¿Habla Dios todavía? | Charles Stanley

¿Habla Dios todavía? | Charles Stanley

El Salmo 81 es un triste relato acerca de un pueblo que se negaba a escuchar a Dios. El misericordioso corazón del Padre, con sus numerosos intentos de lograr la atención y la devoción de Israel, y el persistente rechazo por parte de ellos, se ponen de manifiesto en los versículos 8 al 14: "Oye, pueblo mío, y te amonestaré. Israel, si me oyeres, no habrá en ti dios ajeno, ni te inclinarás a dios extraño. Yo soy Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; Abre tu boca, y yo la llenaré. Pero mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso a mí. Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón; Caminaron en sus propios consejos. ¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo, si en mis caminos hubiera andado Israel! en un momento habría yo derribado a sus enemigos, y vuelto mi mano contra sus adversarios".

Casi podemos escuchar el latido del corazón de Dios cuando implora ante la nación de Israel, diciendo: «Les ruego que me escuchen. Les ruego que oigan mi voz». Cada uno de nosotros, también, debería preguntar: «Señor, ¿me has estado tratando de decir algo que necesito desesperadamente? ¿Me estás exhortando a escuchar tu voz?» me pregunto, ¿cuántas veces Dios nos ha hablado cuando no estábamos escuchando? ¿Cuántas veces habrá tenido Dios algo específico que necesitábamos oír pero hemos estado demasiado atareados para atenderle?

Durante mi ministerio hubo una época cuando estaba demasiado ocupado trabajando en la obra del Señor como para escuchar su voz. Predicaba seis veces por semana, preparaba dos programas para la televisión y viajaba por todo el país; estaba escribiendo un libro y pastoreando una iglesia grande; dirigía a todo su personal así como también un ministerio radiofónico, entre otras obligaciones diarias.

Como resultado de toda esa actividad fui a parar al hospital por una semana y quedé fuera de circulación durante tres meses. Cuando pienso en esa época, me doy cuenta de que Dios estaba tratando de atraer mi atención por medio de mi cuerpo, pero yo no escuchaba. Finalmente, llegó el momento en que ya no pude seguir adelante. Creo que una de las lecciones más valiosas que jamás podremos aprender es cómo escuchar a Dios. En medio de nuestra vida tan compleja y ajetreada no hay nada más urgente, nada más necesario, nada más provechoso que escuchar lo que Dios tiene que decirnos. Además, la Biblia es muy explícita y Dios nos habla con tanto poder hoy como en los días cuando fue escrita. Su voz espera ser escuchada y, cuando la escuchamos, nos vemos lanzados a la aventura más grandiosa y emocionante que podamos imaginar.

Fragmento extraído del libro como escuchar la voz de Dios, Charles Stanley.

Únete a nuestros Canales de Difusión en Instagram o WhatsApp para adquirir más recursos cristianos. También puedes seguirnos en Facebook y suscribirte a nuestro Canal de YouTube.

Publicar un comentario

Gracias por comunicarte con nosotros.

Artículo Anterior Artículo Siguiente