Jesucristo, verdadero Dios (l) | Lección 11 | Cristología

Jesucristo, verdadero Dios (l) | Lección 11 | Cristología

El Hijo, o segunda Persona de la Trina Deidad, es Dios. La Palabra de Dios nos muestra que Jesucristo es Dios, el Hijo de Dios en sentido trinitario, conforme siempre lo ha confesado la Iglesia. La lógica de esta confesión se basa en el dato implícitamente revelado de que en Jesucristo hay una sola persona con dos naturalezas, y de que esa persona es la segunda de la Santísima Trinidad. El texto sagrado nos suministra suficientes pruebas de la divinidad de Cristo.

1. Jesús es llamado "Dios".

1.1 El Verbo que se hizo hombre, Jesucristo, de cuya plenitud todos recibimos, y que nos interpretó al Padre, es Dios (comp. Jn. 1:1, con los versos 14 y 18 del mismo capítulo). «Y DIOS era el Verbo», dice enfáticamente el texto original, colocando primero el predicado Dios (sin artículo, denotando no una persona, sino la naturaleza divina) y después el sujeto «el Verbo», como si presintiera Juan la objeción de que el Verbo podía estar junto al Padre, pero sin ser verdadero Dios él mismo. En vano se pretende traducir: «El verbo era un dios», apelando a Hech. 28:6, donde la traducción «era un dios» es correcta, puesto que, aparte del énfasis que encontramos en Jn. 1:1. los que opinaban en Hech. 28:6 que Pablo era un dios eran idólatras que admitían muchos dioses y, por tanto, podían pensar que Pablo era un dios en forma humana, mientras que el que afirma en Jn. 1:1 que el Verbo era Dios, era un judío radicalmente monoteísta, para quien el admitir muchos dioses verdaderos era una blasfemia nefanda.

Los Testigos de Jehová pretenden defender una última barricada afirmando que el término «dios» es un mero título o función, como en Sal. 82:6 (comp. con Jn. 10:34), mientras que el término «Jehová» denota la naturaleza del único verdadero Dios. Nuestra réplica a esta objeción es doble y contundente: a) En Flp. 2:6-7, por no citar más que un ejemplo, encontramos un perfecto paralelismo entre la «forma, de Dios y la forma de siervo; a esta segunda corresponde la «condición (o naturaleza) de hombre» (vers. 8); por tanto, a la primera corresponde la naturaleza de Dios; b) es curioso notar, por ejemplo en Gen. 2:8, que la expresión «Jehová- Elohim» es traducida, por los judíos de la versión griega llamada de los LXX, por «Ho Kyrios ho Theós» = el Señor Dios.

Ahora bien, es precisamente este término «Ho Kyrios» el Señor, el que se aplica a Jesucristo en todo el Nuevo Testamento, excepto en los casos en los que hay citas del Antiguo Testamento y en Lc. 1:6, 9, 11, 16, «al Señor Dios», 17, «para preparar al Señor» (con el doble sentido de a Dios y a Jesús); 25, 28, 32, 38, para llegar al importante verso 43: «¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de MI SEÑOR venga a mi?» ¿Señor de Elisabet un feto de menos de tres meses? ¿Acaso no es porque este feto era el «nacido de mujer» de Gal. 4:4, quien era el propio Hijo de Dios? (Rom. 8:32). El texto más relevante a favor del sentido trinitario de la palabra «Señor» aplicada a Jesucristo es 1 Cor. 12:5: «Y hay diversidad de ministerios, pero EL SEÑOR es el mismo». La alineación trinitaria es patente cuando se compara el vers. 5 con el 4 y el 6. Por otra parte, textos proféticos como Gen. 19:24 y Zac. 3:2, con su reduplicación del término Jehová, insinúan a un «Jehová que habla aludiendo a otro que también es «Jehová». En otros lugares, como en Zac. 3:1, se le llama «el ángel de Jehová».

1.2 En Jn. 20:28 exclama el apóstol Tomás, ante la invitación de Jesús a que palpara sus llagas: «¡Señor mío, y Dios mío!» Poco importa el saber si Tomás dijo esto por percatarse de que Jesús había realmente resucitado, o porque un cuerpo vivo con cinco grandes agujeros que no manaban sangre sólo podía explicarse por una fuerza divina. Lo que interesa es su confesión de la divinidad de Jesús, y quizá de su omnisciencia, y la sumisión que le profesa. Tampoco importa el que la frase se encuentre en caso nominativo, en vez del vocativo, pues esto era frecuente en el griego clásico, y sobre todo en el bíblico, como puede comprobarse en el caso clarísimo de Heb. 1:8, en que el «Oh Dios» está en nominativo. No se olvide que Tomás, como Juan, era un judío, radicalmente monoteísta, y que además un innecesario uso del nombre sagrado podría suponer un quebrantamiento del tercer mandamiento.

1.3 En Rom. 9:5 leemos «de quienes (los israelitas) son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es DIOS sobre todas las cosas, bendito por las siglos. Amén.» Sea cual sea la puntuación del griego original, dos cosas parecen claras: a) que el término «Dios» no es sujeto, sino predicado, puesto que no lleva artículo, ya que éste está al principio de la frase, conectando con su antecedente, que es «Cristo»; b) que, como demuestra J. Murray en su excelente comentario a esta epístola, "tal frase no puede traducirse como una doxólogía (¡Sea Dios bendito por los siglos!), pues jamás aparece en el Nuevo Testamento una doxología con semejante construcción gramatical. Por tanto, la única versión correcta es la que hemos dado (Reina-Valera de 1960), contra la traducción que hacen varias versiones modernas, tanto católicas como protestantes."

1.4 Filipenses 2:6ss.: «el cual (Cristo Jesús), siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó (literalmente: "se vació") a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». Según este maravilloso pasaje, convertido en seguida en himno de la comunidad primitiva, se nos dice que Jesús «subsistiendo (griego, hyparkhon, no on) en FORMA DE DIOS», es decir, en la gloriosa manifestación externa de su condición divina (comp. con vers. 8: «condición de hombre»), se despojó de dicha «forma» o majestad propia de Jehová, puesto que no pensó necesario aferrarse a ella como si fuera algo arrebatado por la fuerza (griego, harpagmón), es decir, un privilegio al que agarrarse para sacarle provecho en beneficio propio; por el contrario, apeó el tratamiento, tomando la forma de un criado que viene a servir; más aún, a morir en cruz por nosotros. De la misma manera que la «forma de siervo denota una condición propia de la naturaleza humana, la forma de Dios» implica la condición propia de la naturaleza divina.

1.5 Leemos en Tito 2:13: «...aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo». El hecho de que el griego del original encuadre bajo un solo artículo «gran Dios» y «Salvador», refiriéndose a Jesucristo, es una prueba de que se trata de una misma persona, como sucede en Ef. 4:11: «...pastores y maestros» (a la luz de 1 Tim. 3:2: «apto para enseñar», y Tito 1:9).

1.6 En 1 Jn. 5:20, inmediatamente después de mencionar a Jesucristo, se nos dice que «Este es el verdadero Dios, y la vida eterna». Aunque Westcott opina que el contexto resulta más natural si esta frase es referida al Padre, la construcción gramatical de la frase favorece la conexión del pronombre éste con su inmediato antecedente, que es su Hijo Jesucristo. Es curioso que en Jn. 17:3 la vida eterna se manifieste y se reciba mediante un conocimiento experimental del único Dios verdadero y del Enviado por él.

1.7 El capítulo I de la Epístola a los Hebreos está destinado a resaltar la superioridad de Jesucristo, consumador de la revelación de Dios (vers. 2), sobre los ángeles, ya que él es la Palabra personal de Dios, mientras que la palabra revelada de la Ley fue traída por mediación de ángeles (2:2, comp. con Jn. 1:17). Volveremos sobre este capítulo en la lección siguiente, pero ahora interesa referirnos al vers. 8, en que, citando del Sal. 45:6, dice el autor sagrado: «Mas del Hijo dice: Tu trono, ОН DIOS, por el siglo del siglo». J. Brown muestra que (ya hemos aludido a ello anteriormente) no obsta el que «Theós» esté en nominativo. Pero la prueba principal estriba en que si la frase no se refiriese a Jesucristo, no tendría ningún sentido la cita del Sal. 45 dentro de toda la argumentación de dicho capítulo.

1.8 Que Jesucristo es Dios lo prueban también todos los textos en que se le llama «Hijo de Dios» en sentido trinitario, y que ya hemos examinado en la lección 8. En cuanto a los textos del Antiguo Testamento que, de algún modo, prefiguran un Mesías Dios, véase la lección 2.a. Destacamos de manera especial el apelativo «EL- GIBBOR» = «DIOS PODEROSO» (en sentido de «fuerte para guerrear y salvar»), que en Is. 9:6 se atribuye al futuro Mesías. Es cierto que hay muchos nombres en la Biblia compuestos de «EL», como Israel, Ismael, Samuel, Gabriel (= «fortaleza de Dios»), etc., pero siempre que en el texto hebreo aparece separado (por ej. EL SHADDAI), indica un nombre que se aplica al mismo Dios, no a otra persona.

2. Jesús tenía conciencia de su divinidad.

Una de las afirmaciones gratuitas de muchos herejes en todos los siglos, ha sido que Jesucristo no tuvo conciencia de ser Dios, o que, por lo menos, no la tuvo desde el principio. Vamos a examinar un gran número de textos que demuestran que Jesús fue consciente de su divinidad, incluso antes de su bautismo en el Jordán. He de advertir, sin embargo, que esto no equivale a decir que su alma humana disfrutase de la visión, facial de la esencia divina, ni que la comprendiese exhaustivamente. No se olvide que Jesucristo era autoconsciente, como única persona, por medio de dos mentes suyas: la divina, infinita, y la humana, limitada.

Los textos dignos de consideración son los siguientes:

2.1 Textos que prueban que Jesús tenía conciencia de su mesianidad:

Mt. 5:22, 28, 32, 34, 39, 44, en los que la frase «Pero yo os digo» comporta una rectificación autoritativa, propia del Gran Enviado del Padre (comp. con Jn. 7:46: «Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre»).

Mt. 10:37 (comp. con Lc. 14:26): «El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí...» Requerir para sí un afecto superior al de los propios padres, sería impropio de cualquier mero ser humano. En realidad, sólo Dios puede intimar algo semejante.

Mt. 22:41-46 (comp. con Mc. 13:35-37; Lc. 20:41-44), mediante la cita del Sal. 110:1, expresa por lo menos la conciencia de su mesianidad, aunque el uso constante del Nuevo Testamento del término Kyrios comporta incluso la divinidad.

2.2 Textos que prueban que Jesús tenia conciencia de su divinidad:

Mt. 7:21; 10:32-33; 11:27 (comp. con Lc. 10:22); 12:50; 15:13; 16:16-17; 18:10, 19, 35: 20:23: 25:34: 26:29, 53 (Mc. 14:61-62, aun comparado con Le. 22:70, no puede urgirse demasiado en favor de la divinidad, sino de la mesianidad). Lc. 2:49, donde resalta «él mi Padre», tras el "tu Padre" de María en el verso anterior: 22:29, 24:49, Juan 2:16, 3:35, 5:17-45, 6:32, 37, 39, 44-46, 57, 65, 8:16-19, 28, 29, 38, 49, 54: 10:15, 17, 18, 25, 29, 30, 36, 37, 38, 12:26, 28, 49, 50; 14:2, 6, 7, 9-13, 20, 21, 23; 15:1, 8, 10, 15, 23, 24, 26, 16:3, 15, 16, 28, 32; 17:1, 5, 11, 21, 20:17, donde resulta el "a mi Padre y a vuestro Padre" y 20:21, suman una fabulosa cantidad de pasajes en que se pone de manifiesto la conciencia que Jesús tenķa de una especialísima relación filial suya respecto del padre, la cual solo puede encuadrarse en su calidad de Hijo de Dios Padre en un sentido trinitario.

Aunque la frase "a mi Padre y a vuestro padre" de Juan 20:17, tiene primordialmente a dar ánimo, como diciendo "subo a mi Padre, que es también vuestro padre", la diferencia cualitativa se echa de ver en el cuidado con que Jesús distingue ambas filiaciones, por eso, jamás dijo Jesús "nuestro Padre", excepto cuando enseño a orar a los discípulos con la oración del "Padre nuestro", en la que el mismo no se incluyó "Orareis así" Mateo 6:9, Lucas 11:2, Lucas 2:49 es decisivo, como anterior al bautismo.


ÚNETE A NUESTROS CANALES DE DIFUSIÓN EN Instagram o WhatsApp. Te ofrecemos artículos relevantes sobre noticias cristianas, devocionales, Teología y Estudios Bíblicos.

Publicar un comentario

Gracias por comunicarte con nosotros.

Artículo Anterior Artículo Siguiente