Hay varias verdades importantes que debemos reconocer acerca de la disciplina de Dios con sus hijos:
(1) La disciplina de Dios es una expresión de su amor y siempre es para el bien del creyente.
(2) La disciplina de Dios no es punitiva pues su propósito es protegernos, hacernos madurar y moldearnos a la imagen de Cristo.
(3) La disciplina de Dios puede ocurrir en la vida de un creyente como resultado del pecado. En esos casos, el propósito es corregirlo para mostrarle los peligros del pecado y enseñarle reverencia ante Dios.
(4) La disciplina de Dios puede ocurrir aun en la vida del creyente más maduro y piadoso. En tal caso, simplemente persigue llevarlo a un mayor parecido a Cristo.
(5) La disciplina de Dios puede ser terriblemente dolorosa, pero después produce fruto de mayor rectitud y santidad.
(6) La disciplina de Dios en nuestras vidas es evidencia de que somos sus hijos. La falta de disciplina es evidencia de que no lo somos.
(7) La meta suprema de Dios en nuestra vida presente no es prosperidad material, comodidad ni siquiera salud, sino que podamos tener parte en su santidad (Hebreos 12:10).
Fragmentos extraídos del Libro “Conociendo al Dios vivo” pág. 91
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