La batalla contra la carne continuará cada día de tu vida cristiana y no acabarás con ella hasta que veas a Jesús. No puedes deshacerte de la carne, pero puedes debilitar su influencia y entender esto te ayudará a comprender mejor la vida cristiana.
Cada vez que dices sí a la carne, con chismes, celos, odio, etc., aumentas su poder. Cuando te entretienes con la pornografía, te emborrachas o te deleitas con una broma obscena, aumentas el poder de la carne. En cambio, cada vez que dices no a la carne, reduces su poder y debilitas su influencia.
Si con frecuencia y por muchos años has dicho sí a la carne, te darás cuenta de que la carne ha ganado dominio en tu vida y causará una gran destrucción. El hombre cosecha lo que siembra y el que siembra para su propia carne, de la carne segará destrucción.
Cada vez que dices sí al Espíritu, le quitas el poder a la carne. Cada acto de fe, perdón, bondad, servicio o misericordia incrementa la obra del Espíritu en tu vida. Siempre que te acercas a Dios en la Palabra, con adoración y en oración, el fruto del Espíritu avanza. Cada dificultad y desilusión que pases, amando fielmente a Cristo, producirá buenos frutos. La santidad es una cosecha y es el resultado de lo que siembras.
Si con el tiempo has permitido que un pecado en particular construya una muralla en tu vida, entonces necesitas escuchar la señal de alarma hoy. Necesitas algo más que un breve "Señor, perdóname". ¡Necesitas crucificar la carne y empezar a sembrar para el Espíritu! Hazlo ahora, porque cuanto más tiempo dejes pasar, más difícil será.