ESTÁS LIMPIO: Encontrando pureza en Jesucristo | Colin S. Smith

ESTÁS LIMPIO: Encontrando pureza en Jesucristo

Comencemos con dos historias. La primera es sobre un hombre inocente, llamado Juan, quien ha sido acusado falsamente de un brutal asesinato.

Juan se encontraba en la escena del crimen y fue arrestado por la policía. Este era un caso de confusión de identidad en el que Juan fue falsamente acusado de un crimen que no cometió.

Las pruebas presentadas en el juicio de Juan fueron fácilmente refutadas y pronto se evidenció su inocencia. El jurado pronunció el veredicto del caso: ¡Inocente! Juan fue libre y pudo regresar a casa.

Juan rebosaba de felicidad al salir del tribunal, pues la verdad sobre su inocencia se había conocido. Juan alzaba sus manos en señal de victoria mientras se reunía con su familia y amigos. Juan era un hombre inocente.

La segunda historia trata de José, el hombre que cometió el crimen y luego escapó de la escena. José fue detenido y acusado del crimen unos meses después de que Juan fuera reivindicado.

La parte acusadora tuvo un mal momento durante el juicio, puesto que no presentó una prueba clave que habría asegurado su condena. En cambio, el abogado de José tuvo una brillante participación en el momento de los alegatos.

El juez decidió que la parte acusadora no tenía pruebas suficientes frente a las sospechas existentes, así que emitió su veredicto: ¡Inocente! José fue libre y pudo regresar a casa.

José salió del juicio en un silencio contenido, sonrió ante las cámaras y afirmó: «Siempre supe que era inocente», pero en realidad, él era culpable. José había quedado en libertad porque la verdad acerca del crimen no se había conocido. Pese a esto, José vivía con temor a que se supiera la verdad en el futuro.

Ambos hombres tienen una perspectiva distinta acerca de la verdad sobre lo ocurrido el día del asesinato: Juan se sentía feliz, pues se supo la verdad de su inocencia; mientras que José vivía en temor, pues nunca se supo la verdad y temía que algún día saliera a la luz.

La Biblia utiliza la figura de un juicio para ayudarnos a comprender en qué consiste nuestra nueva identidad en Cristo. Imagina que ahora tú eres el acusado y estás siendo juzgado frente al Dios. Todopoderoso por violar Sus leyes. Se presentan las pruebas en tu contra, pero de manera sorprendente, al final del juicio Dios te declara inocente. La Biblia llama a esto justificación. Nosotros somos «justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1).

La pregunta es, ¿quién serás tú cuando salgas del tribunal de Dios? ¿Serás Juan o José? Ambos fueron declarados inocentes. Juan lo era en realidad, a pesar de que fuera falsamente acusado; pero José era culpable, y sin embargo no recibió una condena.

BUENAS NOTICIAS PARA EL CULPABLE

La Biblia deja claro que todos somos culpables como José, «por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios» (Romanos 3:23). Si nuestras vidas fueran examinadas frente a la luz de la perfecta ley de Dios, todos seríamos culpables.

Y justo aquí se presenta una asombrosa y maravillosa verdad, que es el centro mismo del evangelio: Dios justifica a los pecadores (Romanos 4:5). Él declara «inocentes» a las personas que han quebrantado Su ley.

Esto es alucinante, pero a primera vista también parece una injusticia, pues se esperaría que la Biblia dijera que Dios justifica a los justos; pero si fuera así, ni tú ni yo tendríamos esperanza porque ino somos como Juan! No somos inocentes frente a Dios.

La buena noticia es que Dios justifica a los culpables y anula los cargos legítimos contra nosotros. Él lo hace libre y justamente a través de Jesucristo, quien llevó la culpa por nuestros pecados en la cruz. Allí la justicia de Dios recayó sobre Jesucristo para que la misericordia de Dios pudiera ser derramada sobre nosotros.

Cuando acudes a Cristo con fe, Dios te dice: «Eres justificado y perdonado, estás limpio y eres justo por medio de Mi Hijo Jesucristo». Sin embargo, dada la brecha que separa nuestras vidas hoy de lo que Dios quiere que sean, creemos simplemente que esto no puede ser verdad.

¿Cómo puedes ser justo cuando has tomado decisiones que te hacen sentir sucio? ¿Cómo puedes sentirte limpio cuando tu mente y tu corazón fueron distorsionados por imágenes que te cuesta olvidar? ¿Cómo puedes permanecer limpio si han abusado de ti y sufriste horrores que te hacen sentir desgraciado e inútil por dentro? Son preguntas profundas y dolorosas, aun así, Dios tiene una respuesta... «En Jesucristo, estás limpio».

TU JUSTICIA ESTÁ EN CRISTO

El primer paso para descubrir tu nueva identidad en Cristo es reconocer que tu justicia está en Jesús y no en ti mismo. Pablo dice: «están ustedes en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros... justificación» (1 Corintios 1:30).

No es tu fe, tu arrepentimiento o tu comportamiento como creyente lo que te hace justo delante de Dios. No son tus buenas obras, tu ministerio o cualquier otra cosa que ofrezcas a Dios lo que te hace limpio.

Eso es bueno, porque a pesar de que mi fe sea genuina, está lejos de ser perfecta. Mi arrepentimiento ya comenzó, pero aún no está completo. Mi vida cristiana sigue todavía en proceso. Mi ministerio tiene logros, pero también tiene fallas, oportunidades desperdiciadas y tareas incompletas.

Si mi entrada a la vida eterna dependiera de evaluar toda mi vida frente a la luz de la asombrosa santidad de Dios, no habría ninguna esperanza para mí. El gran predicador cristiano Agustín de Hipona afirmó una vez: «No me atrevo a elogiar las obras de mis manos por temor a que encontréis en ellas más pecados que méritos».

Esto es esperanzador para aquellos que están en Cristo, pues en el día final, Dios no considerará tu fe, tu arrepentimiento, tu vida cristiana o tus buenas obras. Dios considerará a tu Salvador y en Él no hay ninguna falta. Él es Justo, por eso Pablo afirmó: «y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe» (Filipenses 3:9).

PUREZA RESTAURADA

Si has sufrido abusos, agresiones o maltratos, esta verdad acerca de tu pureza en Cristo traerá una maravillosa cura a tus heridas.

Aquellos que han experimentado el trauma del abuso saben que el dolor más profundo proviene del sentimiento desgarrador de vergüenza, pues te han quitado algo que no elegiste dar y que nunca podrás recuperar.

Piensa en esto, cuando la pureza depende de nuestras acciones o de las acciones de alguien más, fácilmente se perderá y será muy dificil recuperarla. En cambio, si tu pureza está arraigada en la obra de Cristo, nada podrá quitártela.

De la misma manera, si tu justicia dependiera de ti, un solo pecado la echaría a perder, lo que te llevaría a iniciar de nuevo tu búsqueda de justicia cada vez que pecas. Pero si tu justicia depende de Cristo, está totalmente segura. ¡Esto significa entonces que no se puede arruinar!

Puedes perder tu pureza al entregarla o alguien más podría quitártela; aun así, nada en este mundo, ni el mismo infierno, podrá destruir la justicia que te ha sido otorgada en Cristo. Nada de lo que hagas podrá cambiar la justicia que recibiste por Cristo, como tampoco alguno podrá quebrantar la pureza que te fue otorgada en Él. Si estás en Cristo, esta justicia es tuya.

DISFRUTA DE TU JUSTICIA EN CRISTO

Imaginemos por un momento que vives ilegalmente en un edificio abandonado, que ha sido declarado inhabitable por el gobierno local y que pronto será demolido. Duermes allí, justo encima de un montón de revistas tiradas por el suelo, no tienes dinero y no tienes otro lugar a donde ir.

Un día conoces a un hombre que se compadece de ti y te dice: «Tengo una casa que no está siendo ocupada y me encantaría que vivieras allí». Le explicas que no tienes dinero para pagar, pero te dice que no debes pagar nada.

«¿Cuánto tiempo puedo quedarme?», preguntas.

Te dice que la invitación es por tiempo indefinido. «Trata mi casa como si fuera la tuya, puedes vivir allí todo el tiempo que desees».

El hombre te dice que vendrá todos los días a limpiar la casa y a cuidar el jardín. Él dice: «No me verás, solo vengo cuando mis inquilinos están lejos».

Después te dibuja un mapa, te da las llaves y se marcha, dejándote perplejo por este inusual acto de amabilidad.

Cuando encuentras la casa, te quedas absolutamente anonadado. El césped es verde como una alfombra de pelo largo, la cerca blanca y recién pintada. Dentro de la casa hay todo lo que necesitas para vivir. Es la casa de tus sueños, pero más que eso, les tuya! Puedes pasear por el jardín, sentarte en la sala, comer en la mesa y dormir en la cama.

Todos los días notas evidencias de la visita del propietario: el césped cortado, las habitaciones limpias y el refrigerador lleno. La casa es tuya para que la disfrutes, no como si fueras el propietario, sino como resultado de una generosa invitación donde se te ofrece disfrutarla como si fuera tuya.

Eso mismo ocurre con la justicia de Cristo. Cuando estás «en Cristo, lo que Él posee es tuyo para que lo disfrutes ahora. Muy seguramente, Satanás vendrá a la cerca y te dirá que no eres más que un invasor y que no hay lugar para ti en la casa de los justos. Por el contrario, tú no eres un intruso, tú estás allí por invitación del dueño.

Conocer tu nueva identidad en Cristo cambiará la forma en que vives. Si crees que eres un intruso, vivirás como tal, tirando la basura al suelo. Lo contrario sucede cuando sabes que eres un huésped en la casa de los justos: tus pensamientos, sentimientos, y tu comportamiento cambiarán.

Si Satanás puede convencerte de que no eres más que un pecador, entonces nada será más natural para ti que seguir pecando. Pero cuando entiendes que en Cristo estás limpio, comenzarás a vivir una vida nueva.

Cuando mi escritorio está cubierto con un montón de papeles, lo más natural del mundo sería continuar tirando papeles encima. En cambio, cuando mi escritorio está limpio, soy mucho más cuidadoso con lo que pongo allí.

Si un compasivo amigo te cede el uso de su casa y todos los días la limpia y la renueva, ¿la vas a llenar de basura?, o dirías: «nunca podré pagar lo que mi amigo ha hecho; por el contrario, haré todo lo que esté en mis manos para cuidar de su casa, en la que tengo el privilegio de vivir».

De la misma forma, la vida cristiana no consiste en fingir ser algo que no eres; se trata de ser quien eres. En Cristo estás limpio, así que sé quien eres.

PREGUNTAS DE REFLEXIÓN

1. ¿En qué áreas te sientes como «una nueva criatura»? ¿En cuáles no? Pídele a Dios gracia para crecer a través de este libro.

2. Lee Romanos 4:1-8. ¿Por qué se dice que la justificación por la fe es una bendición?

3. Ser aceptados por Dios y nuestra entrada al cielo no se basa en lo que hayamos o no hecho, sino en lo que Cristo ha hecho por nosotros. ¿Qué cambios tangibles producirá creer esto en nuestras vidas? Consulta Romanos 5:1-2.

4. ¿Qué mentiras acerca de estar limpios en Cristo nos dice Satanás? ¿Con qué verdad podemos contrarrestar estas mentiras?

Smith, C. S. (2024). Abre la Biblia: Descubre tu nueva identidad en Cristo. (pp. 1-7). Coalición por el Evangelio. 

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