La característica de los verdaderos cristianos | Thomas Vincent

La característica de los verdaderos cristianos | Thomas Vincent

En cuanto a los verdaderos cristianos, cuya característica es amar a Jesucristo, a quien nunca han visto. «A quien amáis sin haberle visto», es decir, ustedes que son cristianos verdaderos, que lo son tanto en realidad como en profesión. Y de estos verdaderos cristianos que sí aman a Cristo, el apóstol da una descripción en el segundo versículo, donde los llama: «Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo».

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Los verdaderos cristianos son elegidos según la presciencia de Dios Padre. Son aquellos a quienes Dios, según el consejo de su propia voluntad, según su propio propósito y gracia, escogió desde toda la eternidad para que fueran un pueblo santo y particular para sí mismo, para glorificarlo aquí en la tierra, y para que pudieran ser glorificados por Él más adelante en el cielo.

Y esta elección se evidencia en la santificación del Espíritu. Los verdaderos cristianos son santificados, separados y apartados del resto del mundo para el uso y servicio de Dios. Dios los ha sellado para sí mismo y, por este medio, los ha distinguido de todos los demás; el lema de ese sello es este: «SANTIDAD A JEHOVÁ» (Zac. 14:20). Ver una descripción de ellos a este respecto: «Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra» (2Ti 2:21).

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Están purificados de la corrupción del pecado, que los contamina y deshonra; son vasos para honra, como los de plata y oro en una gran casa que están adornados con perlas y piedras preciosas. Están adornados con todas las gracias santificadoras, que valen más que las joyas más preciosas. De esta manera son hermosos a los ojos de Dios y aptos para el uso de Dios, siendo preparados y capacitados para toda buena obra. Esto ruega el apóstol a favor de los tesalonicenses: «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1Ts 5:23).

Los verdaderos cristianos son santificados enteramente, en todo su ser, aunque no sean santificados completamente; son santificados en cada parte, aunque no sean santificados en el grado más alto. Todo su espíritu está santificado, es decir, las facultades superiores del alma, es decir, el entendimiento y la voluntad. Sus entendimientos son iluminados por el Espíritu hasta un discernimiento espiritual, tanto del bien como del mal, más allá de lo que cualquier hombre natural hace o puede alcanzar.

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Sus voluntades se inclinan, o más bien se rectifican y enderezan, inclinándose hacia Dios y su ley. Sus almas son santificadas en las facultades inferiores, en todos los afectos que pertenecen a los apetitos de concupiscencia y de ira. Sus afectos agradables de amor, deseo, deleite y esperanza son hacia Dios y Cristo y las cosas de arriba; sus afectos desagradables de odio, temor, dolor e ira son hacia el pecado. Sus cuerpos también son santificados, siendo hechos miembros de Cristo e instrumentos de justicia: sus ojos, oídos, lenguas, manos, pies, y cada parte es dedicada a Dios y usada para su gloria.

Así, los verdaderos cristianos son santificados por el Espíritu, y son santificados para alcanzar la obediencia. Las gracias que el Espíritu obra en sus corazones se manifiestan en la obediencia de sus vidas. El curso de sus vidas es un curso de obediencia a las leyes de Cristo. Son santificados para alcanzar la obediencia, y son santificados para ser rociados con la sangre de Jesucristo. Dios los ha apartado para ser rociados con la sangre del cordero sin mancha, quien quita el pecado para que puedan ser perdonados y salvados. Tales son los verdaderos cristianos, los que aman a cristo, sin haberlo visto.

Fragmento extraído del libro El amor del verdadero cristiano al Cristo invisible, Thomas Vincent (1631 – 1678).

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