Los Atributos Incomunicables | Doctrina de Dios | Lección 6

Los Atributos Incomunicables | Doctrina de Dios | Lección 6

Dios como Ser Absoluto

El término "absoluto" se deriva del latín absolutus, vocablo compuesto de ab, (desde) y volvere (soltar), lo que indica una condición de libertad, o libre de limitaciones e impedimentos. Este pensamiento fundamental se elaboró en diversas maneras, y así fue como el Absoluto se consideró como aquel que está libre de todas las condiciones (El Incondicionado, o El que existe por sí mismo); libre de todas las relaciones, (El Irrelacionado); libre de todas las imperfecciones (El Perfecto); libre de todo fenómeno de diferencia o distinción, tales como materia y espíritu, Ser y atributos, sujeto y objeto, apariencia y realidad, (La Realidad, o Ultima Realidad).

Él es el único Infinito, que no existe sujeto a ningunas necesarias relaciones, porque se basta por sí mismo, pero al mismo tiempo puede libremente entrar en diversas relaciones con su creación como un todo, y con sus criaturas. En tanto que los atributos incomunicables acentúan el Ser Absoluto de Dios, los atributos. comunicables acentúan el hecho de que Él entra en diversas relaciones con sus criaturas. Vamos, a considerar las siguientes perfecciones de Dios.

La Propia existencia de Dios.

Dios existe por sí mismo. La base de su existencia se encuentra en Él mismo. A veces, esta idea se expresa diciendo que El es causa sui (su propia causa); pero esta expresión difícilmente puede ser acertada, puesto que Dios no tiene causa; Él existe por la necesidad de sí propio y por tanto, necesariamente.

El hombre, al contrario, no existe necesariamente, y tiene la causa de su existencia fuera de sí mismo, La idea de la propia existencia de Dios se expresaba generalmente por el vocablo aseitas o aseidad, que significa que tiene su origen en sí mismo, pero los teólogos reformados casi generalmente sustituyeron esta expresión por el vocablo independencia, que expresa que Dios no es solamente independiente en su Ser, sino que también lo es en todo posible aspecto: en sus virtudes, decretos, obras, etc. Podría decirse que existe en la criatura una débil huella de esta perfección; pero sólo en el sentido de que la criatura, aunque es absolutamente dependiente, tiene, sin embargo, su propia existencia diferente. Pero naturalmente, esto dista mucho de lo que es existencia propia.

Siendo el Dios que existe por sí mismo, no es independiente sólo en sí mismo, sino que también hace que todas las cosas dependan de Él. Esta propia existencia de Dios encuentra expresión en el nombre Jehová.

Unicamente como existente por sí mismo, y como el Único Independiente, puede Dios darnos la seguridad de que eternamente será el mismo en relación con su pueblo. Se encuentran indicaciones adicionales de lo anterior en la afirmación de Juan 5:26, "Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así dio también al Hijo que tuviese vida en sí mismo"; en la declaración de que Él es independiente de todas las cosas, y que todas las cosas existen solamente por causa de Él, Salmo 94:8 y siguientes: Isa. 40:18 y siguientes; Hechos 7:25: y en afirmaciones que implican su independencia de pensamiento, Rom. 11:33, 34, su independencia de voluntad, Dan. 4:35; Rom. 9:19; Ef. 1:5; Aрос. 4:11; su independencia de poder, Salmo 115:3; y su independencia de designio, Salmo 33:11.

La Inmutabilidad de Dios.

La inmutabilidad de Dios es necesaria afin de su Ascidad. La inmutabilidad es aquella perfección, por medio de la cual, Dios se despoja de todo cambio no solamente en su Ser, sino también en sus perfecciones, propósitos y promesas. En virtud de este atributo queda exaltado sobre todos los sucesos, y está libre de todo aumento o disminución, de todo crecimiento o decadencia en su Ser y en sus perfecciones. Su conocimiento y planes, sus principios morales y voliciones permanecen para siempre los mismos.

Hasta la razón nos enseña que ningún cambio es posible en Dios, puesto que todo cambio conduciría a mejor o a peor. Pero en Dios, que es la absoluta perfección, son imposibles por igual las mejoras o las deterioraciones.

Esta inmutabilidad de Dios claramente se enseña en pasajes de la Escritura como los siguientes: Ex. 3:14; Sal. 102:26-28; Isa. 41:4; 48:12; Mal. 3:6; Rom. 1:23; Heb. 1:11 y 12; Sant. 1:17. Al mismo tiempo hay muchos pasajes de la Escritura que aparentemente atribuyen cambios a Dios. ¿No fue Él quien habitaba en la eternidad, procedió enseguida a la creación del mundo, fue Dios encarnado en Cristo, y hace su morada en la Iglesia como Espíritu Santo? ¿No es Él a quien se le representa revelándose y ocultándose, viniendo y regresando, arrepintiéndose y cambiando de intención, tratando al hombre antes de su conversión de un modo, y después de su conversión de otro modo? Compárese Ex. 32:10-14; Jonás 3:10; Prov. 11:20; 12:22; Salmo 18:26 y 27.

La objeción así implicada se basa hasta cierto punto en falta de comprensión. La inmutabilidad divina no debe entenderse como si implicara inmovilidad, como si en Dios no hubiera movimiento. Hasta se acostumbra en teología hablar de Dios como actus purus, un Dios que siempre está en acción. La Biblia nos enseña que Dios entra en multiformes relaciones con el hombre, y como si así fuera, vive la vida humana con los hombres.

Todo cambia alrededor de Dios, cambian las relaciones del hombre para con Él; pero no se efectúa cambio alguno en el Ser Divino, ni en sus atributos, decretos, motivos de acción, ni en sus promesas. El propósito creativo estuvo eternamente con Él, y no hubo cambio en Él cuando ese propósito se realizó por un sencillo y eterno acto de su voluntad. La encarnación no ocasionó cambio en el Ser o en las perfecciones de Dios, ni en su propósito, porque fue su eterno beneplácito enviar al Hijo de su amor al mundo.

Y si la Escritura dice que Dios se arrepiente, que cambia de intención, y que muda sus relaciones con los pecadores cuando estos se arrepienten, debemos recordar que esta es únicamente una manera antropopátical de hablar. En realidad, el cambio no se efectúa en Dios sino en el hombre, y en las relaciones de éste con Dios. Es importante mantener la inmutabilidad de Dios en contra de la doctrina de los Pelagianos y de los Arminianos que enseñan que Dios está sujeto a cambio, ni ciertamente en cuanto a su Ser, pero sí en cuanto a su conocimiento y voluntad, en forma tal que sus decisiones en gran parte dependen de las acciones del hombre; en contra también de la idea panteísta de que Dios es un eterno devenir más bien que un Ser absoluto, y que ese inconsciente gradualmente va desenvolviéndose en consciente personalidad en el hombre; y además, en contra de la tendencia actual de algunos, de hablar de un finito, que se debate, y que gradualmente llega a ser Dios.

La Infinidad de Dios.

La infinidad de Dios es aquella perfección suya por medio de la cual queda libre de todas las limitaciones. Al atribuirla a Dios negamos que haya o pueda haber algunas limitaciones para el Ser Divino o para sus atributos. En la infinidad se implica que Dios no puede estar limitado por el Universo, por el tiempo-espacio del mundo, o confinado al Universo. La infinidad no confunde la identidad de Dios con la suma total de cosas existentes, ni excluye la coexistencia de las cosas derivadas y finitas con las cuales Dios sostiene relación.

La infinidad de Dios debe concebirse como intensiva, y no debe confundirse con la extensión ilimitada como si Dios se expandiera por todo el Universo, una parte de su Ser tocándonos aquí y otra a los de más allá, porque Dios no tiene cuerpo y, por lo tanto, no tiene extensión. Tampoco debe considerarse la infinidad como un concepto meramente negativo, aunque es perfectamente cierto que no podemos formarnos una idea positiva de ella. En Dios es una realidad plenamente comprendida sólo por Él. Pasemos a distinguir varios aspectos de la infinidad de Dios.

1. Su Absoluta Perfección. Esta es la infinidad del Ser Divino considerada en sí misma. No debe entenderse en sentido cuantitativo, sino cualitativo; ella califica todos los atributos comunicables de Dios. El poder infinito es una inagotable potencia de poder; y la infinita santidad es una santidad que está cualitativamente libre de toda limitación o defecto. Lo mismo debe decirse del conocimiento y de la sabiduría infinitos, y del amor y de la justicia infinitos. En este sentido de la palabra la infinidad de Dios es simplemente idéntica con la perfección del Ser Divino. La prueba escritural de lo anterior se encuentra en Job 11:1-10; Sal. 145:3; Mat. 5:48.

2. Su Eternidad. La Infinidad o Infinitud en relación con el tiempo se llama eternidad. La forma en que la Biblia describe la eternidad de Dios es simplemente diciendo que su duración abarca edades sin fin. Sal. 90:2; 102:12: Ef. 3:2 1. Debemos recordar, sin embargo, que al hablar así, la Biblia usa el lenguaje popular, no el de la filosofía. Generalmente, concebimos la eternidad de Dios de la misma manera, es decir, como duración infinita prolongada tanto hacia el pasado como hacia el futuro. Pero ese solamente es un modo popular y simbólico de representar lo que en realidad traseiende el tiempo y difiere de él esencialmente. 1992 La eternidad en el estricto sentido de la palabra se adscribe a lo que trasciende todas las limitaciones temporales. 

Que esto se aplica a Dios en ese sentido es lo que declara cuando menos 2ª Ped, 3:8. "El tiempo", dice el Dr. Orr, "estrictamente tiene relación con el mundo de objetos que existen en sucesión. Dios llena el tiempo; está en cada parte de él, pero su eternidad, sin embargo, no es este existir en el tiempo. La eternidad es, más bien, lo que hace contraste con el tiempo".

Nuestra existencia queda dividida por días, semanas, meses y años; no así la existencia de Dios. Nuestra vida está dividida en pasado, presente y futuro; pero en la vida de Dios no cabe semejante división. Él es el eterno "Yo soy" Su eternidad puede definirse como aquella perfección divina por medio de la cual Él se deba sobre todas las limitaciones temporales, todas las sucesiones de momentos, y goza de la plenitud de su existencia en un indivisible presente.

3. Su Inmensidad. La infinitud de Dios puede también contemplarse con relación al espacio, y entonces se llama su Inmensidad. Puede definirse como aquella perfección del Ser divino por medio de la cual trasciende todas las limitaciones espaciales, y sin embargo está presente en cada sitio del espacio, con todo su Ser. La Inmensidad tiene un lado negativo y otro positivo; le niega todas las limitaciones espaciales al Ser divino y afirma que Dios está sobre el espacio y llena cada sitio de éste con toda la plenitud de su Ser.

Añadimos y repetimos estas últimas palabras para poner en guardia contra la idea de que Dios está difuso por todo el espacio, de modo que una parte de su Ser está presente en este lugar y otra parte en algún otro lugar.

Distinguimos tres modos de estar presente en el espacio. Los cuerpos están en el espacio en forma circunscripta, porque están rodeados por él; los espíritus finitos están en el espacio en forma conclusiva o fija, puesto que no pueden estar en todas partes, sino solamente en un lugar definido, y a diferencia de los dos anteriores. Dios está en el espacio y lo llena en forma plena, porque llena todo sitio o lugar. No está ausente de ninguna parte del espacio, ni más presente en un lugar que en otro.

En cierto sentido las expresiones "inmensidad" y "omnipresencia" aplicadas a Dios, denotan la misma cosa y pueden, por tanto, considerarse como sinónimos. Pero hay un punto de diferencia que debe notarse cuidadosamente. "Inmensidad" señala el hecho de que Dios trasciende a todo espacio sin quedar sujeto a las limitaciones de éste; en tanto que "omnipresencia" denota que a pesar de lo anterior, El hinche cada parte del espacio con su Ser completo.

La inmensidad hace énfasis en la transcendencia de Dios, y la omnipresencia en su inmanencia. Dios está inmanente en todas sus criaturas, en su creación total; pero de ninguna manera encerrado por ella. La omnipresencia de Dios está claramente revelada en la Escritura. El cielo y la tierra no le pueden contener I Rey. 8:27: Isa. 66:1; Hech. 7:48 y 49: al mismo tiempo que Él llena cielos y tierra. Él está próximo a cada uno de quienes le buscan: Sal. 139:7-10; Jer. 23:23 y 24; Hech. 17:27 y 28.


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