“Vosotros sois la sal de la tierra”. Aquí el ‘vosotros’ es enfático, ambos por la selección de la palabra y por su posición. Separa los oyentes de los demás (escribas, fariseos, etcétera), quienes no son la sal de la tierra. Este ‘vosotros’ también es plural y, por lo tanto, describe la iglesia.
Las personas le dan valor a la sal. No solo se usa para sazonar, pero también para preservar comida. Como unos lentes, su utilidad supera su tamaño. La sal no es cara pero si lo fuera, aún la necesitaríamos, no solo para sazonar o preservar comida, pero también para mantener la vida.
La sal, entonces, es la metáfora perfecta para el pueblo de Dios:
• Tenemos la responsabilidad de transformar el entorno en el que nos encontramos, así como la sal transforma los alimentos.
• A menudo somos pocos en número, pero no importa. Del mismo modo que unos pocos granos de sal pueden hacer una gran diferencia en la comida, también algunos cristianos fieles pueden hacer una gran diferencia en el mundo.
“... y si la sal se desvaneciere ¿con qué será salada?”. Jesús nos advierte que no nos pongamos demasiado cómodos. Si la sal pierde su sabor, ya no vale nada. La sal no puede cambiar su estructura química, pero al ser alterada, pierde su sabor y valor.
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