Edmund Calamy: ¿Recuerdas aún lo que predicó tu pastor el domingo?

La razón por la cual todos los sermones que escuchamos no nos hacen más bien, es por falta de meditación divina.

Porque con los sermones sucede lo mismo que con [la comida]: No es tener [comida] sobre la mesa lo que te alimenta, sino que debes comerla y, no sólo comerla, sino prepararla y digerirla o no te servirá para nada. Lo mismo ocurre con los sermones: No es escuchar sermones [lo que] te hará bien, sino… digerirlos mediante la meditación. Ponderar en vuestros corazones sobre lo que escuchan, tiene que hacerles bien. El sermón, bien digerido y bien meditado, es mejor que veinte sermones sin meditación… Ahora, la meditación es lo que digiere todos los sermones que escuchamos. Hay una enfermedad en la que sea lo que sea que coman, los que sufren esa afección lo vomitan; la comida nunca les hace ningún bien. Lo mismo sucede con muchos de ustedes: Escuchan un sermón, se retiran y nunca vuelven a pensar en él. Esto es igual que la comida que se vomita.

Existe otra enfermedad, que todo lo que comen los que la sufren, les pasa de largo; nunca permanece en ellos. Ahora, esta comida nunca nutre. Estoy seguro que a ustedes les sucede lo mismo los días de la semana, me temo que pasan de largo con los sermones escuchados el Día de reposo; los escuchan y escuchan, y eso es todo lo que hacen. Nunca buscan arraigarlos en su corazón por medio de la meditación sobre ellos. ¡Por eso es que son tan escasos en la gracia, a pesar de la abundancia de sermones que escuchan!

Sucede con los sermones lo mismo que con los vendajes. Si uno tiene una herida y la cubre con una venda curativa, nunca se curará si se saca la venda. Si se la quita tan pronto como se la puso, nunca le hará ningún bien. Lo mismo sucede con los sermones: Si ustedes han escuchado un sermón, pero nunca reflexionan y meditan sobre él, es como la venda colocada y enseguida vuelta a quitar.

Estoy seguro de que la gran razón por la cual tenemos tantos cristianos que sufren de hambruna, son escasos en conocimientos y escasos en la gracia, aunque oyen sermón tras sermón — puede ser que el Día de reposo oigan tres o cuatro sermones— es porque no preparan ni digieren nada. Nunca reflexionan ni meditan sobre lo que oyen, y de esto es lo que habla Cristo, nuestro Salvador; dice que la semilla que cayó junto al camino se refiere al hombre que oye la palabra y después de haberla oído, nunca piensa en ella y deja que el diablo la robe de su corazón (Lc. 8:5). Al igual que el sembrador, deja caer la semilla junto al camino y nunca remueve la tierra ni espera que brote algo. [Para] muchos de ustedes, los sermones que oyen son como semilla que cae en el camino, nunca la cubren con meditación, nunca piensan en ella luego de haberla escuchado y ésta es la razón por la que nunca obtienen ningún beneficio de lo que oyen.


Edmund Calamy (1600-1666) fue un líder de la iglesia presbiteriana y anglicana inglesa. Conocido como «el viejo», fue el primero de cuatro generaciones de ministros inconformistas que llevaron el mismo nombre.

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