Atributos Morales | Doctrina de Dios | Lección 8

Atributos Morales | Doctrina de Dios | Lección 8

Los atributos morales de Dios se consideran generalmente como las más gloriosas perfecciones divinas. Con esto no queremos decir que algunos de los atributos de Dios sean en sí mismos más gloriosos y más perfectos que otros, sino que en relación con el hombre las perfecciones morales de Dios brillan con un esplendor inconfundible. Se discuten, por lo general, bajo los siguientes tres encabezados: (1) la bondad de Dios; (2) la santidad de Dios; (3) la justicia de Dios.

La Bondad de Dios.

La idea fundamental es que El, en todo sentido es lo que como Dios debiera ser, y de consiguiente responde perfectamente al ideal expresado en la palabra "Dios". Él es bueno en el sentido metafísico de la palabra, que significa absoluta perfección y perfecta felicidad en sí mismo. En este sentido le dijo Jesús al joven príncipe: "Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios". Marcos 10:18. Pero, puesto que Dios es bueno en sí mismo, también es bueno para con todas sus criaturas y puede por lo tanto, denominarse: La fuente de todo bien. En nuestra presente relación naturalmente insistimos en la bondad ética de Dios y en los diferentes aspectos de ésta, según son determinados por la naturaleza de sus objetivos.

a. La bondad de Dios hacia sus criaturas. Esta bondad puede definirse como aquella perfección de Dios que lo mantiene solícito para tratar generosa y tiernamente con todas sus criaturas. Es el afecto que el Creador siente hacia todas sus criaturas sensibles como tales. El Salmista celebra esta bondad en sus bien conocidas palabras: "Jehová es bueno para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras." "Lo ojos de todos esperan en ti, y tú les das su comida en su tiempo: Abres tu mano, y colmas de bendición a todo ser viviente". Salmo 145:9, 15 y 16.

Y aunque no se limita a los creyentes, ellos son únicamente los que manifiestan una adecuada apreciación de sus bendiciones, el deseo de usarlas en el servicio de su Dios, y de este modo las disfrutan en más abundante medida. La Biblia se refiere a esta bondad de Dios en muchos pasajes como los siguientes: Salmo 36:6; 104:21: Mateo 5:45; 6:26; Lucas 6:35: Hechos 14: 17.

b. El Amor de Dios. Cuando la bondad de Dios se manifiesta hacia sus criaturas racionales asume el más alto carácter de amor, y este amor también se distingue conforme a los objetos en que termina. Para distinguirlo de la bondad de Dios en general, puede definirse como aquella perfección de Dios que lo impele eternamente a comunicarse. Él ama a sus criaturas racionales a causa de sí mismo, o para expresarlo en otra forma: Ni siquiera retira completamente su amor del pecador en su presente estado pecaminoso, aunque el pecado de éste es una abominación delante de Él, puesto que Dios reconoce, aun en el pecador, la imagen impresa del mismo Dios, Juan 3:16; Mateo 5:44 y 45. Al mismo tiempo, Dios ama a los creyentes con un amor especial, puesto que los contempla como sus hijos espirituales en Cristo. A ellos se comunica Él, en el sentido más pleno y rico, con toda la plenitud de su gracia y misericordia. Juan 16:27; Romanos 5:8; 1ª Juan 3:1.

c. La Gracia de Dios. "Gracia", esta palabra cargada de significado, es una traducción del hebreo chanan, y del griego charis. Según la Escritura, la gracia se manifiesta no sólo por Dios, sino también por los hombres, y en este último caso denota el favor que un hombre muestra a otro. Génesis 33:8, 10, 18:39: 4: 47: 25; Rut 2:2: I Samuel 1:18: 16:22. En los casos citados no se deduce necesariamente que el favor sea inmerecido. Sin embargo, en lo general, puede decirse que la gracia es el regalo gratuito de la generosidad para alguien que no tiene derecho a reclamarlo.

Este es el caso singular donde al hablar de gracia se hace referencia a la gracia de Dios. Su amor para el hombre siempre es inmerecido y cuando se muestra a los pecadores hasta es rechazado. La Biblia generalmente habla de la gracia para significar la inmerecida bondad o amor de Dios para quienes se han hecho indignos de ella por naturaleza bajo sentencia de condenación. La gracia de Dios es manantial de todas las bendiciones espirituales concedidas a los pecadores. Eso es lo que leemos en Efesios 1:6 y 7; 2:7-9; Tito 2:11; 3:4-7.

La Santidad de Dios.

La palabra hebrea para "ser santo", es quadash, derivada de la raíz qad, que significa cortar o separar. Es una de las más prominentes palabras religiosas del Antiguo Testamento, y se aplica ante todo a Dios. La misma idea ha sido traída por las palabras que encontramos en el Nuevo Testamento hagiazo y hagios. Ya se ve por lo anterior que no es correcto pensar que la santidad fundamentalmente es una cualidad moral o religiosa como generalmente se hace. Su idea básica es la posición o relación entre Dios y alguna persona o cosa.

La santidad de Dios tiene también en las Escrituras un aspecto específicamente ético, y éste, en nuestra relación con Dios, nos preocupa más directamente. La idea ética de la santidad divina no debe separarse de la idea de la majestuosa santidad de Dios. Aquella se origina y se desarrolla de ésta. La idea fundamental de la santidad moral de Dios es también la de separación, pero en este caso es separación del mal moral, es decir, del pecado. En virtud de su santidad Dios no tiene comunión con el pecado, Job 34:10; Hab. 1:13. Usándola en este sentido, la palabra "santidad" apunta a la imponente pureza o majestad moral de Dios. La santidad moral de Dios puede definirse como "aquella perfección divina en virtud de la cual Dios eternalmente quiere y mantiene su excedencia moral, aborreciendo el pecado y exigiendo pureza a sus criaturas morales.

La santidad de Dios está revelada en la ley moral, implantada en el corazón del hombre, declarada por medio de la conciencia, y más particularmente en la revelación especial de Dios. Tuvo lugar muy prominente en la ley dada a Israel. Aquella ley en todos sus aspectos estuvo calculada para imprimir sobre Israel la idea de la santidad de Dios y para despertar en el pueblo la necesidad de llevar una vida santa. A este propósito sirvieron símbolos y tipos como, la nación santa, la tierra santa, la ciudad santa, el lugar santo y el sacerdocio santo. Además, se reveló en el modo en que Dios premió la obediencia a la ley y castigó a los transgresores con terribles castigos.

La más alta revelación de la santidad de Dios nos ha sido dada en Jesucristo a quien se llama "el santo y el justo", Hech. 3: 14. El reflejó en su vida la perfecta santidad de Dios. Por último, la santidad de Dios también está revelada en la Iglesia, como el cuerpo de Cristo. Es un hecho sorprendente, al que con frecuencia se vuelve la atención, que la santidad con mucha más frecuencia se atribuye a Dios en el Antiguo Testamento que en el Nuevo aunque también se le atribuye en el Nuevo Testamento, Juan 17:11; 1 Pedro 1:16; Apoc. 4:8 у 6:10. Esto probablemente se deba a que en el Nuevo Testamento el termino se asigna más particularmente para calificar a la tercera Persona de la Santísima Trinidad, como quien tiene la especial tarea, en la administración de la redención, de comunicar santidad a su pueblo.

La Justicia de Dios.

Este atributo se relaciona estrechamente con la Santidad de Dios. La idea fundamental de la justicia es la de estricta adhesión a la ley. Entre los hombres presupone que hay una ley la cual deben conformarse. Se dice a veces que no podemos hablar de Justicia en Dios: porque no hay ley a la cual Él esté sujeto. Pero aunque no hay ley que esté por encima de Dios hay ciertamente una ley que está en la naturaleza esencial de Dios esta constituye el modelo más elevado que es posible, por medio del cual todas las otras leyes tienen que ser juzgadas.

Se ha hecho por regla general, una distinción entre la justicia absoluta de Dios y la relativa. La primera es aquella rectitud de la divina naturaleza en virtud de la cual Dios es infinitamente justo en sí mismo, mientras que la segunda es aquella perfección de Dios por medio de la cual Él se mantiene en contra de toda violación de su Santidad deja ver en todo sentido que Él es Santo. A esta rectitud es a la que más particularmente se le aplica el término "justicia".

La Justicia se manifiesta, especialmente, en darle a cada uno lo que le corresponde, conforme a sus merecimientos. La justicia inherente de Dios es la base natural de su justicia revelada al tratar con sus criaturas pero es esta última, llamada también, justicia de Dios, la que aquí demanda nuestra consideración especial. Constantemente la Escritura atribuye esta perfección a Dios, Esdras 9:15; Neh. 9:8; Sal. 119:137; 145:17; Jeremías 12:1: Lam. 1:18: Dan. 9:14: Juan 17:25: 2a Tim, 4:8; 1 Juan 2:29; 3:7: Apoc.16:5.

Distinciones aplicadas a la justicia de Dios.

Ante todo hay una justicia gubernativa de Dios. Esta justicia como el mismo nombre lo implica, es aquella que Dios despliega como Gobernante de buenos y malos. En virtud de ella, Él ha instituido un gobierno moral en el mundo. e impuesto una ley justa sobre el hombre, con promesas de recompensa para el obediente, y advertencias de castigo para el transgresor. Dios aparece prominentemente en el Antiguo Testamento como el Legislador de Israel. Is. 33:22; y del pueblo en general, Sant. 4:12; y sus leyes son justas, Deut. 4:8. Otras alusiones, bíblicas a este trabajo gubernamental de Dios, las hallamos en Sal. 99:4 y Rom. 1:32.

Estrechamente relacionada con la justicia gubernativa está la justicia distributiva de Dios. Se acostumbra utilizar esta expresión para designar la rectitud de Dios en la ejecución de la ley, y se relaciona con la distribución de las recompensas y los castigos, Is. 3:10 y 11; Rom. 2:6; 1 Ped. 1:17. Es de dos clases.

(1) justicia remunerativa, la que se manifiesta en el reparto de recompensas a los hombres y a los ángeles, Deut. 7:9, 12. y 13; II Crón. 6:15; Sal. 58:11; Miqueas 7:20; Mat. 25:21 y 34; Rom. 2:7; Heb. 11:26. Es realmente expresión del amor divino que derrama sus bondades, no sobre la base estricta de mérito, porque la criatura no puede presentar mérito alguno delante del Creador, sino conforme a promesa y convenio, Luc. 17:10; 1 Cor. 4:7. Las recompensas de Dios son gratuitas y fluyen de la relación de pacto establecido por El.

(2) justicia retributiva, que se refiere a la aplicación de las penas. Es una manifestación de la ira divina. Aunque no habría lugar para ella en un mundo sin pecado, necesariamente tiene un lugar muy prominente en un mundo lleno de pecado. Vista como un todo, la Biblia insiste más en la recompensa de los justos que en el castigo de los malvados; pero esto último se destaca lo suficiente. Rom. 1:32; 2:9; 12:19; 2° Tes. 1:8; y muchos otros pasajes. Debe hacerse notar que aunque el hombre no merezca la recompensa, sí merece el castigo que se le da. Luc. 17:10; 1 Cor. 4:7; Job 41:11.1992


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