Nuestra vida está llena de pequeñas y grandes decisiones diarias que pueden llegar a ser tan abrumadoras, que existen personas que han adoptado un uniforme a vestir todos los días de manera que les permita tener una decisión menos al día. Incluso los jóvenes de hoy, al terminar sus estudios universitarios, se enfrentan a un momento de gran estrés al tener que tomar decisiones que impactarán el resto de sus vidas. Ante esta realidad, muchos simplemente se niegan a tomar decisiones, tratando de alargar su adolescencia el mayor tiempo posible.
Es inevitable tomar decisiones y evitar las consecuencias que estas puedan traer. Vivir en constante preocupación sobre cada decisión que tomamos no solo es desgastante emocionalmente, sino que puede llegar a tener mucho más peso e importancia para nosotros que Dios mismo, llevándonos a desconfiar de Su bondad, Su perfecta voluntad, y Su dirección para nosotros.
La preocupación viene cuando no rendimos nuestra vida a Dios, ya que rendirla significa rendir también nuestro derecho a tomar nuestras propias decisiones. En cambio, preferimos poner nuestra confianza funcionalmente en nosotros mismos, llevando un peso sobre nuestros hombros que no somos capaces de cargar, y esperando dormir tranquilos cada noche cuando en realidad no fuimos creados para llevar nuestras propias cargas.
Las buenas noticias para ti y para mí son que, gracias a la obra de nuestro Señor Jesucristo en nuestro lugar y en nuestro favor, podemos experimentar la liberadora realidad de confiar en que la gracia de nuestro Padre Celestial continúa obrando en nosotros a pesar de nuestras buenas o malas decisiones. Dios nos invita a rendir nuestras vidas y decisiones a Él en arrepentimiento continuo, quién es el Creador que tiene control de todo.
Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.
Este fragmento fue extraído del libro Descanso en Dios: 31 reflexiones diarias para recordar el evangelio de Juan Marcos Gómez.