Si lees el Nuevo Testamento con atención, descubrirás que había una gran lucha en torno a la misión de la iglesia, debido a que los apóstoles estaban centrados en la evangelización de los judíos en Jerusalén, mientras que Pablo había sido comisionado por Cristo para ir a los gentiles. El término gentil hace referencia a los de la incircuncisión, es decir, a todo aquel que no es judío.
Con el fin de entender la explicación de Pablo, vamos a sustituir el término los de la incircuncisión por el mundo entero:
«Pues bien, los [otros apóstoles] que tenían reputación, nada me enseñaron. Sino al contrario, vieron que se me había encomendado el evangelio [al mundo entero], así como Pedro lo había sido a los de la circuncisión... Al reconocer la gracia que se me había dado, Jacobo, Pedro y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra de compañerismo, para que nosotros fuéramos [al mundo entero] y ellos a los de la circuncisión» (Gálatas 2:6-7, 9).
Ese fue el acuerdo, ambos se dieron la mano y se fueron a ejercer sus diferentes ministerios. Todo estuvo bien hasta que Pedro llegó a Antioquía (Gálatas 2:11). Entonces algo salió terriblemente mal, «Porque antes de venir algunos de parte de Jacobo, él [Pedro] comía con los gentiles, pero cuando aquellos vinieron, Pedro empezó a retraerse y apartarse» (Gálatas 2:12).
Pedro se apartó de los gentiles porque estaba soportando la presión de un poderoso grupo de personas que querían imponer las reglas provenientes de su herencia judía a otros creyentes; y es por esto que Pablo termina reprendiéndole.
¿Has comprendido que el evangelio es para el mundo o has estado actuando como si la vida cristiana consistiera en reunirse con unas pocas personas afines a ti para disfrutar un cálido tiempo de comunión juntos?