La raíz de nuestra creencia | Adrián Rogers

La raíz de nuestra creencia | Adrián Rogers

¿En qué creemos? ¿Somos los creyentes ingenuos que creemos en cuentos de hadas o realmente existe un fundamento para nuestra creencia? ¿Por qué creemos lo que creemos? La fe es la raíz de nuestra creencia, pero la fe no es vivir o caminar cuidadosa y temerosamente. La fe es certeza y convicción (Hebreos 11:1). Ésta posee cimientos y pilares de concreto espiritual. Es real, y Dios nos ha dado unos testimonios auténticos y fidedignos para que sepamos que somos salvos y vamos rumbo al cielo.

LA OBRA ETERNA DEL SALVADOR

Primera Juan 5:6 enseña: «Éste es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre». Cuando el Señor Jesucristo fue crucificado, «… uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante le brotó sangre y agua» (Juan 19:34). Esta es LA OBRA ETERNA DEL SALVADOR, que somos SALVOS POR SANGRE Y SANTIFICADOS POR AGUA.

El tabernáculo en el Antiguo Testamento es una representación de Jesucristo. Cuando usted entraba, primero llegaba al altar de bronce sobre el cual se llevaba a cabo el sacrificio de sangre. Más adelante se hallaba una fuente de bronce o gran lavabo en donde los sacerdotes se podían lavar. Primero la sangre y después el agua. La sangre de Jesucristo paga el precio de nuestros pecados, y el agua santificadora nos mantiene limpios. En el himno «Roca de la eternidad» entonamos:

«Roca de la eternidad, fuiste abierta Tú por mí;

Sé mi escondedero fiel, paz encuentro sólo en Ti: 

Rico, limpio manantial, en el cual lavado fui».

Sé que soy salvo porque Jesucristo, el Hijo de Dios, murió para comprar mi salvación. Esto es un hecho histórico y es la obra salvadora de Cristo.

EL TESTIMONIO INTERNO DEL ESPÍRITU

«… El Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio [en el cielo: el PADRE, el VERBO y el ESPÍRITU SANTO; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra]: el ESPÍRITU, el AGUA y la SANGRE; y estos tres concuerdan» (1 Juan 5:6b-8).

¿Cómo sé que hubo un hombre llamado Jesucristo? ¿Cómo sé que Él es el Hijo de Dios que nunca cometió pecado? ¿Cómo sé que Dios lo envió? ¿Cómo sé que Él efectivamente murió en la cruz y llevó mis pecados? Gracias a Dios no tengo que depender de la opinión de nadie para saberlo. El Espíritu Santo de Dios está aquí para hacerlo real en mi corazón.

Verá, Dios nos dio la obra de Jesucristo, pero para hacer la obra de Cristo —el agua y la sangre— real en nosotros, Él nos dio el Espíritu. «Si aceptamos el testimonio de los hombres —dice Juan en el versículo 9—, mayor es el testimonio de Dios; porque éste es el testimonio que Dios ha presentado acerca de su Hijo». La palabra «si» puede también ser traducida como puesto que: Puesto que aceptamos o creemos en el testimonio de los hombres.

Una noche estaba en Augusta, Georgia, predicando en una conferencia de misiones. A la mañana siguiente, fui al aeropuerto y volé de regreso a Memphis. Para hacer esto, tuve queejercitar mi fe en un piloto de aviación que no conocía: nunca vi sus credenciales, ni nunca antes lo vi pilotear. Ahora bien, la Aerolínea Delta puso su sello de aprobación en este hombre, así que yo sólo abordé el avión y no lo pensé mucho. Aceptamos el testimonio de los hombres.

Antes de irme al aeropuerto, desayuné en un restaurante. ¿Cómo sabía que la comida no estaba envenenada? Tuve fe en la dama que me la sirvió. Recibimos el testimonio de los hombres.

Cuando su doctor le escribe una receta médica, la mira, y a pesar de que no puede leerla, pronunciarla, ni entenderla, se la da al farmacéutico quien pone píldoras en un frasco. Luego, sin pensarlo dos veces, se las lleva a casa y se las toma. ¿Por qué? Porque aceptamos el testimonio de los hombres.

De la misma manera, a través de la FE, recibimos el testimonio de Dios por medio del Espíritu que Cristo murió por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos para nuestra santificación. Por lo tanto, no hay excusa para la incredulidad. La Biblia promete que el Espíritu Santo ayudará a creer a todo aquel que desee creer. Primero el Espíritu nos testifica a nosotros, luego Él testifica en nosotros. «El que CREE en el Hijo de Dios, TIENE el testimonio en sí mismo» (1 Juan 5:10). Antes de ser salvo, Él me testificó, me afirmó que lo que Cristo hizo es verdad. Ahora, Él testifica en mí, tengo el estimonio en mí mismo.

Supongamos que saboreo un pedazo de pastel de manzana, y usted se me acerca y me alega: «No existe tal cosa como un pastel de manzana. No creo en los pasteles de manzana, y si los hay, no son buenos». A pesar de sus argumentos, tengo el testimonio en mí, lo poseo adentro. Un creyente con un testimonio nunca está a merced de un incrédulo con su opinión, puesto que él tiene el testimonio en sí mismo.

VER PRIMERA PARTE

Fragmento extraído del libro La seguridad bendita: La salvación que se conoce, Adrián Rogers

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