El principal problema que aborda el evangelio es más grande que encontrar la paz, ganar confianza, vencer el miedo o disfrutar la plenitud. Si nuestro mayor problema fuera interno, entonces sería posible que encontráramos una respuesta en un científico, un psicólogo, un químico, o tal vez incluso en un teólogo, un amigo o un cónyuge; pero el problema que aborda el evangelio es que nuestro mundo está bajo la ira de Dios.
Por eso no nos sirve de nada un mensaje inventado por una mente brillante o un mensaje transmitido por la tradición, pues nos deja todavía bajo la maldición y el juicio de Dios. Si el cristianismo simplemente fuera un invento o una tradición, no habría esperanza para la raza humana y estaríamos condenados.
Ese es el punto de las fuertes palabras de Pablo: «Pero aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara acerca de unas buenas noticias distintas de las que hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición! Como ya lo hemos dicho, ahora lo repito: si alguien anda predicando un mensaje distinto del que recibieron, ¡que caiga bajo maldición!» (Gálatas 1:8-9 NVI). Observa cómo Pablo se incluye a sí mismo, de hecho afirma: «incluso si fuera yo mismo el que cambiara el mensaje, estaría bajo maldición».
Si nuestro problema es con Dios, sólo un evangelio que provenga de Dios puede ayudarnos. La razón por la que el evangelio es una buena noticia es porque viene de Jesucristo, la autoridad más alta. Es por esto que tú puedes confiarle tu vida a Él. ¿Cuál sería el resultado si tú (o alguien más) cambiara el mensaje del evangelio?