Historia del Concilio de Nicea

EL CONCILIO DE NICEA

El Concilio de Nicea tuvo lugar en el año 325 por orden del emperador romano César Flavio Constantino. Nicea estaba situada en Asia Menor, al este de Constantinopla. En el Concilio de Nicea, el emperador Constantino presidió un grupo de obispos y otros líderes de la iglesia con el propósito de definir la naturaleza de Dios para toda la cristiandad y eliminar la confusión, la controversia y las disputas dentro de la iglesia. El Concilio de Nicea afirmó rotundamente la deidad y eternidad de Jesucristo y definió la relación entre el Padre y el Hijo como “de una sola esencia”. También afirmó la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo fueron considerados como tres personas iguales y eternas.

Constantino, que afirmó haberse convertido al cristianismo, convocó una reunión de obispos en Nicea para resolver algunas controversias crecientes entre los dirigentes de la Iglesia. Los temas que se debatían incluían la naturaleza de Jesucristo, la fecha correcta para celebrar la Pascua y otros asuntos. El debilitado Imperio Romano, ahora bajo el gobierno de Constantino, no podía soportar la división causada por años de discusiones “fuera de control” sobre diferencias doctrinales. El emperador veía las disputas dentro de la iglesia no sólo como una amenaza para el cristianismo, sino también para la sociedad. Por lo tanto, en el Concilio de Nicea, Constantino alentó a los líderes de la iglesia a resolver sus desacuerdos internos y a convertirse en agentes de Cristo que pudieran traer nueva vida a un imperio atribulado. Constantino sintió que estaba "llamado" a usar su autoridad para ayudar a lograr la unidad, la paz y el amor dentro de la iglesia.

El principal problema teológico había sido siempre el de Cristo. Desde el final de la era apostólica, los cristianos habían comenzado a debatir estos temas: ¿Quién es Cristo? ¿Es más divino que humano o más humano que divino? ¿Fue Jesús creado o engendrado? Siendo el Hijo de Dios, ¿es co-igual y co-eterno con el Padre, o es inferior al Padre? ¿Es el Padre el único Dios verdadero, o son el Padre, el Hijo y el Espíritu el único Dios verdadero?

Un sacerdote llamado Arrio presentó su argumento de que Jesucristo no era un ser eterno, que fue creado en un momento determinado por el Padre. Obispos como Alejandro y el diácono Atanasio argumentaron la postura contraria: que Jesucristo es eterno, al igual que el Padre. Era un argumento que enfrentaba al trinitarismo con el monarquismo.
Constantino instó a los 300 obispos del concilio a tomar una decisión por mayoría de votos que definiera quién es Jesucristo. La declaración de doctrina que produjeron fue una que todo el cristianismo seguiría y obedecería, llamada el "Credo de Nicea". La iglesia mantuvo este credo y el emperador lo hizo cumplir. Los obispos en Nicea votaron para hacer que se aceptara la deidad absoluta de Cristo como posición de la iglesia. El Concilio de Nicea defendió la doctrina de la verdadera divinidad de Cristo, rechazando la herejía de Arrio. El concilio no inventó esta doctrina. Más bien, sólo reconoció lo que la Biblia ya enseñaba.

El Nuevo Testamento enseña que hay que adorar a Jesús el Mesías, es decir, que Él es igual a Dios. El Nuevo Testamento prohíbe la adoración de los ángeles (Colosenses 2:18; Apocalipsis 22:8, 9) pero ordena la adoración de Jesús. El apóstol Pablo nos dice que “en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9; 1:19). Pablo declara a Jesús como Señor y como Aquel a quien la persona debe orar para salvarse (Romanos 10:9-13; cf. Joel 2:32). “Jesús es Dios sobre todo” (Romanos 9:5) y nuestro Dios y Salvador (Tito 2:13). La fe en la deidad de Jesús es básica en la teología de Pablo. El Evangelio de Juan declara que Jesús es el Logos divino y eterno, el agente de la creación y la fuente de vida y luz (Juan 1:1-5,9); “el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14:6); nuestro abogado ante el Padre (1 Juan 2:1-2); el Soberano (Apocalipsis 1:5); y el Hijo de Dios desde el principio hasta el final (Apocalipsis 22:13). El autor de Hebreos revela la deidad de Jesús mediante Su perfección como sumo sacerdote (Hebreos 1; Hebreos 7:1-3). El Salvador divino-humano es el objeto de fe, esperanza y amor del cristiano.

El Concilio de Nicea no inventó la doctrina de la deidad de Cristo. Al contrario, el Concilio de Nicea afirmó la enseñanza de los apóstoles sobre quién es Cristo: el único Dios verdadero y la Segunda Persona de la Trinidad, con el Padre y el Espíritu Santo.


Originalmente publicado por Got Questions

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