La comunicación de propiedades | Lección 16 | Cristología

La comunicación de propiedades - Lección 16 - Cristología

1. Supuestos que no se deben olvidar.

Hemos tratado hasta aquí de la unión hipostática. Recordemos una vez más que no fue la naturaleza divina la que se encarnó, sino la persona del Verbo. La naturaleza divina no sufrió cambio alguno por la Encarnación (no hay una deidad humanada, ni una humanidad divinizada), sino que en un determinado tiempo, y desde el primer momento de su existencia, una naturaleza humana, en vez de poseer personalidad propia, subsistió como ser humano personal, y subsiste para siempre, en la persona del Hijo de Dios, manteniendo incólume su integridad natural perfecta en cuanto al ser y en cuanto al obrar; en todo igual a nuestra naturaleza individual, excepto el pecado.

2. Una distinción importante.

Es necesario, al llegar a este punto, hacer una observación importante: El Verbo es esencialmente, y por toda la eternidad, Dios (Jesucristo, en cuanto Dios). En cambio, para Jesucristo el ser hombre arranca de un momento histórico dado, con un objetivo funcional, soteriológico. En otras palabras, para el Hijo de Dios es metafísicamente imposible no ser Dios, pero no es hombre por necesidad metafísica, pues hubo un tiempo en que no lo fue. Por eso, la unión hipostática es indisoluble por designio divino, no por necesidad metafísica.

3. Comunicación y atribución de propiedades.

Se llama «comunicación o atribución de propiedades» a la mutua intercomunicación de términos y cualidades, ya esenciales, ya operativas, entre lo divino y lo humano en todo lo que afecta a la persona de Cristo, con tal de que la referencia se haga a través de la persona única del Dios-Hombre, no directamente de una a otra naturaleza sin pasar concretamente por la persona.

De esta manera se pueden atribuir al Hijo de Dios atributos y operaciones que correspondan a cualquiera de las dos naturalezas, y a una naturaleza lo que es propio de la otra, siempre que la referencia incluya y exprese a la única persona de Jesucristo. Así, podemos decir: el Hijo de Dios murió en la Cruz; el Hijo de Dios es omnisciente: Dios se hace hombre; este hombre es Dios.

4. Adversarios específicos en este punto.

A causa de una falsa base filosófica y mediante una equivocada interpretación de algunos textos bíblicos, como Jn. 3:13; 5:27: Heb. 10:12, etc., Lutero y sus primeros seguidores sostuvieron que para establecer una verdadera unión hipostática es menester que haya una mutua comunicación de atributos entre las dos naturalezas. Sin embargo, la opinión de los luteranos ha ido evolucionando con el tiempo:

4.1 En un principio defendieron que este tráfico de atributos se hace en ambas direcciones: la divinidad participaba de las limitaciones humanas; la humanidad, de las propiedades divinas.

4.2 Más tarde dijeron que los atributos divinos se comunican a la naturaleza humana, pero las limitaciones humanas no afectan a la naturaleza divina.

4.3 Después convinieron en que sólo se comunicaban a la naturaleza humana los atributos operativos (omnipotencia, omnisciencia, omnipresencia), pero no los esenciales (mal llamados quiescentes, pues el Ser divino es Actividad infinita y eterna), como la eternidad, la infinitud, etc.

4.4 Finalmente, unos dijeron que la humanidad del Verbo los ejercitó secretamente, y otros sostienen que los dejó inoperantes mientras duró su estado de humillación.

Hoy son mayoría los luteranos que siguen en este punto la línea correcta, ya que las posiciones anteriores son disconformes con la Biblia y con la fe constante de la Iglesia, tal como fue declarada en el Concilio de Calcedonia. Por otra parte, los atributos y operaciones no se pueden separar de sus respectivas naturalezas. La apelación a los textos arriba citados es incorrecta, como puede verse, por ejemplo, en 1 Cor. 2:8.

5. Consecuencias de la comunicación de propiedades.

Las consecuencias que se derivan de la mutua comunicación y atribución de propiedades en orden a la recta formulación de proposiciones cristológicas son las siguientes:

5.1 De una misma persona, que es la del Verbo hecho hombre, podemos decir que es, a la vez, omnipotente y débil; eterna y temporal; etc.

5.2 También se puede referir lo de una naturaleza a otra, con tal de que se haga a través de la persona, explícita o implícitamente.

5.3 Todo lo que es y hace Jesucristo, pertenece al Verbo de Dios, pero, como ya vimos en otro lugar, pueden distinguirse en Cristo: a) acciones exclusivamente divinas, como sustentar el mundo; b) exclusivamente humanas, como el comer; y c) divino- humanas, o propiamente teápdricas, como hacer milagros, realizar nuestra redención, etcétera.

5.4 Es muy de tener en cuenta que las proposiciones afirmativas pueden hacerse indistintamente de cualquiera de las dos naturalezas, mientras que las proposiciones negativas son incorrectas si lo contrario puede afirmarse de alguna de las dos naturalezas.

5.5 Jesús, en cuanto hombre, es objeto de adoración y de plegaria, porque el término directo de nuestra oración o de nuestra adoración es la persona de Cristo, la cual es divina.


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