Cuando estés en medio de aflicción, recuerda que Dios es bueno y justo | Thomas Brooks

Cuando estés en medio de aflicción, recuerda que Dios es bueno y justo | Thomas Brooks

Una absolución de Dios de toda culpa e injusticia.

Un enmudecimiento prudente y santo comprende y presenta una humilde justificación, eliminación y absolución de Dios de toda la culpa, rigor e injusticia de todas las aflicciones que trae sobre nosotros. «Para que puedas ser justificado cuando hablas e irreprochable cuando juzgas (es decir, cuando corrijas)» (Sal. 51:4).» El juicio de Dios sobre Su pueblo es la corrección y castigo de Dios sobre Su pueblo. «Mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor» (1 Co. 11:32).

El gran cuidado de David cuando estuvo bajo la mano aflictiva de Dios fue absolver al Señor de injusticia. Dice él:

Ah, Señor no hay la menor muestra, mancha, mácula, defecto o mezcla de injusticia en todas las aflicciones que me has traído. Me dispongo a tomar sobre mí mismo la vergüenza, y pongo mi sello de que el Señor es justo, que no hay injusticia, ni crueldad, ni severidad en todo lo que el Señor me ha traído.

Y de la misma manera, en el Salmo 119:75, 137, él respalda dulce e inmediatamente la justicia de Dios en aquellas aflicciones intensas y fuertes en las que Dios lo colocó: «Conozco, oh [Señor], que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste». «Justo eres tú, oh Señor, y rectos tus juicios». Los juicios de Dios son siempre justos, Él nunca aflige sino en fidelidad. Su voluntad es la regla de justicia y, por lo tanto, el alma llena de gracia no se atreve a poner objeciones o a cuestionar Sus procedimientos.

El alma afligida sabe que un Dios justo no puede hacer nada más que lo que es justo, sabe que Dios no hace las cosas fuera de control y, por lo tanto, el hombre afligido pone su boca en el polvo y guarda silencio delante de Él (cf. Lm. 3:29). ¿Quién se atrevería a decir: «¿Por qué lo haces así?» (2 S. 16:10).

Los turcos, cuando son cruelmente azotados, se ven obligados a regresar al juez que ordenó ello, a besarle la mano, a darle las gracias y a pagarle al oficial que los azotó, y de esa manera absolver al juez y al oficial de la injusticia. Besar la vara y la mano que los azota silenciosamente es la forma más noble de absolver al Señor de toda injusticia.

La cautividad babilónica fue la aflicción más grande y profunda que alguna vez Dios haya infligido a cualquier pueblo bajo el cielo. 1 Samuel 12, Daniel 9:12 y otros pasajes atestiguan esto. Sin embargo, bajo esas fuertes aflicciones, la sabiduría es justificada por todos sus hijos: «Pero tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros; porque rectamente has hecho, más nosotros hemos hecho lo malo» (Neh. 9:33). «El Señor es justo, pues me he rebelado contra Su mandamiento» (Lm. 1:18).

Un enmudecimiento santo brilla en nada más que en una humilde justificación y absolución de Dios de todo lo que un corazón corrupto es capaz de acusar a Dios en el día de la aflicción. Dios, que es bueno, no puede dar nada, ni hacer nada, sino aquello que es bueno. «Otros hacen el mal con frecuencia, pero Dios nunca puede hacer el mal dice Lutero».

Tomado del libro de Thomas Brooks “El cristiano enmudecido bajo la disciplina de Dios” pág 37 -39

Thomas Brooks fue un pastor puritano y escritor inglés, nacido en 1608 en Londres. Se convirtió en uno de los teólogos más prominentes de su tiempo y es reconocido como uno de los principales representantes del puritanismo en el siglo XVII.

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