Estoy convencido de que el Señor está tratando de alcanzar a su pueblo como nunca antes.
Como predice la Escritura, el diablo ha descendido con gran ira, sabiendo que su tiempo es corto (Ver Apocalipsis 12:12). Y ahora mismo el pueblo de Dios necesita un gran derramamiento del Espíritu Santo, un toque sobrenatural aún mayor que el de Pentecostés.
Piensa en esto: los seguidores de Jesús de los tiempos de Pentecostés no tuvieron el temor de las armas nucleares, no tuvieron que enfrentar el establecimiento en la sociedad de los matrimonios homosexuales y no se vieron enfrentados al temor de una economía mundial al borde del colapso. Está claro que nosotros necesitamos el poder del Espiritu Santo para afrontar estos últimos días; así de simple.
CLAMOR DE NUESTRO CORAZÓN
De hecho, el clamor que se requiere hoy se escuchó en los días de Isaías:
¡Ojalá rasgaras los cielos, y descendieras! ¡Las montañas temblarían ante ti.... Así darías a conocer tu nombre entre tus enemigos, y ante ti temblarían las naciones.... Fuera de ti, desde tiempos antiguos nadie ha escuchado ni percibido, ni ojo alguno ha visto, a un Dios que, como tú, actúe en favor de quienes en él confían." (Isaías 64:1, 2-4).
¿De dónde vino este clamor? Fue pronunciado por un profeta que se afligía por el letargo del pueblo de Dios, un hombre que sabía claramente lo que se necesitaba: una visitación sobrenatural del Señor. Isaías estaba diciendo: "Señor, no podemos seguir como hasta ahora, con la misma rutina religiosa muerta, necesitamos un toque de ti como nunca hemos experimentado".