animar tu propio corazón es participando en el ministerio del evangelio con otros: «Ruego que la comunión de tu fe llegue a ser eficaz por el conocimiento de todo lo bueno que hay en ustedes mediante Cristo».
Cuando trabajamos juntos para proclamar las buenas nuevas a otros, nos acordamos de todo lo bueno que Dios ha hecho, está haciendo y hará por nosotros en Jesús.
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En este mundo, las personas se enfrentan a la tentación y al remordimiento, al dolor y al sufrimiento, al fracaso y a la decepción, al deterioro y a la muerte. Las malas noticias son realmente malas, pero hay un motivo de aliento frente a todo esto.
Su nombre es Jesús. Él es el Señor. Jesús está arreglando el mundo con respecto al pecado. Él es el único que salva a los pecadores, y lo hace por gracia mediante la fe. Jesús ha vencido al mundo y está guiando a Sus seguidores hacia un mundo completamente nuevo. Vale la pena compartir cada día este mensaje sobre Jesús.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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