Lección 2 - Jesús fue enviado para ser "la voz de Dios" | La obediencia de Jesús de Nazaret

Lección 2 - Jesús fue enviado para ser "la voz de Dios" | La obediencia de Jesús de Nazaret

Deuteronomio 18:18 "Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca; y él les hablará todo lo que yo le mandare."

Este es otro de los versículos proféticos acerca de Jesús el Mesías generalmente aceptado por todos los exegetas. En ese texto, Dios prometió al pueblo, por medio de Moisés, que enviaría a uno que sería su "Nabi" (profeta o portavoz) y lo levantaría dentro de sus propios hermanos. Lo haría con un propósito bien definido: Dios pondría sus palabras en la boca, todas y sólo las palabras que Dios quisiera que su profeta dijera. El sería la voz de Dios.

En el texto, podemos comprender que se está refiriendo a un profeta fiel, obediente y perfecto. Entonces éste no puede ser ningún profeta verdadero que antecedió a Jesús comenzando desde Moisés hasta Juan el Bautista. Precisamente estos dos son mencionados como los más grandes: Deuteronomio 34:10 dice "Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; ..."

San Lucas 7:28 dice "Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él."

Ambos, a pesar de ser reconocidos como profetas de alta estima y fidelidad, fallaron en obediencia y perfección. Moisés, no entró a la tierra prometida por enojarse y golpear dos veces la roca. Juan el Bautista cuando lo encarcelaron dudó y mandó a sus discípulos a preguntar a Jesús si él era el Mesías. Ellos actuaron y dijeron algunas cosas de su propia voluntad y se equivocaron. Por lo tanto, de manera concluyente esta profecía se refiere a Jesús el Cristo y no a otro. Juan 1:45 confirma esto:

"Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas, a Jesús, el hijo de José, de Nazaret."

Lo sorprendente del texto anterior es la certeza con que Juan afirma el que Felipe haya encontrado aquel del que había escrito Moisés en la ley, pues de la promulgación de ésta para los tiempos de Jesús habían transcurrido cientos de años. ¿Cómo estaba seguro Felipe de lo que estaba diciendo? ¿Por la interpretación de la Escritura y la comparación con Jesús el hijo de José? ¿Por la fe? ¿Por la autoridad con que Jesús le hizo el llamamiento? o ¿Por revelación? Bien, el texto no lo dice, pero el asunto es que Felipe lo sabía, lo decía y lo creía plenamente. A este mismo Felipe, cuando Jesús fue a Galilea lo encontró y le dijo sencillamente "sígueme". De manera sorprendente Felipe obedece sin cuestionamientos el llamado. Podemos observar que tanto Jesús como Felipe tenían un mismo sentir. Jesús, como el anunciado por Moisés, que lo llama; y Felipe, como el que ha recibido la revelación de quien es realmente Jesús y acepta el llamado. Para que Felipe hallara al Cristo era necesario que el Cristo lo hallara primero a él.

Por otro lado, Juan afirma, sin lugar a dudas, que en la ley, Moisés habló del profeta que había de venir para hablar al mundo. Juan nos narra que Felipe con los otros discípulos, reconocieron el pleno cumplimiento de esta profecía en la persona del carpintero de Nazaret:

"Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Éste verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo." (Jn. 6:14).

Los que vieron el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, además de los discípulos, también lo relacionaron con la profecia anunciada de aquel gran profeta que Dios levantaría dentro del pueblo de Israel para anunciar las verdades del Reino a todos los hombres.

Por su parte, Pedro cita textualmente este mismo pasaje en Hch 3:18-22, con relación a Jesús el Cristo:

"Pero Dios ha cumplido así lo que antes había anunciado por boca de todos sus profetas, que el Cristo había de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo. Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí, a él oiréis en todas las cosas que hable; ..."(Hch. 3:18:22).

Después de confirmar, por otros pasajes de las Sagradas Escrituras, que Jesús es el profeta que es mencionado por Moisés en el libro de Deuteronomio, veamos algunas características de la misión de Jesús como el Profeta de Dios.

Jesús como el portavoz de Dios nunca hablaría de su propia cuenta, pues él cumpliría las instrucciones de decir únicamente lo que el Padre quería. San Juan 14:10 y 12:49 afirman esta verdad:

"¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras."; "Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar."

Jesús fue enviado para decir el plan perfecto de Dios. Por eso no es de extrañarse que Jesús nunca se disculpara o diera explicaciones. Sencillamente él nunca se equivocó. Él no tenía que agregarle nada. Esa es su gloria: vivir para Dios, su Padre, en obediencia absoluta y para su prójimo. Jesús nunca vivió para sí.

Otro aspecto interesante que se encuentra en el versículo siguiente del capítulo 18 de Deuteronomio, es que Dios dice que quien no obedeciere las palabras que su profeta o portavoz dijere en nombre de Él le pedirá cuentas y tendrá serias consecuencias. Este detalle y llamada de atención no se cumple a perfección en ningún profeta, excepto en Jesús: "Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta." (v.19).

"El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero." (Jn. 12:48).

También Pedro nos hace el favor de interpretar la parte del versículo de Deuteronomio que habla de juicio a quienes no obedezcan: "... Y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo" (Hch. 3:23). El contexto de este versículo se refiere claramente a Jesús como aquel profeta.

Jesús fue enviado para ser el profeta por excelencia de parte de Dios. Él sería la misma voz de Dios. El corazón de Dios es el corazón de Jesús, sus palabras son las palabras de Dios; su mensaje es el mensaje de Dios. Todo lo que Él tiene lo ha recibido del Padre y lo comunica exactamente como Él se lo ha indicado.

Gálvez, R. (2005). La obediencia de Jesús de Nazaret: Modelo de la Misión de la Iglesia (pp. 27-30).

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