«Pero jamás acontezca que yo me glorie, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo».
Gálatas 6:14
A lo largo de la historia, han existido tres versiones del cristianismo: una centrada en el hombre, una centrada en la iglesia y otra centrada en Jesucristo.
El evangelio centrado en el hombre se enfoca en lo que tú puedes descubrir. Es como decir que «la verdad está en ti». Mucha gente prefiere ver a Jesús más como un maestro que nos ilumina que como un salvador que nos rescata. Pablo rechazó totalmente este evangelio, dado que sin la muerte de Jesús por nosotros y Su vida en nosotros, seguiríamos siendo esclavos del pecado. De modo que nuestra gran necesidad no es de iluminación, sino de salvación.
El evangelio centrado en la iglesia dice: «Es grandioso que tus pecados hayan sido perdonados, pero lo que realmente necesitas es aprender a vivir la vida cristiana. Nosotros tenemos las herramientas y te las daremos si te unes a nosotros». Puedes ver lo que pasa; el centro de atención se ha desviado y ahora el enfoque está en lo que estas personas pueden hacer por mí al darme herramientas espirituales. «Porque ni la circuncisión es nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación» (Gálatas 6:15).
En el evangelio centrado en Cristo, Dios hizo por nosotros lo que nunca podríamos hacer ni por nosotros mismos, ni por los demás. «Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer... a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos» (Gálatas 4:4-5).
Cuando Pablo dice: «Pero jamás acontezca que yo me glorie, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo», su preocupación principal es quién se lleva la gloria. Si nos preguntamos quién se lleva la gloria en cada una de estas tres versiones del cristianismo, la respuesta sería obvia: en el evangelio centrado en uno mismo, tú; en el evangelio centrado en la iglesia, nosotros; y en el verdadero evangelio centrado en Cristo, Jesús.
Al considerar tu propia vida cristiana, ¿quién se lleva la gloria?