Los reformadores lidiaron con esa pregunta, porque Roma no reconocía a las iglesias protestantes como auténticas. Roma decía en pasado que la iglesia puede definirse de esta forma: donde está el obispo, allí está la iglesia, y si no hay autorización de un obispo romano, entonces cualquier sociedad que surja no será una iglesia válida. Los reformadores protestantes tomaron una postura distinta al respecto. Ellos intentaron identificar y definir las marcas de una iglesia válida y convinieron en tres características distintivas. Primero, dijeron que una iglesia es una verdadera iglesia cuando se predica el evangelio fielmente. Segundo, una verdadera iglesia es aquella donde se administran correctamente los sacramentos. Tercero, dijeron que una verdadera iglesia practica la auténtica disciplina de su gente. De todos los distintos elementos que conforman una iglesia, estos son tres puntos innegociables que los reformadores señalaron como marcas esenciales de una verdadera iglesia. Analicemos estas marcas en mayor detalle:
1. Donde el evangelio se proclama fielmente. Lo que los reformadores quisieron decir con esto no fue simplemente el anuncio de las buenas nuevas de la muerte y expiación de Jesús, sino más bien la fiel proclamación de las verdades esenciales del cristianismo. Si una iglesia negaba un aspecto esencial de la fe cristiana, esa institución ya no se consideraría una iglesia. El protestantismo histórico no reconocería el mormonismo como una auténtica iglesia cristiana porque la fe mormona ha negado la eterna deidad de Cristo.
2. Donde se administran los sacramentos. Según los reformadores, si no hay sacramentos-la Cena del Señor y el bautismo, no hay iglesia. Eso se vuelve significativo en la actualidad, porque tenemos grupos para-eclesiásticos como Young Life, Campus Crusade, e InterVarsity que se ocupan diariamente, en distintos ámbitos, en alcanzar a la gente y en el ministerio cristiano. Su llamado es a trabajar a la par con la iglesia. Ligonier Ministries también puede denominarse un ministerio para-eclesiástico. Somos una institución educacional y no somos una iglesia. Ligonier Ministries no administra los sacramentos. No tenemos una membrecía de iglesia por la cual impartamos disciplina a las personas que forman parte del grupo de beneficiarios de Ligonier. Esa no es nuestra función. Estamos llamados a apoyar a la iglesia en el ámbito educativo, pero nuestro enfoque es muy reducido en ese punto y no pretendemos ser una iglesia. Nadie es miembro de Ligonier en ese sentido. No bautizamos personas ni las hacemos entrar en la iglesia Ligonier, porque no existe tal cosa. La administración de los sacramentos es tarea de la iglesia.
3) Disciplina eclesiástica. A través de la historia de la iglesia hemos visto que la disciplina eclesiástica ha sido un tanto variable. Ha habido épocas pasadas cuando la disciplina eclesiástica se ha manifestado de formas crueles. Durante el siglo XVI, hubo una feroz persecución no solo de la Iglesia Católica Romana contra los protestantes, sino también de protestantes contra católicos. Sabemos que las personas eran someridas a tortura y todo tipo de castigos como medio de disciplina eclesiástica. Desde nuestra perspectiva en el siglo XXI, esto nos parece cruel, inusual y barbárico. Tal vez lo sea, pero quiero que entendamos lo siguiente: los líderes de la iglesia en el siglo XVI realmente creían en el infierno. Ellos creían que no había peor destino que pudiera sobrevenirle a un ser humano que ser arrojado al infierno. La iglesia realmente creía que era justificable emplear casi cualquier medio necesario para reprender y disciplinar a sus miembros con el fin de librarlos de las fauces del infierno. Si se requería la cámara de tortura, el potro, incluso la amenaza de ser quemado en la hoguera para rescatar a una persona de las fauces del infierno, todo esto se consideraba legítimo. No lo estoy defendiendo, pero estoy tratando de ayudar a entender la mentalidad de las personas del siglo XVI que se tomaban el infierno en serio. Hoy al parecer tenemos una actitud de que no necesitamos disciplinar a las personas en absoluto porque eso no importa. Una causa de esto puede ser que muchas personas no creen en la amenaza del juicio divino.
En la historia de la iglesia, el péndulo tiende a oscilar hacia los extremos en lo que respecta a disciplina. A veces la iglesia se involucra crudas y severas formas de disciplina. En otros tiempos, la iglesia se caracteriza por una extraordinaria forma de latitudinarismo. Esto es cuando no se impone ninguna disciplina a las personas. Hace algunos afios, una de las denominaciones históricas de Estados Unidos tuvo una controversia en la iglesia cuando un grupo de pastores y estudiosos elaboraron un documento en el que redefinían completamente la ética sexual cristiana de un hombre y una mujer para toda la vida en matrimonio. Este informe fue introducido como legislación para la iglesia en medio de mucha oposición de parte de los más ortodoxos. En la asamblea anual de esta denominación ocurrió una confrontación, y cuando se votó, la propuesta fue derrotada.
Pero lo que sucedió después fue quizá más extraño. Aunque la iglesia no adoptó esta particular postura sobre la conducta sexual, tampoco censuró ni disciplinó a los que proponían dicha postura. La iglesia en realidad estaba diciendo: "Esta no nuestra postura oficial, pero si quieres ser ministro en nuestra denominación, y sostener y ensefiar estas cosas, nosotros no haremos nada al respecto". En ese punto, hubo una falla de la disciplina. Esto sucede todo el tiempo en la iglesia contemporánea.
Esto además plantea una pregunta. Si una iglesia falla de manera significativa en disciplinar a sus miembros respecto a pecados crasos, atroces y flagrantes, ¿sigue siendo una iglesia esa institución? ¿Cuándo se vuelve apóstata la iglesia? Esa no es una pregunta fácil de responder porque en la historia de la iglesia es muy inusual que una institución admita que no cree en la expiación de Cristo o la deidad de Cristo u otra verdad esencial. No siempre está tan claro. A menudo, la iglesia juega livianamente con verdades esenciales de la fe cristiana.
Hay una distinción entre la apostasía de hecho y la apostasía de derecho, entre apostasía material y formal. La apostasía formal es cuando la iglesia niega clara e inequívocamente una verdad esencial de la fe cristiana. La apostasía de hecho es apostasía a un nivel material y práctico, donde los credos todavía están intactos pero la iglesia ya no cree en los credos. La iglesia socava los mismísimos credos que afirma creer.
Eso nos conduce a una aplicación práctica. ¿Cuándo debería uno dejar una iglesia e irse a otra? En primer lugar, yo diría que esta no es una decisión que se deba tomar a la ligera. Es un asunto serio. Cuando nos unimos a una iglesia, generalmente lo hacemos con un voto solemne delante de Dios. Desvincularse de un grupo ante el cual uno ha hecho un voto sagrado requiere de un serio razonamiento. Debe estar justificado con serios motivos.
Hoy en día, la gente se cambia de una iglesia a otra sin pensarlo dos veces. Cuando dejamos una iglesia por motivos tontos como el color de la pintura o un comentario ofensivo, no logramos ver la naturaleza sagrada de la iglesia misma. No deberíamos dejar la iglesia cuando no haya un motivo justo. Debemos respetar nuestro compromiso con una iglesia con el máximo de nuestra capacidad y por tanto tiempo como nos sea posible, a menos que ya no podamos ser nutridos y alimentados como cristianos en ese lugar. Cuando la iglesia es apóstata, un cristiano debe partir. Puede que pienses que deberías quedarte en la iglesia y tratar de trabajar para cambiarla y restaurarla, pero si la iglesia es efectivamente apóstata, no se te permite estar allí. Piensa en la confrontación entre los profetas de Baal y Elías en el Monte Carmelo. Después de que Dios demostrara su poder sobre Baal, ¿te imaginas a alguien diciendo: "Bueno, ahora veo que Jehová es Dios, pero me quedaré aquí en la casa de Baal como luz y sal, y voy a trabajar para intentar reformarla"? Tal cosa no nos está permitida. Si la institución en la que estamos cae en la apostasía, nuestro deber es abandonarla. Cualquiera que sea la situación, siempre deberíamos poner mucha atención a las marcas de la iglesia. ¿Se predica el evangelio? ¿Se administran los sacramentos apropiadamente? ¿Existe una forma bíblica de gobierno eclesiástico y disciplina? Si estos tres elementos están presentes, no debes irte. Debes trabajar para ser un elemento de edificación en esa parte del cuerpo de Cristo.
En estos capítulos hemos dado un vistazo a la naturaleza y el alcance de la novia de Dios, la iglesia de Jesucristo. Solo cuando entendamos nuestro verdadero propósito la iglesia resplandecerá en toda su belleza. Unidos en la verdad, asidos a la fe apostólica, declararemos y demostraremos, frente a un mundo que nos observa, que nuestro Dios trino es digno de ser adorado y servido. Para nosotros, que somos los llamados del Padre, este es nuestro mayor gozo. Eso es la iglesia: un pueblo que es propiedad de Dios y vive unido para glorificarlo a él.
Fragmento extraído del libro ¿Qué es la iglesia?, por R. C. Sproul