Lección 5 | El hombre y el pecado | Antropología bíblica

Lección 5 | El hombre y el pecado | Antropología bíblica

El origen del pecado.

El problema del origen del mal que está en el mundo se ha considerado siempre como uno de los más profundos problemas de la filosofía y de la teología. Es un problema que, naturalmente, se impone a la atención del hombre, puesto que el poder del mal, es, a la vez, grande y universal; es una mancha indeleble que cayó sobre la vida en todas sus manifestaciones, y es asunto de la experiencia diaria en la vida de cada individuo. 

Los filósofos se vieron constreñidos a encarar el problema y a buscar una respuesta a la pregunta respecto al origen de todo el mal y. particularmente, del mal moral que hay en el mundo. A algunos les parecía que el mal era una parte tan grande de la vida misma que procuraron hallar la solución en la constitución natural de las cosas. Otros, sin embargo, se convencieron de que había tenido un origen voluntario, es decir, que tuvo su causa en la libre elección del hombre bien haya sido en la presente o en alguna previa existencia. Estos están mucho más cerca de la verdad según se nos revela en la Palabra de Dios.

Datos escriturales respecto al origen del pecado.

En la Biblia el mal moral que hay en el mundo se define claramente como pecado, es decir, como la transgresión de la ley de Dios. El hombre siempre aparece en la Biblia como un transgresor por naturaleza, y la pregunta surge, naturalmente, ¿Cómo adquirió el hombre esa naturaleza? ¿Cuál es la revelación de la Biblia acerca de ese punto?

Dios no puede ser considerado como el autor del pecado.

Es verdad que el decreto eterno de Dios hizo segura la entrada del pecado en el mundo, pero esto no debe interpretarse de manera que Dios resulte la causa del pecado en el sentido de ser su autor responsable. Esta idea está excluida de la Biblia con toda claridad. "Lejos esté de Dios la impiedad, y del Omnipotente la iniquidad", Job 34:10. Él es el Dios Santo, Isa. 6:3, y no hay en Él absolutamente ninguna injusticia, Deut. 32:4; Sal. 92:16. Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta al hombre, Sant. 1:13. Cuando Él creó al hombre lo creó bueno y a su imagen. Verdaderamente Dios odia al pecado. Deut. 25:16; Sal. 5:4, 11: 5; Zac. 8:17; Luc. 16:15, y proveyó en Cristo la libertad del hombre de debajo del pecado.

A la luz de todo esto seríamos blasfemos si dijéramos que Dios es el autor del pecado. Y por esa misma razón tienen que ser rechazadas todas aquellas ideas deterministas que presentan al pecado como una necesidad inherente en la naturaleza íntima de las cosas. Tales ideas, por implicación, hacen a Dios el autor del pecado, y son contrarias, no solamente a la Escritura, sino también a la voz de la conciencia que da testimonio de la responsabilidad del hombre.

El origen del pecado en la raza humana.

Con respecto al origen del pecado en la historia de la humanidad la Biblia enseña que comenzó con la transgresión de Adán en el paraíso y que fue, por lo tanto, un acto perfectamente voluntario de parte del hombre. El tentador vino del mundo espiritual con la sugestión de que el hombre, colocándose en oposición a Dios, se convertiría en igual a Dios. Adán sucumbió a la tentación y cometió el primer pecado, comiendo del fruto prohibido. Pero no paró ahí el asunto, puesto que por aquel primer pecado, Adán se convirtió en siervo del pecado. Aquel pecado trajo con él una mancha permanente, mancha que debido a la solidaridad de la raza humana tenía que afectar no solamente a Adán sino a toda su descendencia también.

Como un resultado de la caída, el padre de la raza únicamente podría transmitir a su descendencia una naturaleza humana depravada. De aquella fuente sucia fluye el pecado como una corriente impura que alcanza a todas las generaciones de los hombres, manchando a cada uno y a todo lo que cae en contacto con ella. Este estado de cosas es el que precisamente hace que la pregunta de Job siempre sea pertinente. "¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie", Job 14:4.

Pero esto no es todo. Adán pecó no solamente como padre de la raza humana sino también como la cabeza representativa de todos sus descendientes; y por tanto, la culpa de su pecado también los alcanza, de manera que todos se merecen el castigo de la muerte. Este es el sentido fundamental en que el pecado de Adán es el pecado de todos. Eso es lo que Pablo nos enseña en Rom. 5:12; "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron". Las últimas palabras pueden significar únicamente que todos pecaron en Adán y que pecaron en tal forma que se convirtieron todos en merecedores del castigo de la muerte.

Aquí no se considera al pecado únicamente como mancha, sino también como culpa que trae consigo el castigo. Dios considera que todos los hombres son pecadores culpables en Adán, precisamente del mismo modo que juzga que todos los creyentes son justos en Jesucristo. Esto mismo significan las palabras de Pablo en donde dice: "Así que como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera, por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos serán constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos", Rom. 5:18, 19.

La naturaleza del primer pecado o la Caída del hombre.

1. Su carácter formal. Desde un punto de vista puramente formal, puede decirse que el primer pecado del hombre consistió en haber comido del árbol del conocimiento del bien y del mal. No sabemos qué clase de árbol era este. "Del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás", el mandato dado por Dios de no comer del fruto del árbol sirvió sencillamente para el propósito de probar la obediencia del hombre. Fue una prueba de obediencia pura puesto que Dios en ninguna manera trató de justificar o de explicar la prohibición. Adán tenía que demostrar su complacencia en someter su voluntad a la voluntad de su Dios con obediencia implícita.

2. Su carácter esencial y material. El primer pecado del hombre fue típico, es decir, un pecado en el que la esencia real del pecado se manifiesta claramente tal como es. La esencia de aquel pecado consiste en el hecho de que Adán se colocó en oposición a Dios, en que rehusó someter su voluntad a la de Dios, en impedir que Dios determinara el curso de su vida; y en que activamente intentó quitar el asunto de las manos de Dios y determinar el futuro por sí mismo.

La idea de que el mandato de Dios estaba invadiendo realmente los derechos del hombre parece haber estado ya en la mente de Eva cuando contestando la pregunta de Satanás añadió las palabras, "ni lo tocaréis", Gén. 3:3. Eva evidentemente quiso acentuar el hecho de que el mandato había sido poco razonable. Partiendo de la hipótesis de que el hombre tenía determinados derechos hasta sobre el mismo Dios, el hombre permitió que el nuevo centro, encontrado en él mismo, operara en contra de su Hacedor.

Esto explica su deseo de ser como Dios y su duda de la buena intención de Dios al darle aquel mandato. Naturalmente, se pueden distinguir diferentes elementos en el primer pecado del hombre. En el intelecto se reveló como incredulidad y orgullo; en la voluntad, mediante el deseo de ser como Dios, y en los afectos, como una deshonrosa satisfacción en comer del fruto prohibido.

Resultados del primer pecado.

La primera transgresión del hombre tuvo los siguientes resultados:

1. La relación inmediata del primer pecado, y por lo tanto, difícilmente un resultado del pecado en el estricto sentido de la palabra, fue la depravación total de la naturaleza humana. El contagio de su pecado alcanzó inmediatamente a todo el hombre sin dejar libre ninguna parte de su naturaleza, sino más bien viciando todo poder y facultad del cuerpo y del alma del hombre. Esta manifiesta corrupción del hombre se enseña claramente en la Escritura, Gén, 6:5; Sal. 14:3; Rom. 7:18. La depravación total no significa aquí que la naturaleza humana, al momento, se haya depravado tanto completamente como posiblemente lo pueda hacer. En la voluntad, esta depravación se manifestó como incapacidad espiritual.

2. Relacionada inmediatamente con lo precedente, estuvo la pérdida de la comunión con Dios por medio del Espíritu Santo. Esto es únicamente el reverso de la manifiesta corrupción mencionada en el párrafo que antecede. Los dos pueden combinarse en la afirmación sencilla de que el hombre perdió la imagen de Dios en el sentido de la justicia original. Se separó de la fuente de la vida y de la bendición, y el resultado fue una condición de muerte espiritual, Ef. 2:1, 5, 12: 4:18.

3. Este cambio en la nueva condición del hombre se reflejó también en su conocimiento. Tuvo primero que todo un conocimiento de depravación, que se manifestó en el sentimiento de vergüenza, y en el esfuerzo de nuestros primeros padres para cubrir su desnudez. Y en segundo lugar, con un conocimiento de culpa que encontró expresión en una conciencia acusadora y en el temor que ella les inspiró hacia Dios.

4. No solamente la muerte espiritual sino también la física fueron resultado del primer pecado del hombre. Habiendo pecado, quedó condenado a volver al polvo de donde había sido tomado, Gén. 3:19. Pablo nos dice que por un hombre entró la muerte al mundo y alcanzó a todos los hombres, Rom. 5:12, y que la paga del pecado es la muerte, Rom. 6:23.

5. Este cambio también trajo un necesario cambio de residencia. El hombre fue expulsado del paraíso, porque ese jardín representaba el lugar de comunión con Dios y era símbolo de la vida más plena y de las más grandes bendiciones reservadas para el hombre si hubiera permanecido sin caer. Se le impidió acercarse al árbol de la vida, porque ese árbol era el símbolo de la vida.

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