"Así está escrito: 'No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios..... Ahora bien, sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a quienes están sujetos a ella, para que todo el mundo se calle la boca y quede convicto delante de Dios. Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley, más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado...pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios..." -Romanos 3:10-11, 19-20, 23
Debemos reconocer que Dios es, de igual forma, un Dios de rectidud y justicia verdadera como es un Dios de amor y bondad. Así como el aceite no se puede mezclar con el agua, Dios tampoco puede pasar por alto el pecado y permitir que more en su presencia. Es por esta razón que Dios, en su amor y bondad, facilitó una manera por la cual se pudiera satisfacer su justicia por completo.
Así como el infierno representa todo lo que es malo y malvado, también Dios representa todo lo que es justo, puro y santo. Al rechazar a Dios y su provisión de una limpieza espiritual en su Hijo, los que terminarán en el infierno han tomado la decisión de rechazar todo lo que es bueno y justo. De esta manera, en el día del juicio, Dios simplemente confirma la decisión que ellos ya han hecho al permitirles morar en el castigo eterno, lejos de su presencia y virtud. Así que, el infierno (que abarca todo dolor, sufrimiento y maldad) se convierte en el lugar eterno de aquellos que rechazan a Dios.
"Me preguntas: ¿Por qué Dios manda al infierno a las personas que lo rechazan? ¿Por qué no puede dejarlos simplemente en paz? Me temo que esa es la paradoja del infierno, querido amigo, cuando Dios nos "deja en paz', eso es el infierno." —C. S. Lewis