A. Los Motivos por los que se convocó el Concilio.
El motivo por el que fue convocado el concilio tenia tres razones: (1) Remediar la confusión que prevalecia en el uso de varias palabras importantes en discusiones acerca de la doctrina de la Trinidad; (2) Condenar errores que habian sido adoptados en diferentes partes de la Iglesia; (3) Redactar una declaración de la doctrina que incluyera todos los elementos Escriturarios, y que diera satisfacción a las convicciones religiosas de la masa de los creyentes. Esta era una tarea enormemente dificil:
1. Debido a que el usus loquendi de ciertos términos importantes no estaba determinado en aquel tiempo. Por ejemplo, la palabra hupostasis se empleaba en dos sentidos opuestos. Se tomaba con frecuencia en su sentido etimológico como sustancia, y es empleada por el Concilio como sinónimo de ousia. Pero ya habia comenzado a ser empleado en el sentido de persona. Por cuanto expresa realidad, en oposición a lo que es fenoménico o aparente, o modo de manifestación, vino a ser empleado universalmente en la Iglesia Griega, en el segundo sentido, como salvaguarda contra la idea de una Trinidad meramente modal. Se admite que tendria que prevalecer una gran confusión si alguien dijera que hay sólo que hupostasis en la Deidad, y otro que hay tres, cuando los dos estuvieran significando. la misma cosa, el uno usando la palabra en sentido de sustancia, y el otro en el de persona una
En la Iglesia Latina se experimentó la misma dificultad con el uso de las palabras substantia y subsistentia Estas palabras eran frecuentemente intercambiadas como equivalentes, y se empleaban las dos, a veces en el sentido de sustancia, y a veces en el de suppositum. El uso finalmente determinó que el primero significara sustancia o esencia, y el segundo un modo en el que existe la sustancia, esto es, suppositum. Asi, según el uso establecido, en la Deidad hay una sustancia, y tres subsistencias.
Para expresar la idea de una suppositum intelligens, o agente auto-consciente los griegos empleaban el término prosopon. Pero como este término significa propiamente el rostro, el aspecto, y era empleado por los Sabelianos para expresar su doctrina del triple aspecto en el que se revelaba la Deidad, fue rechazado y se adoptó la palabra hupostasis. La palabra latina persona (de per y sono) significa propiamente una máscara llevada por un actor y a través de la que hablaba, y luego el papel o carácter que el actor representaba. por causa de esto, esta palabra tuvo dificultades hasta ser aceptada en la terminologia de la teología.
El célebre término homoousios, que fue tanto tiempo tema de controversia, no estaba exento de ambigüedades. Expresaba bien elaramente la identidad de sustancia, pero el uso de la palabra dejaba sin especificar si la identidad era específica o numérica. Se cita a Porfirio en el sentido de que las almas de los hombres y de los animales irracionales son homoousioi, y a Aristóteles como diciendo que las estrellas son homoousiol, y se dice de los hombres y de los brutos que son homoousioi, en cuanto a sus cuerpos, y del mismo modo, se dice de los ángeles, demonios y almas humanas que todos son homoousiol. En este sentido, Pedro, Santiago y Juan son homoousioi, al tener la misma naturaleza en cuanto a tipo. Por esta causa, se objeto a esta palabra, por cuanto admitia una interpretación Triteista. Sin embargo, el Concilio determinó el sentido en que tenia que ser comprendida en sus decisiones, dicienço que el Hijo habia sido engendrado ek tes ousias tou patros, (de la sustancia del Padre], y negando que fuera creado. Asi como Dios es espiritu, y como nosotros somos espiritus, se dice de nosotros en la Escritura que somos semejantes a El, siendo sus hijos, siendo de la misma naturaleza. Pero con respecto al Hijo se declaró que El era de la misma esencia numérica con el Padre; El es verdaderamente Dios, poseyendo los mismos atributos y teniendo derecho a la misma adoración. Asi explicada, la palabra devino una barrera insuperable contra la adopción del Credo Niceno por parte de cualquiera que negara la verdadera divinidad del Hijo de Dios.
Diferencia de opinión entre los miembros del Concilio 2. Una segunda dificultad que el Concilio tuvo que enfrentar fue la diversidad de opinión entre sus propios miembros. Todas las perspectivas contradictorias que habian agitado a la Iglesia estaban alli representadas. Las partes principales eran, primero, los Arrianos, que mantenian, (1) Que el Hijo debia su existencia a la voluntad del Padre. (2) Que no era eterno, sino que hubo un tiempo en que El no era. (3) Que El había sido creado ex ouk anton, del no ser, y que por ello era krisma kai poiēma. [criatura y hechura.) (4) Que Él no era inmutable, sino treptos phusei. [naturaleza mutable.] (5) Que su preeminencia consistia en que El había sido creado por Dios sin mediación alguna, mientras que todas las otras criaturas habían sido creadas por el Hijo. (6) Que El no era Dios de Si mismo, sino que había sido hecho Dios, etheopoièthë, esto es, debido a lo exaltado de su naturaleza, y a la relación que El sostiene con todas las otras criaturas, como Creador y Gobernador, Él tiene derecho a culto divino.
Uno de los pasajes de la Escritura en que se apoyaban principalmente los Arrianos era Pr 8:22, que en la Septuaginta se traduce ektise me archën hodăn autou (El me creó en el comienzo de sus caminos). Como la Sabiduría, que de aqui se habla, era universalmente comprendida como el Logos, y como la Septuaginta era considerada como autoritativa, este pasaje parecia demostrar, sin discusión, que el Logos había sido creado. Los ortodoxos se vieron obligados a desvirtuar este pasaje diciendo que debia ser tomado aqui en el sentido de gennan, la palabra en otros lugares usada para expresar la relación entre el Padre y el Hijo. La ignorancia, o el descuido de la lengua hebrea, les impidió responder al argumento de los Arrianos mostrando que la palabra qanah, que aqui traduce la Septuaginta como ektise, significa no sólo establecer, sino poseer. Por eso, la Vulgata traduce correctamente este pasaje como «Dominus possidet me», y la versión castellana también traduce: «Jehová me poseias. Los Arrianos verdaderos constituian una pequeña minoria en el Concilio.
Los Semi-Arrianos.
El segundo partido incluia a los Semi-Arrianos y a los discipulos de Origenes. Estos sostenian junto con los Arrianos, (1) Que el Hijo debia su existencia a la voluntad del Padre. (2) Que Él no era de la misma esencia, sino heteros kat ousian. [de una esencia de distinta especie. Parecian sostener que habia una esencia intermedia entre la sustancia divina y las sustancias creadas. Fue en referencia a esta opinón que Agustin dijo posteriormente Omnis enim substantia quae Deus non est, creatura est, et quae creatura non est, Deus est». [Toda aquella sustancia que no es Dios, es criatura, y la que no es criatura, es Dios.]
(3) Por ello, el Hijo era subordinado al Padre, no meramente en rango o modo de subsistencia, sino en naturaleza. Pertenecia a un orden diferente de seres. No era autotheos, ho theos, [Dios mismo, el Dios), ni ho alethinos theos, [el verdadero Dios), sino simplemente theos, término éste que, según Origenes, sólo podía aplicarse a los órdenes más elevados de criaturas inteligentes. (4) El Hijo, aunque asi inferior al Padre, teniendo vida en si mismo, era la fuente de vida, esto es, el Creador. (5) El Espiritu Santo, según la mayoría de Arrianos y según Origenes, fue creado por el Hijo La primera y más alta de las criaturas llamadas a ser por su poder.
Los ortodoxos.
El tercer partido en el Concilio era el de los Ortodoxos, que constituia la gran mayoria. Todos los cristianos eran adoradores de Cristo. Él era para ellos el objeto de supremo amor y la base de su confianza; a El le estaban sujetos en corazón y vida. En El esperaban para todo. El era su Dios en el más estricto sentido de la palabra. Además, lo entendian como una persona diferente, y no meramente un nombre distinto para el Padre. Pero como no estaba menos arraigada en las mentes de los cristianos la convicción de que sólo hay un Dios o Ser Divino, el problema. que el Concilio tenia que resolver era el de armonizar estas convicciones aparentemente incompatibles, esto es, que hay uno solo Dios, y sin embargo que el Padre es Dios, y el Hijo, como persona distinta, es Dios, el mismo en sustancia e igual en poder y gloria. Lo único que debía hacerse era preservar los elementos esenciales de la doctrina, y sin embargo no hacer que la declaración de la misma. incurriera en contradicciones internas. Para cumplir estas condiciones, el Concilio redactó el siguiente Credo:
«Creemos en un Dios, el Padre todopoderoso, el hacedor de todas las cosas visibles e invisibles, y en Senor Jesucristo, el Hijo de Dios, unigénito, engendrado del Padre, esto es, de la esencia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios mismo de Dios mismo, engendrado y no hecho, consustancial con el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas, sea en el cielo o en la tierra, quien por nosotres los hombres y para nuestra salvación descendió del cielo, y se encarnó y devino hombre, padeció y resucitó al tercer dia; ascendió al cielo, y vendrá para juzgar a los vivos y a los muertos. Y creemos en el Espiritu Santo. Pero a aquellos que dicen que hubo un tiempo en que El (el Hijo) no era, que no era antes de ser hecho, o que fue hecho de la nada, o de otra o diferente esencia o sustancia, que era una criatura, o mutable, o susceptible de cambiar, la Santa Iglesia Católica los anatematiza».