Vivir en estado de depresión es algo terrible. Se pierde la paz, la confianza en sí mismo, la ilusión de vivir. Es como estar al fondo de un pozo donde la superficie está fuera de nuestro alcance. No es fácil lidiar con nuestros sentimientos y emociones. Y menos cuando la voluntad se ha convertido en un ave que se eleva a grandes alturas, y no podemos acceder a ella.
Hay quienes han sido heridos por esta terrible espada, por algún hecho que les ocurrió en el pasado; mientras que otros desconocen a qué se debe su estado emocional. Ciertamente, el número de personas que comprenden a quienes padecen esta enfermedad, se reduce en un porcentaje muy pequeño. Los demás, en su mayoría, afirman que se debe a la falta de comunión con Dios. O que es el resultado de una vida en pecado. No obstante, quienes sostienen esta postura, no aportan nada para la recuperación de los tales.
No debemos de juzgar las vidas ajenas. En necesario tener en cuenta que nuestras palabras no solo hieren, sino que también provocan suicidios. ¿Tan difícil es escuchar sin juzgar? Si prestamos nuestro oído que no sea para sermonear. Y si no tenemos sabiduría para aconsejar es mejor orar para que sea Dios quien obre en la vida de esa persona, y no nosotros que, cuando hablamos, un corazón quebrantamos.
"Estuve a punto de ahogarme; ¡creí que había llegado mi fin! En la profundidad de ese pozo te pedí ayuda, Dios mío, y tú atendiste mis ruegos; ¡escuchaste mi oración! Te llamé, y viniste a mí; me dijiste que no tuviera miedo. No me negaste tu ayuda, sino que me salvaste la vida".
Lamentaciones 3:54-58 TLA
Autora: Madelin Reyes
Fecha: 5 de Septiembre 2022
Ministerio: Yo soy más en Cristo
Etiqueta:
Devocionales