Un día estaba atravesando por momentos difíciles, no sabía qué dirección tomar, y sentí como mi corazón se quebrantaba en pedazos. Lo único que se me ocurrió fue ponerme a orar. En medio de aquel lugar, no pude evitar doblar mis rodillas, y clamar a Dios. Había gente a mi alrededor, pero eso no impidió que me postrara. Lo hice de una manera disimulada, me puse a limpiar las estanterías en la parte inferior, y así pude hablar con Dios, con más tranquilidad.
Hay lugares en los que no es posible postrarse y clamar a Dios. Lo cierto es que podemos tomar ciertas posturas para hacerlo. ¿Qué tal si te tomas unos segundos para atar las agujetas de tus zapatos y, en eso, hablas con Dios? O si elevas tu mirada al cielo, por un par de segundos. La posición física no es lo más importante, sino hablar con Dios. Ten en cuenta que, lo que debemos de inclinar ante Él, es nuestro corazón. Una oración que proviene del corazón, Dios no la rechaza.
Autora: Madelin Reyes
Fecha: 5 de Septiembre 2022
Ministerio: Yo soy más en Cristo