"Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia". Hebreos 10:22
La fe no nace en una mesa de negociaciones donde damos nuestros dones a cambio de la bondad de Dios. La fe no es un premio que se otorga a los más capacitados. Ni es un premio concedido a los más disciplinados. Tampoco es un título legado a los más religiosos.
Fe es lanzarse desesperadamente desde el bote del esfuerzo humano que naufraga y orar que Dios esté allí para sacarnos del agua. El apóstol Pablo escribió acerca de esta clase de fe:
«Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obra, para que nadie se gloríe» (Efesios 2.8–9).
La fuerza suprema en la salvación es la gracia de Dios en el ojo de la tormenta.